TAPAS, BANDERILLAS, PINCHOS Y «GILDAS»

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

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Asturias, en estos días, está de «Campeonato»; es decir, de Campeonato de Pinchos y Tapas; una «modalidad» más de minicocina, modernista e innovadora, que, basada en una tradición de obsequio al cliente, debe entenderse como «un producto de venta».

Se dice que la TAPA es un invento andaluz y también de los conventos de monjas.

Estas, cuando recibían a algún visitante, le obsequiaban con un vasito de vino dulce cubierto con una galleta o una pasta (era la «tapa»).

Otros cuentan que en tabernas y bares de Andalucía acostumbraban a cubrir («tapar») los vasos donde servían vinos, con unas rodajitas de pan y una lonchita de chorizo o de jamón para evitar que alguna que otra mosca, revoloteando por allí, «se metiera en el vino a darse un baño».

Pasado el tiempo el invento se amplió ensartando varias cositas en un palillo, combinando sabores al gusto del elaborador.

De ahí el nombre de PINCHOS o BANDERILLAS, recordando un poco la jerga taurina tan afianzada en tierras andaluzas.

Esto sucedió hace muchos, muchos años.

Vamos, ahora, a situarnos en el año 1946; recién finalizada la II Guerra Mundial.

Si yo les hablara de Margarita Carmen Cansino (1918-1987), hija del bailarín sevillano, emigrante en USA, Eduardo Cansino Reina, ¿sabrían decirme a quién me estoy refiriendo?

Me temo que no; así que se lo voy a explicar.

Margarita Cansino, la gran artista «sex symbol» de los años 1940-1960, fue nada más y nada menos que la genial y bellísima RITA HAYWORTH, actriz protagonista de muchas películas entre las que destacó la titulada GILDA (1946) dirigida por Charles Vidor y con actor principal (en mi época decíamos «mocín») a Glenn Ford.

Esta película, ¡oh tiempos de censura!, fue considerada como gravemente pecaminosa y todas esas cosas con castigo de infierno.

España, en los años de 1946 y siguientes, vivió tiempos de escasez y de racionamiento.

Faltaba «de todo» o escaseaba, pero «el vinín y el pinchín» eran consuelo de estómagos «alicaídos» y no era cosa de dejarlos en olvido.

Y aquí es donde entra en acción la inventiva de un hostelero donostiarra en su bar del viejo San Sebastián.

Se dijo: «Voy a alegrar el cuerpo de mis clientes con algo «picante» (una guindilla), algo andaluz (unas aceitunas) y un algo vasco-cantábrico (unas anchoas), todo ello ensamblado en un palillo.

Y para «estimular» el espíritu lo titularemos como la película más sexy del momento: GILDA.

Y así, de forma tan sencilla y popular, nacieron las GILDAS vascas: un PINCHO o BANDERILLA que aúna guindilla, aceitunas y anchoa en aceite de oliva.

Y con ellas, un vino peleón, recio, sabroso y en su punto de temperatura.

Lo otro, lo de ahora, lo que busca galardones de campeonato, es otra cosa.

Yo, que soy viejo, a lo de antes: vino tinto, gilda, y «pinchu tortilla».

NOTA.- Dedico este comentario a don ALFREDO GÓMEZ PANIZO, alma mater del grupo ADICTOS A OVIEDO.

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