A PROPÓSITO DE MALANQUILLA…

POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)

-A propósito de Malanquilla… -le inquiere Mariano al tío Nicomedes, como le conocen todos en el pueblo, y que a sus 89 años conserva una memoria privilegiada.

-¿Qué es eso de una granja para criar cerdos a gran escala de la que hablan los periódicos estos días…?-,

-Le interroga el viajero, que desde Extremadura se dispone a empaparse del pueblo en las escasas horas de que dispone para ver el conjunto monumental de la localidad, antes de seguir su ruta hacia La Rioja. Lleva dos días pernoctando en Calatayud y ha conocido ya la ruta del mudéjar aragonés que se extiende por Cervera de la Cañada, Torralba de Ribota y Aniñón, formando un triángulo de espectacular belleza y armonía.

-Antaño este pueblo solo salía en los periódicos -le confía el anciano, sentado al sol sobre un poyete de piedras encaramadas una encima de otra, en las eras de Santa María- por cosas de la cultura que asombraron a todos; ah también por lo del OVNI que vieron unos muchachos un día de excursión. Ahora anda todo patas arriba con esto de las cerdas. Son otros tiempos.

-Otros tiempos? –inquiere Mariano ávido por conocer…

-Sí, entonces era construir, ahora toca destruir.

-Contesta con la mirada perdida en el horizonte el tío Nicomedes, como queriendo revivir un pasado ya lejano que dejó una profunda huella en Malanquilla y que, en parte, a día de hoy perdura.

-¿Y dónde quieren montar esa explotación ganadera? –le pregunta Mariano, -Pues ahí enfrente, contesta Nicomedes, apuntando a la línea por donde desaparece el sol, a unos 400 metros del molino.

Mariano es un varón de 55 años, ansioso por conocer y absorber todo lo que le cuentan. Es escritor. Con la puesta en valor de “La España Vaciada” se ha decidido a recorrer algunos pueblos casi abandonados de Zaragoza, Soria, Burgos y La Rioja.

Sabe que esa reivindicación no es un producto de moda, es algo consustancial con media España desde hace mucho tiempo. Ahora, es verdad, los políticos enarbolan esta bandera más como caladero de votos que con reales intenciones de aportar soluciones que paren la sangría de la despoblación. Y Malanquilla no es una excepción. Es una localidad candidata –si nadie lo remedia- a verse abocada a un futuro de lo más desalentador.

-Por eso, –le dice Nicomedes- en el pueblo no vemos mal la granja si crea trabajo, los que protestan no son de aquí y mire usted qué les va a importar lo que nos pase… a mí me parece –continúa- que se está haciendo mucho ruido con esto sin que ni la empresa haya dicho que se viene ni el ayuntamiento le haya dado sus permisos, pero ya se sabe –termina el anciano-, hoy todo se politiza y nada es lo que parece; hay muchos intereses que no cuentan pero los hay y las gentes, con carreras y eso, no se paran a pensar, se creen todo lo bonito que les cuentan y claro, por aquí decimos que es más fácil predicar que dar trigo…pero si estuvieran aquí ya verían ya lo difícil que es vivir en el pueblo. O tienes fincas y máquinas para trabajarlas o más tarde o más temprano te irás a la capital.

El diálogo entre Mariano y Nicomedes nos presenta esa dicotomía entre el bien y el mal, entre el hoy y un pasado cuyas aristas hemos limado en nuestra mente hasta hacer de nuestros recuerdos algo casi ideal. Por eso el tío Nicomedes apela al pasado y repite sin cesar

–aquéllos sí fueron buenos tiempos, íbamos todos a una y se sacaban cosas para adelante, no sin esfuerzo, no se crea, pero salían. Hoy en día la juventud anda descabezada, se protesta mucho, se protesta por todo, no se tiene respeto a la autoridad. Cuando yo era joven lo que decía el juez de paz, el alcalde o el cura se hacía sin rechistar. Eran la autoridad y nadie les discutía.

Ya veremos en que acaba todo esto –apunta el anciano-

-Bueno, -interviene Mariano- esto de las granjas de cría extensiva es un tema polémico en todos los pueblos donde las pretenden montar. Usted sabe que está el asunto de los purines, el consumo de agua, el ir y venir de camiones… ustedes tienen mucha tranquilidad aquí y a lo mejor eso va a cambiar con la granja, -deja caer Mariano apuntando a la pérdida de la identidad rural.-

Sin embargo Nicomedes no agacha la cabeza y en tono desafiante le dice:

-¿Y para que tanta tranquilidad si no hay futuro?. La tranquilidad la quieren ustedes, los que vienen de fuera, hacen su visita y se van. Pero los que aquí nos quedamos lo que queremos es trabajo, poder vivir dignamente sin tener que emigrar. El ayuntamiento ha lanzado un bando de esos para informarnos de todo esto y dice que son mentiras o medias verdades lo que van diciendo por ahí esos que pregonan todas las maldades que usted pueda imaginar, si se pusiera la granja.

-Sí, lo he leído en los periódicos –le responde el viajero- está bien, señala las bondades del proyecto, la creación de puestos de trabajo y desmonta el riesgo de contaminación de todo tipo que apuntan los que se oponen, incluido el tránsito de camiones por la zona…

-Usted sabe lo que serían 15 puestos de trabajo mas algún otro que se pueda crear con otras cosas? Se habla además de una casa rural, de un bar,… Pues parte de la salvación de este pueblo, ni más ni menos. Mire, en mis muchos años he aprendido que no todo es blanco ni tampoco negro –responde Nicomedes.

