SE CUMPLEN 20 AÑOS DEL NOMBRAMIENTO COMO MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA Y CIRUGÍA • DISCURSO DE INVESTIDURA COMO MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA Y CIRUGÍA, DE MURCIA
Dic 13 2014

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Excelentísimo Señor Presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía. Ilustrísimos Académicos de esta Institución, que, con su solera, es germen de actividades científicas, también literarias, a niveles de vanguardia, en el majestuoso campo de la Medicina. Compañeros, familiares y amigos.

Hoy es un día memorable, para mí, por dos motivos: porque me da acceso a estar junto a personas, de las que tengo mucho que aprender y, porque reconozco que ha habido una concesión muy generosa hacia mi persona, pues, considero que hay compañeros que trabajan en el anonimato y han acumulado tantos méritos como yo, o más. Por todo ello; muchas gracias.

Al poner fecha a ésta efemérides y, sobre todo, titular el discurso de Académico; dudé. Mis dudas se fundamentaban en que insignes compañeros habían glosado sobre sus especialidades. De pronto pensé, que los médicos debemos transmitir, con mensajes escritos, cuantos testimonios nos ofrecen los enfermos; y le puse título: “EL MÉDICO Y LA LITERATURA”.

“El médico escritor y la palabra escrita”

Ríos de tinta hemos vertido, los médicos, y hemos editado manuscritos glosando la grandeza de nuestra profesión; en el encuentro con el enfermo. Pero escribir es algo más serio que llenar unas páginas; precisa comunicar ideas, utilizando, como vehículo e instrumento, voces y una terminología clara y correcta. Los Médicos Escritores, debemos ser ejemplares al usar con elegancia la alternancia de periodos cortos y largos; el sustantivo oportuno y el adjetivo exacto. Laín Entralgo nos pone en aviso para que no caigamos en los barbarismos, monotonía y pobreza lingüística.

Cuando el médico incorpora la literatura, a sus ratos de ocio, si lee y escribe con asiduidad, puede ser un baluarte inexpugnable a la hora de restaurar un lenguaje claro; sin que vaya en detrimento de la calidad imaginativa.

Olvidamos, con frecuencia, que escribir correctamente es hacerlo con sencillez; con claridad y espontaneidad, Cuando en el estilo del Medico Escritor impera la “CLARIDAD”, es porque piensa y escribe claramente. El mejor escritor es el que desarrolla un tema y se olvida de sí; para dejar que el argumento hable, por sí solo, con claridad.

Los Médicos Escritores, somos idealistas y románticos. Es cierto y no me avergüenzo de ello. El romanticismo entraña “CORDIALIDAD” y esta siempre va unida a la liberalidad, humanismo y comprensión. En una sociedad que vulgariza a las personas y su pensamiento, romanticismo es saber estar ante los seres y las circunstancias que le rodean y aislarlos, buscando en la medicina su historia, su drama y su filosofía.

Otra cualidad del Médico Escritor que yo diría primordial, es la “BONDAD”. El hombre de altas miras, el gran escritor, casi siempre es una persona carismática y, en ninguna profesión importa tanto la bondad, como en la medicina. Siempre, hermanada a la bondad, camina la “MODESTIA”: Es compañera inseparable.

En esta pléyade de cualidades, debemos hacer mención a la “GRANDEZA”. No dejarse amedrentar por el sentimiento, supone liberarse de la lisonja. He aquí la grandeza del Médico Escritor; pues grandeza es “SENCILLEZ”.

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El médico vocacional, preciado don cada vez más escaso, tiene como premisa un sentimiento dramático de la vida y es, por ello, por lo que ha elegido ser médico. Porque es lo que le aflige: “el sentimiento del prójimo”. Cuando una persona es capaz de sentir, en las ciencias o en el arte, este sentimiento emocional, procurará dar su mensaje. Por eso, el Médico Escritor, se da con asiduidad y, tiene motivos para ello. Unas veces porque esa emoción le acongoja y le duele y, otras, porque esa emoción le produce un placer estético.

