DEL SANTO COPATRONO DE LA CIUDAD, SAN GREGORIO TAUMATURGO

POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (CANARIAS) 

Muchos son los que nos han preguntado el porqué de la veneración a ese obispo del Asia Menor. Normalmente, cuando nos referimos a San Gregorio, nuestras mentes vuelan en post de otro San Gregorio en este caso Papa, que por su ingente labor al frente de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, ya en vida lo apodaron El Magno. A éste, entre otras muchas cosas, se le atribuye la consolidación del nuevo calendario conocido por todos como Calendario Gregoriano.

Volvamos a nuestro doméstico San Gregorio Taumaturgo y hagámonos la siguiente pregunta: ¿Quién trajo la primera imagen de dicho Santo Varón y ¿Por qué levantó ermita bajo su santifica custodia? Tan pronto se termina la conquista de la Isla de Gran Canaria y se celebra el acto público de su incorporación a la nación más poderosa del orbe cristiano, Castilla. Hecho éste ocurrido el 29 de abril de 1483, día de San Pedro Mártir de Verona. Los conquistadores convertidos en colonizadores-pobladores, piden a la Corona normas precisas para que, por parte de las nuevas autoridades insulares, se entreguen datas de aguas y tierras, sustento de la economía insular.

En los llamados Llanos de Jaraquemada, se establecieron los límites de los extensos campos de cultivo de la familia Palenzuela o Palencia. Oriundos éstos de las tierras altas de Burgos, habían aportado durante los cinco años de la guerra de conquista: fortuna, hombres y armas. De tal forma que no ha de extrañarnos las bondades de La Corona para con ellos.

Si seguimos lo escrito por el antiguo Cronista Oficial de la Ciudad dr. Don pedro Hernández Benítez (Sacerdote, arqueólogo e historiador) en uno de los márgenes de aquellas fincas, dedicadas por entero a la caña de azúcar, se establecieron casas de esclavos (Berberiscos y negros), otras para gente libre que trabajaban a jornal o sueldo. Y a un tiro de piedra, el trapiche o ingenio azucarero con descampado o plaza para el primer almacenaje de la caña de azúcar, tras la zafra de la misma. También almacenes de todo tipo, así como cuadras (alpendres) e ingenio, no faltándole las acequias que conducían el agua y algún que otro estanque. A cierta distancia, la casa de los señores Palenzuela y junto a ella un Oratorio o Ermita de reducidas dimensiones.

En su interior, al menos dos imágenes, una representaba a Nuestra Señora del Buen Suceso por entonces protectora de las gentes de La Mar (Tal patronazgo lo perdió con posterioridad a favor de otra advocación Mariana: Nuestra Señora del Carmen). Y otra talla de pequeño tamaño, que representaba a San Gregorio El Milagrero o Hacedor de Milagros, es lo que en un idioma más culto llamamos Taumaturgo.

No hemos contestado aún a la pregunta y la respuesta es tan fácil como saber el origen exacto de la familia antes aludida. En un perdido pueblo burgalés, hoy casi deshabitado, se veneró durante siglos a nuestro Santo local. De ahí que, no ha de extrañarnos, que los Palenzuela, recordando a quien había sido su Santo Patrón lo entronicen en el nuevo Telde castellano.

Que sepamos, han existido hasta tres imágenes de ese Santo: La primera, presumiblemente era de piedra o alabastro y no superaría los 50-60 cm. de altura, de ella queda constancia gracias a la tradición oral (Con todo lo que tiene ésta de subjetiva). De la segunda, no hay problema a la hora de identificarla, porque se mantuvo presente en el Altar Mayor hasta los primeros años del siglo XIX, cuando fue sustituida por la actual; traída ésta a Telde desde los talleres de don José Luján Pérez, que tenía en la calle Santa Barbara en Vegueta. Hecho éste ocurrido en 1805 y que los Cronistas de la época reseñan como apoteósico, ya que ese día los teldenses lanzaron fuegos de artificio y bailaron la mojiganga (Papagüevos o Gigantes y Cabezudos). Pero ¿qué pasó con la segunda imagen, la que aparentemente se sustrajo del culto en la fecha antes señalada? Pues, de nuevo se impuso la cordura, el paroxismo de nuestra clase sacerdotal y sobre todo lo que hoy podíamos llamar reciclaje de ocasión.

Teníamos una talla de madera sobrepintada con un tamaño aproximado de un metro. Ésta se encontraba algo deteriorada, ya que había tenido una vida que superaba el siglo. Al llevársela a la Sacristía y mientras el pueblo entero y la feligresía en particular admiraba la extraordinaria imagen lujanesca, el párroco de entonces la pone en manos de un escultor o tallista ¿Para qué? Se preguntarán ustedes. En líneas generales debían restaurarla y con destreza, corregir el tamaño de la Mitra Episcopal, pues la que tenía era algo pequeña. Lo cierto es que, sin quitar ésta, se coloca sobre ella otra mayor, se trabajan los ropajes con pinturas de diversos colores y no se deja al azar la presencia, siempre ennoblecedora, de los estofados con pan de oro.

Y por arte de birlibirloque convirtieron a San Gregorio Taumaturgo en San Blas. Con ello, no se perdía la pieza artística, al mismo tiempo que se lograba contar con un nuevo Santo en el Templo. Desde siempre fue San Blas varón de respeto y devoción de las gentes, pues no en vano se le creía protector de las gargantas. En la parroquial de Los Llanos, cada 3 de febrero se celebraba solemne Eucaristía, bendiciendo el oficiante hilitos de San Blas, que adquiridos tras una pequeña limosna, se colocaban a manera de collar alrededor del cuello, pidiéndole al Santo la protección de todo mal de garganta durante el duro invierno. Esos hilillos se conservaban hasta el Miércoles de Ceniza que eran depositados en un cuenco para prenderles fuego y con las cenizas resultante poder marcar con una cruz la frente del penitente.

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

FUENTE: https://www.teldeactualidad.com/articulo/geografia/2022/11/23/382.html#.Y35jGXaTxa8.whatsapp

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