DESDE MI TORRE MUDÉJAR: ADOLFO, UN RECUERDO EMOCIONADO CON GRATITUD, RESPETO Y ADMIRACIÓN

POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO

Las Angustias. Plaza de Arévalo (Ávila) 1969

Las Angustias. Plaza de Arévalo (Ávila) 1969

Hace bastantes años yo fui concejal de mi ciudad por el partido que fundara Adolfo Suárez, el CDS, y soy suarista en el recuerdo respetuoso. Pero no quiero detenerme en este recuerdo en mis antecedentes políticos, sino recordar con profundo respeto a un hombre que fue tan importante para mi país en unos momentos dificilísimos de su historia, que es por lo que tanto le admiro y le respeto.

Su muerte, no por esperada resulta menos desgraciada y triste, ha sacado a la actualidad la figura de este gran personaje de nuestra historia reciente, tan popular entre el pueblo como maltratado por algunos que hoy cantan sus virtudes, relegado por otros muchos, y por esa enfermedad traidora que hace años nos le arrebató de la vida activa.

Quizás por ello el afecto y admiración hacia él se manifieste también hacia su hijo, la cabeza visible de la familia, y que tanto ha heredado de su padre.

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Hoy quiero recordar a Adolfo Suárez con unos retazos de su relación con mi ciudad y también de mi paso por la política local de su mano y en su formación.

Su primer contacto con Arévalo, que yo conozca, fue de la mano de Emilio Romero que le apoyó buscando el voto para él en su campaña y elecciones a las Cortes Generales y salió nombrado Procurador por representación familiar y por Ávila. Un hombre popular que atraía a las gentes sencillas y que recogió especialmente el voto femenino, que no en vano siempre fue un hombre atractivo. Ya entonces decían que llegaría muy lejos.

Sus posteriores visitas, también con Romero fueron a la fiesta de nuestra Patrona la Virgen de las Angustias, la procesión y la subasta. Entonces ya era Director General de
TVE. Hay unas imágenes que nos recuerdan aquellos años y la costumbre de Emilio Romero y de Adolfo Suárez de subastar los tradicionales gallos, una de las ofrendas de los fieles y devotos de la Virgen, y que dieron lugar a los “gallitos” aquella popular columna de Romero en el diario Pueblo.

Del año 1969 son unas fotos de mi archivo, emotivas y demostrativas, con un Adolfo Suárez joven y vital, antes de que los sinsabores hicieran mella en él. Luego vendría el alejamiento, por causas de la política, entre Emilio y Adolfo, que quizás nunca comprendamos.

Y llegó la transición tan comentada y más en estos días que corren ríos de tinta y horas de audiovisual. En las primeras elecciones a las municipales, su coalición UCD fue la encargada por las urnas de gobernar nuestra ciudad, fue la primera legislatura democrática, con Ricardo Bustillo como Alcalde de Arévalo.

Corría el año 1983 cuando después de la desbandada de su primera formación, después de una dimisión coherente y en qué circunstancias, y ya en la nueva formación que encabezó, el CDS, este humilde cronista decidió dar un paso adelante para engrosar
en las filas de la política, la que se suele escribir con minúsculas, la local, aunque debería ser la de mayores letras, por eso de la entrega a los demás por nada, en todo caso disgustos.

En aquellos años, con una democracia recién estrenada y tambaleándose tras un fallido golpe de estado, del que queda impactante aquella imagen de un Suárez valiente y sin perder la compostura, y atendiendo a una norma básica de aportar algo por nuestra ciudad y por sus ciudadanos, motivo suficientemente serio e ilusionante para dar el paso y lanzarte a una aventura, una experiencia nueva para la mayoría de personas entonces.

Yo no conocía personalmente a Suárez, sí como todos los españoles, por los medios de comunicación y por su imagen de Presidente de Gobierno, pero estaba rodeado de personas cercanas que eran suaristas, aunque tengo que confesar que esta circunstancia apenas llegó a una simpatía, sin alharacas.

