CARTA LOCAL. FEDERACION ESPAÑOLA DE MUNICIPIOS Y PROVINCIAS (FEMP). EL OFICIO DE CRONISTA

POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ. PRESIDENTE DE LA REAL ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CRONISTAS OFICIALES (RAECO) Y CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)

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Desde hace muchos siglos, y para dejar constancia de los hechos históricos, siempre han existido personas que, al amparo del poder se dedicaban a narrarlos. Así, dentro del séquito de los monarcas, el cronista era uno más. Eso, sí, con dosis de subjetividad a la hora de ensalzar las grandezas del amo de turno que era quien lo tenía asalariado, utilizando toda serie de detalles y un incensario para alabanza, dejando de esta manera constancia del reinado para la posteridad.

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Esto último, no es óbice para que otros, los menos, trastocaran dicha subjetividad en objetividad, a sabiendas de que en ello les iba el salario, su puesto de trabajo, y si se descuidaban la propia vida.

De hecho, el oficio de Cronista dentro del funcionariado real se remonta al siglo XV, considerándose que los primeros que ejercieron este trabajo fueron Martín de Ávila y Juan de Mena. A mediados del siglo XVIII eran denominados como Cronista general y particular, eran nombrados por la Corona e incorporados a la Real Academia de la Historia con el sueldo correspondiente, a tenor de lo decretado por Felipe V, el 25 de octubre de 1744.

En un principio, su salario era de 80.000 maravedíes anuales, mientras que el de los Cronistas de Indias era de 120.000. Sin embargo, al incorporarse a la citada Real Academia se equipararon en esta última cantidad. Al adscribirse a dicha Academia, se reconocía su oficio, se les protegía y les era expedido el título como Cronista.

Desde tiempos pasados, el Cronista al servicio de los monarcas era el encargado de dejar para futuras generaciones los triunfos y hazañas de los mismos. Así, entre aquéllos que desempeñaron este oficio, podemos anotar a Diego Enríquez de Castilla, Ruy Sánchez de Arévalo, Alonso de Palencia, mosén Diego de Valencia y Hernando del Pulgar, que estuvieron al servicio de Enrique II de Castilla. El último de éstos, también sirvió a los Reyes Católicos junto con Lucio Marineo Sículo y Antonio de Nebrija.

Otro destacado Cronista, que dejó testimonio de los reinados de Carlos V y de Felipe II, fue Florián Ocampo. Este último rey contó también con Esteban de Garibay y con Ambrosio de Morales. Acercándonos más hacia nosotros, hemos de destacar al escritor y bibliotecario perpetuo, Ramón Mesonero Romanos, nombrado Cronista de la Villa de Madrid en 1864, y sesenta años antes, el 11 de junio de 1804, el Ayuntamiento de Orihuela (Alicante), nombraba como Cronista de la Ciudad al fraile trinitario calzado José Sales.

Es una vasta nómina la que forman los Cronistas Oficiales, los cuales, a fin de unificar criterios y formas de actuación se dotaron del “Estatuto del Cronista Oficial”, aprobado el 11 de diciembre de 1976. En él se concretaban sus funciones en referencia a la investigación, divulgación, asesoramiento y propuestas de iniciativas referidas a la historia y tradiciones de sus respectivos pueblos. Con ello, se deseaba que el trabajo personal, aislado y limitado, que hasta entonces habían desarrollado los Cronistas Oficiales, como figura tradicional y de gran raigambre en las ciudades y villas españolas, dejara de ser así, recomendándose en el citado Estatuto la creación de una asociación de ámbito nacional, la cual se constituyó el 24 de junio de 1978, legalizándose como tal.

Asimismo, al habérsele concedido a dicha Asociación, el 7 de marzo de 2008 el correspondiente tratamiento por S.M. el Rey Don Juan Carlos I, Presidente de Honor y Primer Cronista del Reino, pasó a denominarse como Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. La Historia se ha servido en innumerables ocasiones de aquellos Cronistas allegados al poder real. Sin embargo, “tempus fugit”, el tiempo pasa, y vivimos otra época en referencia a los Cronistas Oficiales, en la que su oficio, que a mí me gusta llamarlo así, es más acorde con el momento que nos ha tocado vivir. De hecho, hoy el Cronista Oficial debe aureolarse de una profunda objetividad, haciéndose eco como asociado, tal como rezan los Estatutos de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales (RAECO) de los mismos, siendo “independiente de cualquier organización social o política y confesión religiosa”.

De esta manera, pasamos a ser un servidor más de toda la sociedad, dependiendo del Ayuntamiento de la ciudad o villa que lo eligió, quedando a disposición de la Corporación Municipal que gobierne en cada momento. Servicio que realizamos sin remuneración económica alguna, pues el Cronista Oficial no cobra.

A lo sumo, percibe y con un poco de suerte, únicamente la compensación de gastos por la representación que ostenta de su municipio.

El Cronista Oficial está para asesorar a las Corporaciones municipales y otras entidades provinciales y autonómicas, así como para auxiliar a aquéllos que a él recurren en búsqueda de datos sobre múltiples facetas dentro de la historia y la tradición, del arte, del folklore, de la heráldica y la vexilología, de la arqueología, de la música, y un sinnúmero de aspectos sobre sus pueblos.

De esta manera se transforma en un asesor más, pero de forma altruista, ya que ostenta su cargo vitalicio, como una distinción recibida, en muchos casos dentro del Reglamento de Honores y Distinciones de su ciudad o villa. Precisamente, ahí, radica la única remuneración que percibe: el honor otorgado y el reconocimiento de las gentes de su tierra.

En el Cronista Oficial encontramos a aquél que deja para siglos futuros lo que acaece en su población en el momento actual, quién es el protagonista, cómo y cuándo sucede el hecho, sin hacer ningún tipo de valoración. Esto es lo que nos diferencia, de otros profesionales de la comunicación, cuya obligación, a mi entender conlleva la valoración y la interpretación de los hechos. Así como la importante labor referida a la investigación sobre la historia y las tradiciones, la divulgación de las mismas, rescatando entre lepismas en los archivos los datos necesarios para llevarlos, posteriormente, a la publicación de sus trabajos.

Todo ello, es lo que a criterio de la RAECO debe configurar el oficio de Cronista Oficial, el cual debe comprometerse a servir a la sociedad, atender a sus conciudadanos, y asesorar a aquellas Corporaciones que lo eligieron y le otorgaron dicho honor, teniendo como requisito su nombramiento en Pleno y posterior toma de posesión.

Para cualquier ciudad o villa, provincia o autonomía, el disponer de un Cronista Oficial es un lujo. Aquellas instituciones que han dispuesto de esta figura, lo saben, y cuando por razones de vida el Cronista Oficial deja su cargo, respetando siempre la memoria de las personas, se debe efectuar un nuevo nombramiento, pues todas aquellas instituciones no pueden ni deben estar huérfanas de dicho oficio durante mucho tiempo, para que la labor emprendida por su antecesor tenga continuidad en beneficio de su pueblo.

Los Cronistas Oficiales somos todo lo anterior, reconocemos nuestro pasado y tenemos puestos nuestros ojos en el presente y en el futuro, con un claro objetivo de servicio desinteresado a la sociedad, a través de nuestros municipios, provincias y autonomías.

Texto incluido en la revista «Carta Local» de la Federación Española de Munipios y Provincias (FEMP) número 273. De Octubre de 2014. Páginas 38 y 39.

Fuente: <a href=http://www.femp.es/files/842-284-fichero/Carta%20Local%20n%C2%BA%20273,%20octubre%202014.pdf> http://www.femp.es/</a>)

 

 

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