CON UÑAS Y DIENTES

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Brigola de Santa Justa. Reproducción J.Rufino Gea, “Historia de los oriolanos”.

Brigola de Santa Justa. Reproducción J.Rufino Gea, “Historia de los oriolanos”.

En muchas ocasiones, el interés y el tesón por defender intensamente y con mucha fuerza nuestros principios, decimos que lo hacemos con uñas y dientes. Insistimos en esa lucha, dejando en el camino toda nuestra energía hasta conseguir lo que deseamos. Y este combate en el amor, se ve reflejado en la letra de la canción del mexicano Vicente Fernández, que lleva por título el de esta “Vuelta a los puentes”, y que empieza de la siguiente forma: “Amor como el nuestro hay pocos/ hay que tenerlo presente/ por eso hay que defendernos/ siempre con uñas y dientes/. Y con éste título se filmó en 1977 una película española dirigida por Paulino Viota, interpretada por Alicia Sánchez, Santiago Ramos y Alfredo Mayo, enmarcada en el contexto de una huelga durante la Transición. Película que fue calificada como la primera española en la que se rendía culto a la lucha de clases. Pero, todavía no era un momento propicio para estos temas, y al parecer fue estrenada casi clandestinamente.

Pero, con uñas y dientes, se defendieron los oriolanos con el rey castellano Pedro I el Cruel, manteniéndose fieles a su monarca aragonés Pedro IV el Ceremonioso, que después supo reconocer su fidelidad con el privilegio de exención del morabatín o monedage.

Tal fue la fuerza e intensidad con que se defendieron los oriolanos que, para poder resistir en el cerco que se le infringió, ante la escasez de alimentos llegaron incluso a comer carne de “hombres y suelas de çapatos”. Así nos lo narra el historiador Francisco Martínez Paterna, en 1612. Pero abundando más en este asunto, el agustino oriolano, Francisco Gregorio Arques, en su Sermón de la Reconquista dedicado a las Santas Justa y Rufina, impreso en 1617, en Valencia por Felipe Mey, al centrase en el año 1368, narraba que, en el momento en que Orihuela pertenecía a la Corona de Aragón, gracias a su valentía y fidelidad que guardaron a su Rey fueron por éste recompensados como decíamos por algunos privilegios. El agustino narra el hecho bélico, dando a conocer que el Rey castellano pretendía que Orihuela debía de pertenecer a Castilla y no a Aragón. El Cruel, al percatarse que el Ceremonioso no podría auxiliar a sus súbditos oriolanos por estar “entretenido” en otras guerras, decidió poner cerco a la entonces villa, mandando venir desde Sevilla a 26 galeras y a otras muchas naves, entre ellas tres cargadas con ingenios de guerra que tenía en el puerto de Cartagena. Una vez comenzada la contienda, al tener conocimiento de ello, el oriolano Pedro Maza, “que en esta ocasión era capitán general de dicha ciudad”, decidió acopiar provisiones y pertrechos para el auxilio de su tierra. Para ello, envió cien mulas a Salinas para proveer de sal; mandó traer desde Barcelona veinte quintales de hierro, veinticinco de alquitrán, otro tanto de pez, diez de cáñamo y cinco de sebo, y maestros en todas “artes mecánicas”. Así mismo, hizo provisión de trigo, vino, cebada. Por otro lado, reparó los muros, torres y castillo. Demandó a la ciudad de Xativa para que le facilitasen veinte muelas de molino

El Monarca castellano arremetió con doce invenciones de guerra capaces de rendir a cualquier ciudad, a las que los oriolanos resistieron hasta la extenuación, con tal hambruna que les llevó a consumir además de lo indicado por Martínez Paterna, la carne de perros, gatos y ratones, llegando a sobrevivir 600 personas, de 7.000 que habitaban al inicio del cerco.

Todo ello, nos hace prestar atención a estas máquinas de guerra, que aparecen en los “Anales de Orihuela” de mosén Pedro Bellot, y que fueron reproducidas en la edición de Juan Torres Fontes, en 1956, y posteriormente en la revista “Moros y Cristianos 1979”. Así como, en la “Historia de los oriolanos” de J. Rufino Gea. Éstas, y otras más, son reseñadas, en 1791, por Josep Montesinos Pérez Martínez de Orumbella, en el tomo primero de su “Compendio Histórico Oriolano”, el cual titula como “Idea de las máquinas bélicas, con que fue combatida Orihuela; por conservar su lealtad y fidelidad”. Así refiere las siguientes:

“Bugola o trabuco” (brigola), tres de ellas se dispusieron en la peña, frente a cada una de las parroquias. Con grandes cordeles y lienzos se envolvían piedras que eran disparadas como una ballesta. Montesinos indica que Pedro el Cruel empleó catorce de estas máquinas que quedaron en la iglesia de Santa María de Murcia “hasta que se consumieron de viejas”.

“Bancos pinjantes”: Era una máquina muy pesada para transportarla y no podía ser quemada por estar cubierta con pieles frescas de vaca, con la carnada hacia afuera.

“Ariete”: Actuaba igual que el banco pinjante, pero era más fácil su desplazamiento.

“Catapulta”: “De monstruosa ferocidad y artificio”. Una de ellas se conservaba en la iglesia metropolitana de Valencia en época de Montesinos. Constaba de una viga o rollizo, hundida por medio, y en una parte que era un palmo más bajo, se ponía la saeta y en la otra el tiro. Con ella se podía matar tres o cuatros jinetes con sus respectivo equinos a más de mil pasos de distancia.

“La ballesta del trueno”: Fue encargada por Orihuela a Juan Bautista Togores, para la Guerra de los dos Pedros, e indica Montesinos que era una máquina bélica muy cruel.

“Ballesta del torno”: Se dice que era muy grande y que el historiador había visto una en la ciudad de San Felipe (Xátiva).

Como vemos, además de defender el amor con uñas y dientes tal como recomienda el mexicano Vicente Fernández, con estos mismas herramientas corporales nuestros antepasados tuvieron que hacer frente al Rey castellano, y encima alimentarse de todo bicho viviente. Menos mal, que al final el Monarca aragonés dejó claro aquel lema que orla nuestro escudo: “Semper prevaluit ensis vester” (Siempre prevaleció vuestra espada).

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