Cuando decidí aportar algo a mi ciudad desde dentro del consistorio, como concejal, me incliné por la formación centrista por eliminación de otras ofertas del amplio abanico de partidos que me abrían sus brazos, porque unos me pasaban por la izquierda y otros por la derecha… efectivamente, yo no era de laterales. Y de la mano de Alberto Dorrego, con el que fragüe una amistad, hombre coherente en aquellas circunstancias y por los resultados, convincente, entré en la lista del CDS a las municipales.

Le dije con toda la sinceridad que si salía elegido me afiliaría a aquel nuevo partido, porque yo no entendía otra aptitud, eso que algunos dicen, que son independientes pero con unas siglas determinadas. Un poco bromeó con esa actitud, porque me pusieron el segundo y me decía que si tan poca fe tenía en nuestra valía.

Pues de aquellos momentos tengo grabada una imagen espectacular de aquel Suárez que con muchos compañeros de Ávila que luego también fueron amigos, asistieron a la presentación de aquella candidatura centrista arevalense a las municipales y también de la candidatura autonómica, con el Teatro Cine Castilla a rebosar y con mucho público en sus inmediaciones, un acto multitudinario casi irrepetible en que le conocimos y nos vimos arropados por ese hombre cercano, afable y de exquisito trato.

Efectivamente, en aquellos momentos y en Arévalo, con tan poca andadura de aquel nuevo partido, con una lista de jóvenes “inexpertos”, con una diferencia de escasos votos, quedamos muy igualados los tres partidos que conseguimos resultados en la segunda corporación de la democracia. Y trabajamos bastante juntos, lo que era una manifestación patente de esa participación, pacto y consenso tan característico del espíritu de la transición y del propio Suárez.

Tengo que recordar a algunos amigos surgidos de aquella aventura política, como los directivos abulenses, sin querer personalizar en tantos de ellos con los que traté, pero especialmente Alberto, Ferrer, Pablo, Fernando, Daniel, o… yo aguanté en aquel partido que sin Suárez vino abajo y sin rumbo, hasta el mismo momento y en conversación con Alberto, en que ambos nos dimos de baja.

Tengo también un grato recuerdo para Agustín Rodríguez Sahagún, al que conocí en aquellos primeros momentos de mi andadura de concejal y tuve el honor de tratar y acompañar en algunas ocasiones por nuestra comarca, como a la romería del Cristo de los Pinares, en un ambiente familiar, pero rodeado de gentes, porque era muy querido por tantos amigos de Arévalo y de la comarca.

Recuerdo aquel mitin en la plaza de toros de Ávila en 1986, una plaza abarrotada y nosotros ahí, sin querer perdernos nada en aquellos momentos tan llenos de ilusión por una idea de futuro mejor, que él nos despertó, junto a ese hombre vital e ilusionado, cuando coreábamos sus consignas y le seguíamos. O a Sánchez Reyes en un congreso regional de Castilla y León, que luego presidió las cortes regionales. Tantos recuerdos…

Y quiero finalizar estas líneas con las palabras con las que inicio este recuerdo personal. Gratitud, por lo que hizo por nuestro país en momentos tan difíciles, una transición impecable. Respeto, por ser un hombre de bien, creyente, que antepuso el trabajo por los demás a sus propios intereses. Y admiración por su visión de una España democrática, actitud compartimos y que influyó en un momento de mi vida para decidirme a hacer algo por los demás en mi ciudad.

Hoy, leyendo con avidez tantas reseñas de firmas unas más conocidas y otras no tanto, casi sin separarme de la pantalla para presenciar los actor de la capilla ardiente del féretro de Adolfo Suárez, y buscando en mi archivo esas fotos que no hace tanto reubiqué en mi archivo electrónico después de ser escaneadas, quedo muy triste, como casi todos los españoles, añorando esta figura que hoy más que nunca, es testimonio de lo mejor de nuestras gentes. Descansa en paz.

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