HOMENAJE A DAMIÁN ABELLÁN CASCALES

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Nació, Damián, en Ulea, el día 7 de diciembre del año 1934. Hijo de Damián Abellán Herrera y Matilde Cascales Pérez, fue el cuarto de una familia de 11 hermanos.

Desde pequeño, los maestros de la escuela pública de Ulea, D. Domingo Susarte, D. Víctor Martínez, Dª. Carmen Molina y cuantos te dieron clase en aquellos años inciertos de la década de 1938 a 1948 auguraban en ti un futuro halagüeño. Eras un alumno aplicado, sí te calificaban alegre y responsable. Además de estos valores, observaron en ti unas cualidades humanas distintas al común de los demás escolares; “compartías y departías con todos los compañeros como si fueran de tu propia familia” y, a veces, según los maestros más. Además de ser un alumno brillante, participabas en los recreos y fuera de ellos con el resto de tus amigos y compañeros de clase, en todos los juegos y divertimentos que se organizaban y que estaban permitidos.

Tu adolescencia y juventud transcurrió en Ulea como la de muchos uleanos y, aunque tenías afinidad por las humanidades, profundizaste en los conocimientos de matemáticas y, en particular, contabilidad; que alternabas con labores de la agricultura, en compañía de tus hermanos a las órdenes de “Alfonsico”, encargado de las fincas de tus padres. De él aprendiste toda la normativa de un buen agricultor; el cuándo y el cómo se debía: cavar, abonar, escardar, injertar, regar, fumigar y ¡saber vender el género y a quién! Era importante, primordial diría yo, no vender a cualquier farsante y quedaros sin poder cobrar el importe de los frutos que tantos sudores costaba sacar a flote.

Fuiste un joven alegre y dinámico; motivos suficientes como para que te gustara pasarlo bien. En compañía de un grupo de amigos, más o menos de tu edad, organizasteis un elenco musical con instrumentos de cuerda, instruidos por el maestro de música Vicente López Abenza y con la colaboración de Isaías Garro Valiente y su sobrino Pepe Carrillo Garro (Pepe el de la música). A ese grupo músico—vocal, se le fue uniendo gente joven del pueblo y, cada uno aportaba cuanto sabía, podía y le dejaban. Lo pasabais muy bien y era tanto “el jaleo” que hacíais que toda la juventud uleana- sobre todo las adolescentes, más o menos, de vuestra edad- os seguían a los lugares en donde os reuníais y poníais en escena vuestros conciertos de música de cuerda y, como no, a los bailes populares que organizabais. Un buen día, uno de los miembros del grupo, muy aficionado a la pirotecnia, se le ocurrió la idea de confeccionar un petardo y conectarlo al picaporte de la puerta de unos ciudadanos uleanos. Tras prenderle fuego a la mecha, pegó tal explosión que los moradores de esa casa salieron despavoridos. A raíz de estos acontecimientos, el grupo de amigos que componíais “la pandilla”, fue bautizado con el eslogan popular de “La Panda del Trueno” y, con ese nombre pasasteis a formar parte de la historia de nuestro pueblo. El grupo lo componíais: Pedro Soler, José Moreno, Antonio Abenza, los hermanos “caravana” (Antonio y Joaquín), Andrés López, Manuel Yepes, José Luis Garro, José María Pérez Poveda, Paco López, Fausto Carrillo, Ángel Garro, Gumersindo Abellán, tu hermano y, tú. Posiblemente me habré olvidado de algún otro, porque eran legión los que compartían vuestras inquietudes; os acompañaban en todos los eventos que organizabais y os ayudaban en cuantos menesteres eran precisos.

Fuiste joven y por tu sistema circulatorio “corría sangre cargada de hormonas”. La primavera irrumpió en ti, como en cualquier joven y, te enamoraste de una bella uleana. Vuestra relación no fue muy duradera y acabasteis dejándolo ¿Es posible, Damián, que ya, estuvieran llamando a tu cerebro, indicándote otro camino a seguir? De siempre has tenido mentalidad de servicio y escogiste el camino del celibato. De todas formas, solamente tú, sabes cómo y cuándo fue esa llamada tan poderosa que fuiste capaz de dejarlo todo cuanto habías conseguido y seguir por el camino que, en definitiva, ha sido y sigue siendo, la aventura de toda tu vida.

Aunque nunca se conoce a nadie lo suficiente, considero que entre tú y yo siempre ha existido una gran empatía. Compartíamos valores personales y prescindíamos de lo superfluo. Al alzar la vista intuíamos las vivencias del otro como si fuéramos capaces de hacerle una radiografía.

