SAN VALENTÍN, CENIZA Y MIÑUELOS DE TINEO

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

14 de febrero y San Valentín; patrono ficticio de enamorados merced a una muy estudiada publicidad que en su día promocionó «Galerías Preciados», en Madrid, de la mano de su fundador el empresario asturiano don José Fernández.

Película, canción, actrices y actores de moda… y ventas, muchas ventas en prueba de amor eterno.

Galerías desapareció (creo que absorbido por El Corte Ingles), pero ahí sigue San Valentín con su patronazgo de amores y estímulo de regalos.

Hoy, para amargar el día con su carga de recuerdos de ayunos y abstinencias, es MIÉRCOLES DE CENIZA; primer día de Cuaresma, época de antigua tradición cristiana y que es previa a la conmemoración de la Pasión de Cristo.

Antiguamente, muy antiguamente, la Cuaresma tenía su inicio tal día como el próximo domingo (recuerden que la Pascua marca el comienzo del «Año Litúrgico» y se celebra el primer domingo siguiente al plenilunio de primavera) y fue en tiempos del Papa San Gregorio cuando al primer domingo de Cuaresma se le sumaron los cuatro días anteriores para, así, empezar un miércoles y completar cuarenta días peniteniales.

Eran días con ayunos, abstinencias, oraciones y privaciones de festividades profanas. Los sacerdotes únicamente usaban ornamentos morados y diáconos y subdiáconos no utilizaban dalmáticas ni tunicelas; no se ponían flores en los altares; se prohibían músicas de órgano o armonio; se suspendían las solemnes celebraciones nupciales (bodas) y las octavas de fiestas… En fin, «un rollo macabeo» que se soportaba con resignación y hasta con respeto.

El Miércoles de Ceniza, día de ayuno y abstinencia (que nadie obedece), tiene un rito muy especial: la imposición de la ceniza en la frente o cabeza de los fieles para recordarnos que «venimos del polvo y polvo seremos después de la vida» («Memento homo quia pulvis es…»).

Estos días pasados de carnaval hablábamos de algunas dulcerías típicas de esa celebración. Y entre los muchos comentarios recibidos se citó a los MIÑUELOS; dulces intermedios entre borrachinos y torrijas y que según mis referencias se localizan en las comarcas centrooccidentales de Asturias.

Mi receta -que hoy les brindo- me fue proporcionada por ADINA GONZÁLEL ÁLVAREZ (ya fallecida), nuera de «Lula», la fundadora del restaurante tinetense CASA LULA.

Hoy es su nuera MAYTE, esposa de Álvaro, hijo de Adina, quien mantiene en los fogones de ese restaurante toda la tradición recibida de sus mayores.

Así se preparan:

En un cuenco de buen tamaño se baten tres o cuatro huevos y en ellos se empapa miga de pan hasta conseguir una masa consistente y a la vez jugosa.

Se toman porciones de esta masa (a cucharadas grandes) y se fríen en mantequilla derretida o, si lo prefieren, en aceite de oliva.

Inmediatamente se llevan a una cazuela donde estará hirviendo leche con azúcar, canela y piel de limón.

Cuecen durante un tiempo; se sacan y disponen en una fuente.

La leche edulcorada y aromatizada sigue con sus hervores hasta que espese a modo de natillas ligeras. Con ella se bañan los miñuelos y se sirven a temperatura templada.

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