El médico tiene motivaciones suficientes, para escribir o plasmar en un cuadro o una partitura, las excelencias de sus vivencias. Estoy totalmente de acuerdo con el Dr. Fernández Zumel cuando narra en sus escritos que el hombre mantiene tres actitudes:

– El hombre que percibe y consume (no aporta nada a la sociedad, pero constituye la mayoría).
– El hombre que percibe y transmite (contribuye con su trabajo e inquietud a la tarea comunitaria).
– El hombre que percibe y crea (este que se constituye en minoría, es el que hace posible el progreso de la humanidad. De esta necesidad de crear y recrearse, nace el Médico Escritor.

La Historia de la Medicina, está plagada de grandes Médicos Escritores y, a ellos está vinculada. Al escudriñar en la Literatura Universal, nos sorprende la cantidad y calidad de literatos que han sido, y son, médicos.

Por ello, con el fin de hacerles ameno el tiempo de que dispongo, voy a dar unas pinceladas sobre alguno de los más significativos médicos aunque fueron innumerables, que hicieron historia y que nos dejaron el maravilloso legado de sus escritos en los que narraban las vicisitudes acaecidas durante el ejercicio de su profesión. Hemos cogido su antorcha, que nos ha iluminado, aprendimos y seguiremos enriqueciéndonos con los que nos precedieron, los contemporáneos y los venideros.

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El médico es manantial del que brotan experiencias, de forma ininterrumpidamente. Esta fuente inagotable de vivencias puede ser canalizada y transmitida, si tiene la valentía y generosidad, de plasmarla en un libro. Aquí nace el Médico Escritor; el que tiene necesidad de comunicar más allá de su propia existencia física.

Afortunadamente, cada vez, son legión los “atrevidos” que consideran prioritario dejar escritas sus vivencias; para que nos enriquezcamos con ellas.

Médicos ilustres han glosado sobre la naturaleza, arte, historia, política, humanidades, etc. Además de sobre el quehacer profesional, en el ejercicio de la medicina. Todo ello ha quedado plasmado en libros qué, al adentrarnos en ellos, atisbamos la gran dimensión humana de los profesionales de la medicina.

Historiadores de prestigio han exaltado, hasta cotas insospechables, la calidad y capacidad, de infinidad de médicos, para legarnos unos tratados que han sido, y son un hito. Es probable, casi seguro que el contacto con los enfermos y su entorno, nos den argumentos privilegiados a cuantos médicos tenemos inquietudes literarias.

¡Cuántas facetas se han escrito, de la vida, que no han llegado a ser; nos han ayudado a vivir¡ Por tal motivo estoy de acuerdo con esta cita de Ortega y Gasset: “Aprenderemos a respetar los derechos de la ilusión y considerarla como uno de los quehaceres primordiales de la vida”…y añado; “Solamente son personas aquellas que renuevan, diariamente, sus ilusiones”.

Ya, desde los primeros tiempos que tenemos constancia, se reunían médicos y filósofos, con la finalidad de elaborar comunicados conjuntos qué, después pasaban al “Correo del Escriba” para darles difusión.

Aristófanes consiguió reunir en su casa a Anaxágoras, Empédocles, Anaximandro, Tales, Anaxímenes, Heráclito, Demócrito y Pitágoras. Nuestro gran poeta cómico, Aristófanes, ha tenido a bien reunir en su casa a estos eminentes representantes de la filosofía griega. El tema central de la reunión versaba sobre “Los filósofos, la medicina y la literatura”. Con ellos sostiene una desordenada discusión sobre “la influencia de la Filosofía en la Medicina”. Todo ello, para nuestro deleite, quedó escrito.

Aristófanes llevó al teatro una obra literaria titulada ¡”Esperando a Godó”! Sostenía, para mí tiene palpitante actualidad que, En la vida, todos somos unos comediantes. El mejor argumento es la vida misma; si está escrita sobre parámetros médicos, adquiere una dimensión sublime. Por todo ello, el Médico Escritor, es el que puede hacer una interpretación privilegiada de “La gran Comedia de la Vida”.

