DÍAS DE EXALTACIÓN DEL CAMPO Y DE SUS PROTAGONISTAS

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).

Tiempo para ensalzar sentimientos como son el sacrificio y la entrega, el ecologismo y el amor a la tierra, el trabajo y la fiesta.

El Festival de la Castaña y Productos de la Huerta de Arriondas pretendió exaltar -un año más- la vida y el duro trabajo de aquellos y aquellas que han dedicado buena parte de su existencia a las labores del campo, tan imprescindibles ahora como en el pasado.

Se pretende destacar los méritos de quienes saben todo sobre arar, cavar, sembrar, escardar, abonar, sallar, podar o cosechar, entre otros trabajos.

Lo han aprendido porque lo han visto hacer a sus antepasados y es ahora cuando piensan que serán los últimos que lo hagan.

Se creen una especie en extinción porque -dicen- las tierras parece que ya no las quiere nadie, y llegan a creer que han perdido una buena parte de su vida entre tantos sudores y fatigas, o que su honradez y amor a la tierra han comenzado a ser cosa del pasado.

Durante siglos la agricultura fue el amor y el agradecimiento de la tierra, ella era la señora y ama de casa, pero las dos criadas que tenía -la economía y la política- han llegado a tal hipertrofia que han acabado por llenar la casa, y la que antes era dueña, es ahora la sirvienta.

Es prioritario defender un entorno básicamente saludable, ecológicamente rentable y esencialmente natural.

Mucho se va haciendo en ese sentido, y nuestro concejo de Parres no es ajeno a las mejoras de todo tipo que se pueden apreciar cuando visitas los pueblos que lo conforman, desde Llerandi a Fuentes, desde Fíos hasta Bada, desde Collía a Dego, desde Cofiño hasta Llames.

¡Cuántas falsas y pomposas declaraciones salen de las reuniones internacionales sobre medio ambiente y recursos naturales, como ocurrió durante las dos semanas pasadas en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26, reunida en la escocesa ciudad de Glasgow!

En esta aldea global en la que ya estamos instalados, la deforestación de un país atenta contra la riqueza biológica de todos, los venenos liberados en una orilla producirán enfermedades a los ribereños de la otra, el dióxido de carbono emitido aquí cambiará el clima de otro sitio y viceversa.

Abandonémonos a las perennes reencarnaciones de la Naturaleza; echémonos en brazos de la belleza que nos rodea: sombras y calores, fríos y aguaceros, vientos y serenos, auroras y crepúsculos; asombrémonos con las tonalidades mudables de los cielos y las policromías derivadas de la luz.

La tradición agrícola, ganadera, pesquera o forestal de nuestro concejo de Parres ha sido siempre su santo y seña. Abnegados y laboriosos campesinos y ganaderos, sin horas libres las más de las veces, trabajando de sol a sol, poco valorados y mal pagados, observan con asombro que aquello que la tierra, los ganados o los árboles les dieron tras tantos sacrificios, acaba llegando a manos del consumidor a un precio que fue creciendo de tan exorbitada manera que les causa sensación de bochorno, al ser ellos los menos beneficiados en esa cadena de manos por las que pasó el fruto de su sudor.

Cada año, los elegidos como Paisanos del Año vienen a representar a todos los labradores de nuestro concejo. En ellos honramos el trabajo bien hecho, el amor a la tierra y la serenidad que -en su madura expresión- dan ejemplo de una vida plena, como ha sido el caso en esta XXX edición del certamen, de Balbina Martínez Martínez y de su esposo José Luis Corteguera Calvo.

También se rindió homenaje al Pueblo Ejemplar de Parres, concediéndole esta distinción al núcleo de población rural cuyos vecinos destaquen en la conservación de su entorno natural, de su patrimonio histórico-cultural o artístico, así como en la realización de obras comunales para el beneficio vecinal, obteniendo el galardón este año la Asociación Cultural y Deportiva “Santa Marina”, de Bodes.

Entre los ritos mágicos del otoño, les castañes y el amagüestu forman parte primordial, leales protagonistas en la mesa -sobre todo en pasados tiempos de hambruna- subsisten ahora cocidas, asadas, hervidas, guisadas y hasta tostadas, como complemento alimenticio, acompañadas de sidra dulce o de leche, o bien convertidas en marrón glasé, o formando parte de la más variada y sabrosa pastelería.

En estos otoñales días parragueses de exaltación del campo y de sus dones, así como de homenaje a quienes entregaron su vida y sus afanes al mismo, les damos las gracias por habernos enseñado que la vida es mucho más que una adivinanza, es como una sidra que hay que beber o una música que hay que escuchar con atención, porque la vida no es una felicidad ni una desgracia: es una posibilidad maravillosa, y el llevarla a buen término es responsabilidad de cada uno.

FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez

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