Sí, Damián, a nivel personal has sido y eres una persona sencilla y desprendida. No atesoras riquezas ni poder y, diría más: ni lo deseas. Te conformas con muy poco; con lo necesario, aunque a veces te encuentres en apuros para cubrir tu mínimo vital. Hay una frase que ha sido el denominador común de nuestras vidas y que en su día acuñamos como santo y seña de nuestro peregrinaje por la vida, tú más que yo; estoy seguro. Dicha frase, dice así: “Cada cual es dueño de cuanto da; de cuanto deja y esclavo de cuanto se lleva”.

La vida te sonreía, tu sencillez y saber estar te hacían merecedor de ese premio y, antes de cumplir los 21 años, concretamente en el mes de agosto del año 1955, se inaugura la oficina nº, 85 de la Caja de Ahorros del Sureste de España, sita en la calle José Antonio nº 6, de Ulea, siendo tú, Damián, el primer empleado y director de la misma. No estuviste mucho tiempo en el cargo, porque, enseguida, tomaste la decisión de marchar al Seminario Diocesano, de Murcia, para efectuar los estudios de Sacerdote. Atrás dejaste tus amores y tu profesión; elegiste un nuevo sendero que sería el inicio de esa vida de entrega consagrada a atender las necesidades del prójimo: las corporales y las espirituales.

Con gran aprovechamiento, cursaste los estudios correspondientes y, el día 22 de julio, de 1967, a las 8 de la tarde—noche, fuiste ordenado Diácono, por el Obispo Monseñor Lecuona, en la plaza de Ulea; ante tu pueblo. En el mismo acto se ordenaron, José Carrillo Herrera, como Diácono y Aurelio Carrillo Hita como Presbítero. Esta efeméride fue recogida por el diario “La Verdad de Murcia” del día 23 de julio de 1967, con gran despliegue informativo. Recibiste, Damián, de manos del Obispo del I.E.M.E. Monseñor Lecuona, “Los Santos Evangelios” y fuiste revestido con “La Estola” y “La Dalmática”.

Plenamente convencido de que el camino que habías elegido era el correcto, el que tú anhelabas, te ordenaste como Presbítero en Ulea, el día 6 de julio de 1968 en la plaza mayor del pueblo, ante los tuyos, que éramos todos los uleanos; sin distinción de clases sociales. Allí, el Obispo de Sila (Vietnam del Norte), Monseñor Truong Cao Dai, tras la imposición de manos de todos los con-celebrantes y, después de revestirte con los ornamentos sacerdotales, te ordenó Presbítero de la Diócesis de Cartagena-Murcia, ante el clamor enardecido de todos los presentes. Mención especial para D. Emilio Riquelme Sánchez (actual cura Párroco de Ulea) y tu verdadero mentor, D. Patricio Ros Hernández. Ambos disfrutaron hasta límites insospechados.

En el poco tiempo que estuvo en Ulea, Monseñor Cao Dai, departió con infinidad de uleanos y alabó su sencillez y el cariño que le demostraban al nuevo Sacerdote. A preguntas del reportero de La Verdad de Murcia, confesó que tiene el billete de regreso, pero que razones de salud y políticas, le impiden regresar a Saigón. Con su vestidura talar, totalmente de blanco, fue rebautizado, por gran sector del público uleano, con el nombre de “El Papa Blanco de Vietnán”.

Entablaste una amistad casi fraternal con un cordobés, llamado Pepe Mena, en el Seminario Diocesano de Salamanca; en donde coincidisteis durante tres cursos, ya que Mena dejó los estudios al acabar tercero, por problemas de salud. A él le enviaron a estudiar Latín y Teología desde el Seminario de Córdoba y, a ti desde el Seminario de Murcia Allí os mandaban a cursar dichos estudios a quienes comenzabais con algún año de retraso, vocaciones tardías se les llamaba Durante cuatro cursos permaneciste en el Seminario salmantino y regresaste al Seminario Mayor, de Murcia, en donde acabaste los estudios. Con Pepe Mena coincidiste, en Salamanca y, desde entonces se estableció una amistad inquebrantable que perduró hasta su fallecimiento, a causa de sus graves problemas respiratorios; a pesar de que no siguió los estudios eclesiásticos y regresó a su ciudad natal, Córdoba. Este mocetón cordobés, era amable y dicharachero, y no tardó en adaptarse a la forma de ser de los uleanos. De hecho, se identificó, plenamente, con todos sus ciudadanos, siendo considerado como uno más del pueblo. Él, así lo percibió y, durante más de 40 años se sentía tan a gusto como en su propia casa.