-A lo mejor es verdad que tiene algún riesgo esto de la granja pero en la vida hay que asumir riesgos si es por salvar algoimportante no cree usted?, -le espeta de repente al viajero-.

-Tiene razón, -le responde tras unos segundos de pausa- el riesgo en la toma de decisiones va unido al cargo y en este caso el alcalde tendrá la última palabra.

-Yo soy de Extremadura –apunta Mariano- y allí se han instalado varias granjas de este tipo y siempre ha habido polémica. Como usted decía antes, es una actividad que se la politizado y no se escuchan argumentos fiables, sólo consignas repetidas una y mil veces provenientes, casi siempre, de panfletos incendiarios cocinados en los despachos de grupos radicales.

-Ahí, ahí le ha dado usted. Por eso le decía que los jóvenes hoy…. –clama Mariano, un hombre bonachón, que, lejos de entrar en polémicas, habla con unos y otros desde la cátedra de sus muchos años y sus mil peripecias.

El diálogo de estos dos hombres se asemeja mucho a los que podemos escuchar en Malanquilla en estos días de polémica. Naturalmente hay opiniones a favor y en contra. Mayoritariamente en el pueblo están con el alcalde. Como bien decía Nicomedes, los más reacios son los que van al pueblo a pasar unos días, en verano y temen perder ese sosiego, el silencio y la tranquilidad consustancial con nuestros núcleos rurales.

En un pueblo donde nunca pasa nada –o eso nos creemos- andan las aguas revueltas con la tan traída y llevada instalación de una granja de cría extensiva de cerdas. Los promotores, una industria catalana, aseguran cumplir con la normativa vigente, para muchos exigente y para otros laxa. Enfrente, hasta se ha constituido una plataforma reivindicativa, liderada por un malanquillano pero cuyo portavoz es otro joven sin vinculación conocida con la localidad… En medio, el ayuntamiento que,aunque sí ha emitido un comunicado público, no se ha pronunciado aún sobre el proyecto, más allá de poner en valor la creación de puestos de trabajo, la gran inversión que supondría y los beneficios para los agricultores, cuyo cereal sería adquirido por la empresa.

De su interés por repoblar el pueblo cabe destacar una frase que cierra el comunicado: Un pueblo sin gente es un pueblo muerto, lo que evidencia que están sopesando los pros y contras del proyecto, asumiendo ese grado de riesgo -que le decía Mariano a Nicomedes-, inherente a todo cargo público.

Es evidente que en una época como la actual, no sólo en la cuestión que nos ocupa, sino en otros órdenes de la vida, se toman decisiones que sin ser óptimas al 100×100, tienen un grado suficiente de fiabilidad para adoptarlas a pesar de los inconvenientes que puedan conllevar, que siempre los hay. Y aquí estamos hablando nada menos de la supervivencia de un pueblo que, si para muchos, es un pueblo más, para nosotros es un pedazo de la tierra en la que nacimos o crecimos. O sea, algo de capital importancia.

La sociedad en general vive con desasosiego el rifi rafe en que se ha convertido la vida política. El parlamento es fiel reflejo de lo que ocurre en la calle. La confrontación y la huida hacia posicionamientos radicales no conduce a solucionar los problemas, más bien a agravarlos. Ambas cosas debemos evitarlas a toda costa. Malanquilla es un pueblo de paz desde la cultura. Bajo ese lema ha caminado unido más de 40 años y así debe seguir.

El ayuntamiento no se cierra a tratar este asunto con la plataforma a quien acusa de no haberse dirigido a ellos,previamente a orquestar una campaña de desinformación en prensa y radio, que a su juicio, deja entrever intereses ajenos al proyecto.

En algún medio se atreven incluso a llamar “talibanes” a esos grupos radicales que hoy protestan por esta pretendida granja en Malanquilla, mañana por lo mismo, pero en Extremadura o Cataluña y pasado, por la tala de un árbol o la instalación de un campo de golf en Almería…

Me consta que algunos miran de reojo a este cronista esperando una toma de posición. Siento defraudarles, aunque en el ejercicio individual de mi libertad, podría hacerlo. Sin embargo, valorando la trayectoria de esa corporación municipal desde que se constituyera tras las elecciones, su grado de compromiso y su ingente tarea teniendo como horizonte el bienestar de todos y, por supuesto, la movilización de recursos encaminada, precisamente, a proveer de un futuro esperanzador a este municipio, hace que inequívocamente esté con el Ayuntamientobajo dos premisas de vital importancia:

La primera, que el proyecto se encuentra en fase de estudio, no habiéndose adoptado aún decisión alguna, por lo que parece precipitado oponerse frontalmente a algo inexistente.

Y la segunda, que se mirará con lupa el cumplimiento de la legislación.

España, afortunadamente no es un país tercermundista en cuanto a protección de los derechos y libertades de los ciudadanos. Somos Europa y aquí se legisla, en ocasiones con excesivo rigor, en beneficio de la comunidad. Por lo tanto, sin ser un experto en la materia, me fio de las consideraciones recogidas en las leyes, tanto supra nacionales como estatales y autonómicas.

Aprovecho también para invitar a unos y otros a la moderación y a la mesura. Hoy todo se puede hablar. Las exageraciones apocalípticas no son buenas y cada vez engañan a menos gente, que en su mayoría, huye de los radicalismos incontrolados.

Todos queremos paz, progreso y libertad. Conjuguémoslo con la convivencia y estaremos en el camino adecuado para seguir adelante.

(El diálogo entre Mariano y Nicomedes forma parte del libro –en preparación- “A propósito de Malanquilla…”, de Antonio Sánchez Molledo).

Fuente: https://cronistademalanquilla.wordpress.com/

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