
POR HERMINIO RAMOS PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Latedo es todo un mundo silencioso con una historia rica y a la vez escrita sobre una geografía privilegiada hasta lo infinito. Asestando sobre esa geografía que emociona cuando la pisas, y su altitud de 673 metros sobre el nivel del mar le permite ese dulce equilibrio de una climatología y que le hace posible conjugar en sus solaneras la vid y el olivo como si las suavidades atlánticas llegasen como perseguidas a estas latitudes, en las que el hombre con su tenacidad y su constancia ha escrito una historia y ha creado ese lugar acogedor lleno de encantos, de rincones sugestivos y unas gentes llenas también de esas virtudes.
El pueblo nos ofrece ese encanto de lo sencillo, de lo variado, donde la piedra ha escrito una vez más páginas llenas de calor y de valores humanos, siempre atentas a la clara visión que desde el campanario marcaba el toque de la hora junto al murmullo de reses y personas que llenaban el ambiente de esa vida diaria y común de un pueblo vivo.
Pero llegado el Adviento, Latedo adquiere una actividad de tono vivo y sonoro que le imprime el ritmo de su célebre lagar, una de esas piezas clave en el desarrollo de generaciones que lo cuidaron como el eje a la vez el recurso vial de su propio futuro. Cuidadosamente restaurado el molino de piedra nos explica con solo su presencia la memora vital del pueblo. Tres aspectos nos faltan de retratar: el primero su frontera húmeda, ese acogedor y noble Manzanas que desde 1864 marcó muy tristemente la Raya que separó a los hermanos que juntos escribieron las páginas más nobles de la historia.
Junto al Manzanas, recuerdo y testimonio del pasado ese Castillo del Mal Vecino, destacado en el relieve del término por el que bien merece un recorrido lento siguiendo senderos y atajos llenos de bellezas y atractivas sorpresas.
Cada pago o paraje es un rincón que invita a quedarse. Latedo es una especie de privilegio de la naturaleza que merece la pena conocer.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/