Al poco de ordenarte Presbítero, coincidimos en Ulea aprovechando unas vacaciones navideñas. Muchos ratos los pasamos juntos y disfrutamos contándonos nuestros proyectos profesionales y vocacionales. Sí, Damián, para llegar a la meta que nos habíamos trazado necesitábamos transitar por un camino muy escabroso y, además de ilusión, necesitábamos verdadera vocación y, esa era nuestra gran valedora.

Un día quedamos en vernos en tu casa y, tu madre, diligente como siempre, nos sirvió un café para amenizar nuestra extensa conversación, plena de proyectos maravillosos; algunos utópicos, pero proyectos, al fin y al cabo. Llevábamos más de cuatro horas cuando llama, a la puerta, mi madre. Le abre la tuya y, al decirle que estábamos charlando de nuestras cosas, decidieron no molestarnos. Matilde y Encarna, salieron al portal de tu casa y siguieron, un rato, en amena charla. Contentas y distendidas saludaban a cuantas personas pasaban por allí. Al poco, mi madre se marchó, sabedora de que estaba en buena compañía y, al instante irrumpe tu hermano Pepe (el mellizo) y dimos por acabada la conversación. En ese momento, decidimos dar un paseo, para desentumecer los músculos, pero, previamente, le dices a tu mellizo que nos haga una foto, con el fin de tener un recuerdo testimonial de nuestro encuentro. El fotógrafo improvisado, se esmeró en encuadrarnos en un buen paisaje y en ella quedamos inmortalizados, dos curas; uno del cuerpo y otro del espíritu, aunque siempre hemos estimado que ambas van imbricadas.

Durante el paseo, que alargamos hasta “La Capellanía”, tú lucías tu distintivo sacerdotal, sotana incluida y yo una vestimenta tradicional. Cuando nos veían pasear en amena charla, a alguien del pueblo se le ocurrió decir que “ambos teníamos alma de Misioneros” y que yo me iba a ir de Misionero seglar, como médico. Esos rumores se acrecentaron cuando la foto, antes citada fue revelada y salió a la luz pública.

Con posterioridad ¡Oh, paradojas de la vida¡ el día 15 de noviembre de 1968 al quedarse pequeña la oficina de la Caja de Ahorros de Sureste de España, de la que fuiste el primer operario y director, se inauguró un nuevo local, en la calle O’Donnell, 34 y te dignaste efectuar la bendición de la nueva sede. Un ardid, característico de ti, te empujó a componer una oración especial para dicho evento. Dice así:

“Señor Dios, que en tus designios de amor has dispuesto que los hombres, tus hijos, con su trabajo dominen y santifiquen todas las cosas y qué, con el regalo de tu gracia nos concedes el qué, amándonos unos a otros, construyamos tu Reino en la Tierra: Escucha nuestra oración y dígnate bendecir esta casa y estas oficinas, para que aquí se trabaje y se viva solo en tu Santo Nombre. Que los que dirijan esta institución no tengan más norma de vida que la de tu Evangelio; que es entrega y amor. Que toda la familia de la Caja de Ahorros viva, en alegre y generosa hermandad, el mejor testimonio de justicia, de servicio y de amor. Que en esta obra, por la gracia de Dios, que habita entre los hombres, pueda encontrar ayuda el necesitado, paz el que se encuentre angustiado y, todo hombre, la solidaridad de los demás, la virtud y la alegría del bien. Concede, pues, Señor, tu bendición y la gracia para que los hombres la mantengamos presente en nuestra andadura cotidiana. Por Cristo, Nuestro Señor”.

En los mentideros eclesiales, ha circulado tu nombre, con insistencia, como candidato para ser Obispo, pero, me consta que no has sido una persona de apetencias ostentosas. Tus valores personales y académicos, han sido reconocidos por todo el clero de la Diócesis de Cartagena—Murcia; incluso allende nuestras fronteras. De hecho fuiste Formador, en el Seminario de Granada e, incluso, Rector y has ocupado cargos de sacerdote de “a pie”.

El homenajeado junto con la actual Corporación y el cronista de Ulea.

El homenajeado junto con la actual Corporación y el cronista de Ulea.

