MARRAXU, LA TERNERA DEL MAR

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Hacía años que no veía maraxos, ya no digo el enorme pez que se rulaba en la lonja de Lastres (Colunga), sino piezas tipo lomos o filetes, en venta en las pescaderías asturianas.

Por eso, ahora que he encontrado un supermercado que ofrece buenos trozos de tal pescado, mi recuerdo y mi placer son enormes.

«¿Qué ye un marraxu?», se preguntarán muchos de ustedes.

En Lastres (y supongo que también en otros puertos pesqueros asturianos, llamamos «marraxu» (en castellano, marrajo) a dos tipos de escualos, el marrajo propiamente dicho (Isurus oxyrhynchus Raf.), y el cailón (Lamna nasus Bonn.); ambos de gran tamaño (pueden medir entre 2 y 6 m) y peso.

Su voracidad es enorme: lo mismo se tragan un bonito o una raya, que una merluza, un besugo, una tragallada de sardinas o de caballas, un pulpo, una langosta… lo que atrapen.

¡Vaya, que están muy bien alimentados!

Dicen los pescadores que «los marraxos son pexes de cueru y huevu»; ¡vaya!, que no se andan con remilgos para atrapar a sus presas, aunque estas sean bonitos o atunes que, enganchados en el anzuelo de pesca, son llevados hacia el barco por los pescadores.

Por Tazones, puerto de desembarco accidental de don Carlos I, V Emperador de Alemania, a los marraxcos los llaman «padresantos» porque, dada la escasez y rareza de sus capturas, se pesca algún ejemplar cada cinco o seis años.

También se cuenta que, tiempos atrás, en las pescas de altura, el marinero encargado de la guardia nocturna se recostaba en su descanso y ataba a su pierna un aparejo de modo que si en el cebo enganchaba un marrajo, despertaba con los tirones y daba aviso a los compañeros para que, entre todos, pudieran capturar la pieza.

Por tierras del sur al marrajo lo llaman «la ternera del mar»; dada la exquisitez de su carne, que en Asturias nunca acertamos a apreciar en todo su valor.

Los buenos filetes de marrajo, asados a la plancha y complementados con un sofrito de ajo y una ensalada de cebolla, lechuga, tomate y aceitunas verdes son una delicia de paladar (véase la foto).

Pero a mi, ¿saben cómo me gusta el marraxu?

¡En escalopines empanados, sobre una base de láminas de tomate natural!

Los preparo así:

Compro un buen trozo de marrajo, muy fresco; le quito la piel y las zonas musculosas oscuras, y lo congelo.

Después, lo saco del congelador y cuando está a punto casi de descongelado, corto escalopines muy finos utilizando un cuchillo jamonero de buen filo.

Los salpimento al gusto y, ya tomada la sal, los empano pasándolos por huevo y pan rallado.

En una sartén con aceite de oliva frío dos dientes de ajo laminados y cuando estén dorados, los saco del aceite y reservo.

En ese mismo aceite, bien caliente, frío los escalopines de marrajo y los llevo a una fuente colocándolos, uno a uno, sobre una rodaja de tomate natural aderezada al gusto. Complemento con las láminas de ajo, aceitunas verdes y negras y unas patatas fritas.

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