Corría el siglo V antes de Jesucristo, cuando un pasaje de Pluto, “la nueva Comedia de Aristófanes”, levantó violentas polémicas en los medios médicos atenienses. Este episodio describe, de una manera abusiva para unos y muy cercana a la realidad para otros, el tratamiento dado en el templo de Asklepios a cuyos sacerdotes acusó de charlatanes. Acabada la obra qué, tras ser escrita fue llevada al teatro, puso el siguiente epílogo: ¡”Queridos lectores; vosotros mismos juzgaréis”!

Estas reuniones, entre Médicos y Filósofos, proliferaban y, en una de ellas pasaron al “Correo del Escriba”, en el siglo IV antes de Jesucristo, el siguiente comunicado; para que se le diera difusión: “HIPÓCRATES DE COS—MÉDICO HUMANISTA—HA MUERTO; LA MEDICINA ESTÁ DE LUTO”.

Una tras otra se han ido apagando las voces ilustres que han dado a este siglo IV antes de Jesucristo, la que la Historia no podrá dejar de llamar “El Siglo de Pericles”; su resonancia y su grandeza. Anaxágoras, Sócrates, Herodoto, Demócrito, Eurípides, Aristófanes, Esquilo; han muerto y, a su vez, Hipócrates de Cos, acaba de morir.

Pero ¿Han desaparecido, verdaderamente, aquellos que nos dejaron tantas obras inmortales? ¿Puede morir aquél a quien Platón, en “Protágoras” a comparado a Policleto y a Fidias, aquél a quien, en su libro “Política”, Aristóteles acaba de llamar “El Grande”; aquél que es el nuevo fundador de la Medicina?

Privilegiado nacimiento el suyo. Hipócrates descendía de los dioses por Esculapio y Hércules; biznieto de reyes y nieto e hijo de los Asklepios de Cos. Es, sin duda, esta triple ascendencia, la que predestinó al niño a llegar un día a cumplir la gigantesca obra y lograr, al fin, “poner orden en el caos”: sentar las bases del arte de curar.

¿Qué otro genio hubiese sabido conciliar la antigua práctica, todavía dominada por el empirismo, la magia, los mitos, con la nueva ciencia iluminada por el razonamiento y la observación? ¿Qué otro genio hubiera tenido el atrevimiento de rechazar, al mismo tiempo que los ritos inútiles, el velo misterioso de los “hierofantes” y exponer sus descubrimientos fuera del templo; a la luz de la Razón?

La doctrina hipocrática, en la cual los grandes filósofos griegos han querido ver el triunfo de la inteligencia de la “Hélade”, de este espíritu de duda, siempre alerta, siempre lúcido, con su irresistible deseo de generalización, unido a una observación fructífera y penetrante, que no deja escapar el más mínimo fenómeno o detalle.

Al abrir cualquiera de sus obras capitales como: “Aforismos”, “La Antigua Medicina”, “El Juramento”, “La Ley”, “Preceptos” y tantas otras, se descubre por primera vez, desde los comienzos de la Medicina un conjunto verdaderamente enciclopédico; una armoniosa síntesis de los conocimientos adquiridos a través de los tiempos; la conjunción del trabajo pertinaz y metódico de toda una vida.

De aquí en adelante, “El Arte de Curar se ha convertido en Ciencia”. Ha adquirido un rigor, un orden y un método. El porvenir de la medicina se presenta brillante, “gracias a la herencia que deja Hipócrates en sus legados”. Aquellos qué, en el discurrir de los tiempos, pretendan ignorar o no reconozcan sus lecciones; no conseguirán sino equivocarse.

Pero “El Viejo de Cos”, no ha dejado únicamente una técnica. En nuestra profesión todo está unido al dolor y, él, ha dejado, asimismo, una ética profesional. Mientras haya personas que sufren y esperan y otros que se esfuerzan en ayudarles; mientras que en una consulta médica se lleve la unión de una conciencia y una confianza; el pacto del enfermo y el médico vendrá determinado por las leyes del “JURAMENTO HIPOCRÁTICO”.

MÉDICOS ESCRITORES Y ESCRITORES MÉDICOS

Es frecuente encontrarnos con médicos que obtuvieron gran prestigio en el ejercicio de la medicina y en actividades literarias, de gran relevancia. A pesar de ello, esta última, nunca ensombreció, ni redujo, su quehacer y prestigio como médico. A estos les denominamos “Médicos Escritores”.