Aunque no has tenido nunca ningún cargo oficial en Ulea, siempre has acudido y acudes, a cuantos eventos te ha invitado el Párroco de turno de nuestro pueblo. Además, ante la sugerencia de cualquier uleano has estado presto para que les casaras, bautizaras a sus hijos, les dieras la primera comunión, el Viático, o enterraras a sus seres queridos. También te has escapado muchas veces para estar un rato en la cabecera de algún enfermo o personas que han necesitado de tus consejos. Para orgullo tuyo y nuestro, la palabra “no” apenas ha existido. Aún hoy, a pesar del paso de los años, eres una persona con la que contamos todos los uleanos y, lo más importante; confiamos en ti.

El tiempo ha discurrido y hemos desarrollado nuestra profesión vocacional, hasta el límite de nuestros conocimientos y posibilidades y, hoy, en el ocaso de nuestras vidas, te dedico este sencillo y merecido homenaje. Si, Damián, tu trayectoria profesional y humana, te han hecho acreedor a este agasajo que te hace el pueblo de Ulea.

Tu trabajo se hizo oficial desde el año 1968 comenzando como Coadjutor de la Iglesia Parroquial de Santa María de Gracia, en Cartagena. Dadas las cualidades que atesorabas, el Rector del Seminario San Fulgencio de Murcia, te envió al Seminario de Granada en donde te adjudicaron la tarea de “Formador” de los alumnos que enviaban desde Murcia. También ejerciste de Rector. En total permaneciste en la ciudad de la Alhambra unos 6—7 años. Durante tu estancia en Granada te licenciaste en Teología.

Al acabar tu misión, de Formador regresaste a Murcia y el obispo te destinó, nuevamente, a la Parroquia de Santa María de Gracia de Cartagena, pero en esta ocasión, el Párroco de dicha Iglesia, entrado en años, le sugirió al Obispo que cuando se jubilara quedaras tú como Párroco. En esta segunda etapa, en la ciudad departamental, permaneciste durante siete años.

Desde Cartagena te trasladaron a la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Molina. Durante tu estancia en Molina fuiste nombrado Vicario de Zona (Suburbana I). Para desempeñar tu nueva Misión Pastoral, fuiste liberado de tus obligaciones parroquiales. En total, permaneciste en Molina otro ciclo de siete años aproximadamente. Ni que decir tiene que además de tu cometido como Vicario, seguías ayudando en tareas parroquiales a quienes lo solicitaban. En Molina de Segura coincidiste con dos uleanos, formando un trío clerical; totalmente de nuestro pueblo. Esa circunstancia os hizo que pasarais juntos momentos de trabajo y de asueto. A continuación, Pepe y tú fuisteis trasladados a Murcia y, Aurelio, de forma sigilosa hizo mutis por el foro y, “se marchó al Más Allá”. Como consecuencia, se produjo la diáspora.

En Murcia, el Señor Obispo te encomendó la tarea de Director Espiritual del Seminario Mayor de San Fulgencio, cargo que aún desempeñas, aunque compartido, desde tu jubilación oficial.

Con posterioridad, fuiste nombrado Canónigo Penitenciario de la Santa Iglesia Catedral de Murcia, cargo que ostentas en la actualidad, además de ser Capellán de las Monjas Benedictinas del Monasterio de la Fuensanta.

El paso de los años limita nuestra actividad; es ley inexorable de la vida. Siempre, sin embargo, has tratado de restarle importancia a los inoportunos achaques que han ido apareciendo, diciendo que son cosas del tiempo y, sin esperar respuesta, has continuado: Sí, si; “cosas del tiempo que tenemos”. Sin más, esbozabas una sonrisa y mirabas hacia adelante.

En todos mis eventos personales, tanto literarios como humanísticos, has estado presente; como uleano y como amigo. Me has prologado varios libros, me has presentado como conferenciante, has moderado mesas redondas en las que he expuesto asuntos de interés humano y científico. En una palabra, en los eventos más importantes de mi vida,”has estado tú” Por tu colaboración y entrega; ¡gracias, Damián!

Con tu forma de ser y actuar y, sobre todo, por tu sencillez y humanidad has enarbolado tu bandera en lo más alto, tanto en tu faceta de uleano como a nivel personal. Siempre has sido una persona carismática, cercana y abordable. Estos atributos te han dado un valor de muchos quilates y, desde mi modesta atalaya suscribo el argumento de Jesús de Urtiaga en su libro “EL VALOR DIVINO DE LO HUMANO”

Sí, Damíán, no son flores de un amigo que te estima; es el sentir de todos los uleanos, quienes auspiciados por la Corporación Municipal, me han elegido como uleano y cronista, para que el pueblo de Ulea, en su conjunto, te ofrezcamos este merecido homenaje.

UN FUERTE ABRAZO

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