HABLAR DEL QUIJOTE ES BUENO

POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA

Da gusto hablar de la obra de El Quijote de la Mancha cuando te encuentras entre manchegos, algunos bodegueros y otros alfareros, en su mayoría gentes humildes de «buen vivir» que nacidos entre molinos -por eso de ser en su mayoría de Mota del Cuervo-, saben mucho de esos cuentos de labriegos y montaraces llanuras.

Por eso me siento bien al lado de César Augusto Laguía, Emilio Guadalajara, Francisco Javier Rodríguez Laguía, Evelio López y ese Javier Escudero, madrileño de origen y moteño de adopción, por eso de compartir amistad con tanto amigo de la Mota del Cuervo.

Y es que ha trastocado los mecanismos cervantistas, esos que defienden desde Academias y Congresos, pero que sin darse cuenta, ha revolucionado con sus investigaciones doctorales. Todo un hito. Según nos cuenta y mira que lo cuenta bien, alrededor de treinta de personajes que aparecen en Don Quijote de la Mancha son reales, de ellos ha quedado rastro documental en los archivos y que además vivieron en un pequeño entorno geográfico y en los mismos años, alguno tuvo rocín, adarga, lanza y biblioteca, y Miguel de Cervantes los conoció y los trató.

Y según el Diario punto es, en los últimos meses, el investigador Javier Escudero Buendía ha hallado el rastro de muchos personajes del Quijote, afirmando que el libro de Cervantes es «una fotografía» de una parte muy concreta de aquella sociedad manchega de finales del XVI (entre 1580 y 1585), en particular de recaudadores de impuestos y principales contribuyentes.

Te sientas a su lado, mientras degustas morteruelo o gachas y te dice amigablemente que «están localizados más de treinta personajes pero quedan muchos, seguro, porque en los Archivos de El Toboso, en el Nacional, en el Histórico de Toledo, en el Diocesano de Cuenca y en el Municipal de Villanueva de Alcardete aparecen muchas y muchas historias de esos personajes reales que Miguel de Cervantes supo incardinar en su obra universal.

Lo más interesante, asegura este historiador acostumbrado a leer con facilidad textos del XVI, es que ahora se tiene documentación de estos personajes, a qué se dedicaban y qué relaciones personales tenían, y en base a ello se puede deducir por qué escribió Cervantes su novela, a quien la «dedicó».

Por eso, cuando regresó de su cautiverio en Argel, Miguel de Cervantes intentó un futuro como cobrador de impuestos pero no recibió buena acogida entre los recaudadores manchegos, algo que «se le quedó grabado» y con quienes «saldó cuentas» unos años más tarde.

Recaudadores eran Francisco de Muñatones (en El Quintanar) y Jerónimo Camacho (que trabajó en Villanueva de Alcardete) que están reflejados en el Quijote al igual que el procurador Francisco de Acuña, el hidalgo Alonso Martínez y el mesonero Martín López Haldubo.

En El Toboso vivían, asimismo, Juana Gutiérrez, mujer del médico; Catalina Lorenzo, Cide Hamete Benengeli, Grisóstomo Martínez Panduro, Ambrosio Martínez Velasco y el sacristán Pedro Martínez Lobo. Entre otros.

«Ahora sí sabemos que hay un grupo concreto de personas en estos pueblos en el que Cervantes se fijó y se basó», asegura Escudero, quien añade que el escritor «no coloca como personaje a cualquiera, solamente a gente que conoce».

Por ejemplo, Grisóstomo era un nombre «extrañísimo» -también entonces- que ahora ha aparecido en el Archivo de El Toboso y que formó parte de una de las familias más cultas del pueblo (era primo de Ambrosio).

En El Toboso también vivió Muñatones, que poseía un rocín blanco, tenía adarga, lanza, escopeta para cazar y una biblioteca con 21 libros que se vendió cuando murió, en 1591. Curiosamente el mismo año en que Cervantes comenzó a escribir Don Quijote de la Mancha.

En el Quijote, Muñatones aparece reflejado -explica Escudero- como el Sabio Frestón y hay varios episodios inspirados en él, como la primera salida de ‘El donoso escrutinio’ y la paliza que dan los mercaderes de la seda al caballero (el hijo de Muñatones fue el segundo mercader de la seda más importante de Murcia).

Por eso, es un lujo compartir sus historias, sus investigaciones y sus narraciones, en tertulias de amigos o en conferencias de Congresos, pero Javier Escudero es un gran Alonso Quijano del siglo XXI, de eso no tengo la menor duda.

Fuente: https://eldiadigital.es/

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