En España tenemos genuinos representantes de esta forma de ser médicos y escritores: Gregorio Marañón, Laín Entralgo, Vallejo Nájera, a la cabeza de un maravilloso elenco. Pero entre ellos a pesar de que me es difícil elegir y con el riesgo de equivocarme, dada su gran personalidad, su forma de ser y ejercer como médico, y la de ser un escritor de “Literatura profunda y transcendente”; haré especial mención a Gregorio Marañón y Posadillo, como “abanderado de los médicos escritores”.

Marañón, en su doble vertiente de Biólogo y observador, escribe y describe todo cuanto siente y percibe en su mundo, siendo muy riguroso consigo mismo, al ser ecuánime y comportarse con objetividad apasionada ante los hechos; huyendo de los dogmatismos que tanto ofuscan la mente.

Leer es fácil; pero leer, anotar y escribir; requieren mucho tiempo. Él se llamaba “Trapero del tiempo” y, como dormía poco y muchas madrugadas se las pasaba escribiendo, es por lo que se explica el milagro de “Marañón y su obra”.

Hoy no tenemos tiempo de escuchar y es, quizá, el fallo más grande de la Medicina Moderna, ya que la escasez de tiempo produce la incomunicación del hombre. Una máxima aprendí en mi infancia y me ha sido de enorme utilidad; dice así: “Para bien hablar hay que aprender a escuchar”. Marañón repetía, hasta la saciedad, en discursos y escritos, que la primera cualidad del médico era “Saber escuchar”. El Médico existe en compañía del prójimo; solo, no es nada.

Glosaba en sus escritos, tantas veces como la ocasión lo requería: lo que adentra a los médicos hacia los remansos del arte, es la necesidad de lo permanente. La búsqueda de otras actividades que contribuyan a enriquecer el ejercicio clínico, es una necesidad prioritaria para muchos profesionales.

Evocando a D. Santiago Ramón y Cajal, por el que sentía una gran admiración, decía: “no deben preocuparnos las arrugas del rostro sino las del cerebro, que esconden y no transmiten las vivencias percibidas”. Proseguía diciendo: “La memoria es un Archivo de lo pasado, lucimiento del presente y único consuelo de la senectud”. Tras la jubilación en el ejercicio médico, viene la recopilación de nuestros actos y la transmisión de legados en documentos escritos.

Marañón, al cual tuve la suerte de escuchar un par de veces, hasta su fallecimiento en marzo de 1960, impresionaba por su profunda sencillez; un binomio muy difícil de articular, si no se tiene el talante humano qué, él, atesoraba. No cabe la menor duda que el ejercicio profesional de la medicina fue un torrente argumental, inagotable, para el arsenal literario que nos ha legado.

Los historiadores cuentan qué, en la década de los años 50, su nombre se barajaba como candidato a Premio Nobel. Entendidos de aquella época, atestiguan que estuvo más cerca de obtenerlo como escritor que como médico.

De Freud decían los colegas de su época, que no era médico sino literato. De forma parecida nos podríamos pronunciar con Vallejo Nájera, Zumel, Laín Entralgo y tantos otros entre los que tenemos un precioso ramillete y que no enumero por temor a olvidarme de alguno.

En la vertiente opuesta a los Médicos Escritores, tenemos a quienes estudiaron la carrera de medicina, quizá sin mucho entusiasmo y se dedicaron a la noble tarea de escribir, con profundo conocimiento de la psicología del hombre y una extraordinaria personalidad literaria que transmite, de forma indeleble, a sus personajes. El representante más genuino, de lo que interpreto como escritor médico, lo tenemos en Pío Baroja.

LA SOCIEDAD MÉDICA

La Asociación de Médicos Escritores y Artistas, fue fundada en el año 1918, cuando se constituyó la Asociación de la Prensa Médica. Sin embargo, la Asociación nace, realmente, en el año 1928, por iniciativa del prestigioso Dr. Mesonero Romanos. Tras una época, sin apenas actividades, de unos cuatro años, es elegida la primera junta directiva, presidida por el Dr. Núñez Grimaldos, quien le imprimió un marcado matiz humanista.

