AIRES DE FERIA (1)

POR SEBASTIAN BARAHONA VALLECILLO, CRONISTA OFICIAL DE MANGIBAR (JAÉN)

tiovivo

Una de las festividades más importantes del año en Mengíbar es la Feria en honor de su Patrona, Santa María Magdalena, festividad, que se remonta a los primeros momentos de la historia de la localidad, aunque se desconoce, concretamente, el tiempo y las circunstancias en que esta santa llegó a ser la Patrona de Mengíbar. Nos atreveríamos a decir que bien puede tener su origen en tiempos medievales, cuando Mengíbar era una aldea de la ciudad de Jaén, y, quizá por pertenecer administrativamente a la colación o barrio de La Magdalena, los mengibareños adoptaron a Santa María Magdalena como Patrona de Mengíbar. Lo cierto es que, desde entonces, Mengíbar la ha venerado y dado culto e, incluso, llegó a haber una ermita en Maquiz o las Torres, donde estaba la imagen de la santa, por cuyo motivo tenía lugar la Romería, el día de su festividad, 22 de julio, a la que asistían, además de los mengibareños, gran cantidad de forasteros. Aquella ermita hubo que ser demolida hacia los siglos XVII o XVIII por su estado ruinoso, y la imagen se trasladó a la iglesia de San Pedro Apóstol, donde, desde entonces, es venerada.

Por ello, el 22 de julio, desde tiempos inmemoriales, Mengíbar celebra su Fiesta a la Patrona, y por autorización gubernativa, organizaba también una Feria o mercado, a la que asistirían toda clase de comerciantes, que vendían sus preciados productos, muy probablemente, en las cercanías de la fortaleza o castillo, situado en lo que hoy es la plaza de la “Constitución”. El tiempo unió ambas festividades y hay constancia de cómo el Ayuntamiento organizaba las mismas. Así, en el presupuesto municipal de 1751, en el capítulo de gastos, aparece una partida de 520 reales de vellón para “la Fiesta de Santa María Magdalena, patrona de esta villa”. ¿Qué festejos organizaba el Ayuntamiento entonces con tal motivo? No lo sabemos ni, probablemente, podamos saberlo, pues no existen fuentes escritas. Quizá, además de la romería y la fiesta religiosa en la ermita, con la procesión por los alrededores, y de la feria de comercio, habría teatro ambulante, toros, carreras de caballos, bailes, etc.

Sin embargo, sí tenemos valiosos e interesantes testimonios escritos de cómo era nuestra Feria en siglos pasados, concretamente, el siglo XIX. Así, en la Revista de Feria del año 1946, en un artículo de don Carlos Cobo Gómez, entrevistando a un vecino de Mengíbar, Sebastián Catena Sánchez, éste cuenta sus recuerdos de la Feria de 1884. Nos dice, entre otras cosas, que “Entonces el Ayuntamiento no organizaba festejos, ni siquiera gastaba en fuegos artificiales ni farolillos; se limitaba a costear la fiesta religiosa en honor de la Patrona”. A la pregunta de dónde se montaba el ferial, dice que “Las casetas, que eran verdaderas tiendas, se situaban a todo lo largo de la calle del Pozuelo, donde los mengibareños compraban sus galas para las fiestas, y en la plaza de la “Constitución”, únicamente las “cunicas”, rodeadas de polvo, gente y gritos. En esas casetas era donde no solamente el novio compraba la tradicional “pañolá” para la novia, sino donde también la familia del mismo adquiría un regalo para la futura nuera.” Sobre los espectáculos que había entonces, dice que “Algunos años nos visitaban unos pobres titiriteros. Lo que sí venía siempre era una buena compañía de teatro, que preparaba un recinto cerrado con lonas, en el sitio llamado “Verde del Mesón”. Representaban las mejores obras de aquellos días, algunas en verso, pero casi todas en prosa y de asunto dramático”. Respecto a si había bailes en aquellos días, nos dice que “Bailes públicos, desde luego, no. En casas particulares sí se organizaban bailes y reuniones. De éstas, la mejor y más animada entonces, tenía lugar en casa de don Pedro Moreno García, que vivía en la calle del Pozuelo. En Feria esas reuniones se celebraban por las mañanas y se jugaba mucho a las prendas. Uno de esos juegos se llamaba “luz y media”, que consistía en averiguar a través del traje largo y la bota alta de las muchachas, el color de sus medias. De aquellas medias que lo mismo podían ser coloradas, verdes o negras”. Habla del dinero que se gastaba y nos dice que ”por aquellos días, las entidades y los hombres miraban mucho el dinero. Piense –nos sigue diciendo- que hablo de una época en donde las mujeres, al empezar a presumir, se hacían un vestido que ya les servía para toda la vida”. En otro momento habla de las mujeres de aquella época, haciendo un bello retrato: “Las pobres chicas que en pleno julio mengibareño iban vestidas con trajes de lana que barrían las calles, de manga larga y escote alto, botas muy bien abrochadas, sombrilla para que no las quemara el sol y abanico para hacerse aire y coquetear. Y detrás, como escolta, las mamás y un sin fin de ardientes miradas masculinas”. Respecto a cómo se vivía la tarde de la Feria nos dice: “Por las tardes, la gente paseaba por entre las casetas, subía a las cunicas y tomaba helado en un local que unos valencianos, todas las Ferias, abrían en los bajos de lo que más tarde fue Casino Viejo (actual casa de Maruja Álvarez Troyano). Después, a cenar y luego, al teatro. Y después otra vez a pasear entre las casetas y a tomar helado. Esto era la Feria”. Creemos que ese vecino nos ha dejado un bello testimonio de las Ferias de su juventud, que refleja las del último tercio de aquel siglo XIX.

Fuente: http://www.elblogdemengibar.com/

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