Se respira, en la Asociación, un aire de respeto y transigencia, tanto en sesiones públicas como en los “Ágapes Literarios”. Siempre se escuchaba, y respetaba, cualquier opinión; sin distinción de ideologías ni credos políticos.

En las Actas y documentos, no se perciben ni intuyen pasiones ni sectarismos. A todos anima, de hecho, lo que es característica primordial del “Médico Liberal y Humanista”: Hermandad, sentimientos de nobleza y generosidad.

La Asociación de Médicos Escritores, suspende todas sus actividades, desde 1936 hasta octubre de 1939, fecha en que se reanudan de una manera informal, ya que, cualquier reunión, era puesta en cuarentena y “las Autoridades Políticas y Religiosas, las miraban con lupa”. Por fin las Sesiones se reanudan el 16 de octubre de 1943, gracias a una propuesta del Dr. Velasco Pajares, aunque sujetas a controles, tanto de lo que se debatía como de lo que se escribía.

Núñez Grimaldos, Vital Aza, Velasco Pajares, Bosch Marín, Blanco Soler, Izquierdo Hernández, Zumel,etc. ocuparon, sucesivamente, la Presidencia de la Asociación, desde 1939. La inquietud que reinó hasta el año 1943, hizo que la Asociación tuviera serios problemas y estuvo a punto de desaparecer. Sin embargo, la figura del Dr. Izquierdo da vida y prestigio a la Asociación qué, a partir de 1964, irrumpe con tal fuerza que convoca reuniones, Premios Literarios, Sesiones de admisión de nuevos socios, edición de una Revista y, además, se consolidan contactos internacionales; asistiendo a estos certámenes, los Dres. Rico Avello, Izquierdo y Cortejoso.

Por méritos más que constatados, se otorgan Presidencias de Honor a Ilustres Médicos Escritores, como: Ramón y Cajal, Marañón, Verdes Montenegro, Lafora, Pittaluga, Sanchis Banús, Pulido, Palanca, Hernando, Laín Entralgo, etc. Estos nombres ilustres quedan vinculados a la Sociedad y así consta en “Actas”. Se acuerda que todo Presidente electo, al cesar, adquiera, automáticamente, esta distinción honorífica.

La Sociedad ha alcanzado, en los últimos lustros, una madurez y prestigio dignos de encomio. Una inquietud humanística, el fruto de una labor entusiasta y los destellos personales de sus Presidentes, con la ayuda inestimable de quien fue su Secretario General, el médico de Caravaca Dr. Álvarez Pérez—Miravete; afortunadamente entre nosotros.

Asistentes al acto de la Corporación Municipal de Ulea.
Asistentes al acto de la Corporación Municipal de Ulea.

La Sociedad Española y la Academia de Médicos Escritores y Artistas de la Región de Murcia, a la que humildemente tengo el honor de presidir, desean enriquecer las horas de ocio de los médicos y marcar un hito histórico y humanístico. “Por la cultura y la satisfacción de una vida llena de íntimas vivencias, podemos salir de la mediocridad y la angustia vital”, siendo reemplazadas por un estado de serena alerta, clarividencia y presencia de ánimo, ante cualquier situación adversa.

He aquí el acierto literario que demuestran, con frecuencia, los médicos sobre todo los que escriben en prosa, al ahondar, con precisión, en la condición humana, ya que “este acusado espíritu de observación condiciona el arte de un ejercicio de la Medicina bien hecha”.

Muchos Médicos Escritores, al ser preguntados sobre qué libro sería conveniente leer, para aprender medicina, no han dudado ni un instante para recomendar “El Quijote”, fiel testimonio de su tremendo humanismo.

Aboguemos para que la pluma ágil de los Médicos Escritores, vuele en libertad, pero, para ello; debemos estar vigilantes y evitar que sea secuestrada.

Con esta reflexión termino: “El MÉDICO, EN EL EJERCICIO DE SU PROFESIÓN, SIENTE CUANTO HACE, PERO, SI ADEMÁS LO ESCRIBE: LO SIENTE Y LO TRANSMITE”.

HE DICHO

MURCIA, 19 DE MAYO DE 1994

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