LOS MILAGROS DE LA VIRGEN DE LA FE

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

El Convento de Capuchinos. Reproducción de 'El Pueblo de Orihuela', 4 octubre 1926.

El Convento de Capuchinos. Reproducción de ‘El Pueblo de Orihuela’, 4 octubre 1926.

La presencia de los capuchinos en Orihuela siempre fue bien acogida desde que decidieran fundar en 1610 tras las gestiones efectuadas por el padre Eugenio de Oliva. Mientras concluían su primitivo convento estos religiosos estuvieron alojados en el Palacio Episcopal, en el que graciosamente, el obispo Andrés Balaguer Salvador les dio cobijo. El lugar elegido para esta primera fundación fue en la Barrera del Camino de Almoradí, junto a la noria que tomaba agua de la acequia de Callosa. Al cabo de algunos años, debido a que dicho lugar era insalubre al estar entre el río, la acequia y rodeado de almarjales, los frailes caían continuamente enfermos. Ante ello, la Ciudad junto con el obispo y el Cabildo Catedral se dirigió al Capítulo General de la Orden que se celebró en Valencia en 1619, para que autorizaran el traslado y se paralizaran las obras que se estaban realizando. El Capítulo Provincial accedió a ello, y la Ciudad les ofreció un lugar en la zona del Arrabal Roig, que es donde hemos conocido el convento hasta que fue derribado a finales de los años setenta del pasado siglo, para edificar en su lugar bloques de viviendas.

Desde los primeros momentos la proximidad de las gentes de Orihuela hacia los capuchinos estuvo marcada por la presencia de religiosos de vida ejemplar como Ignacio de Monzón y de imágenes milagrosas como la de la Virgen de la Fe, de la que hace poco tiempo tratamos sobre la ‘Relación Histórica del hallazgo’. En aquel momento dejamos la puerta abierta, para tratar en otra ocasión los hechos milagrosos que le son atribuidos en la citada publicación, siendo a ellos a los que nos vamos a referir en esta ‘Vuelta a los Puentes’.

La devoción que el obispo Bernardo Caballero de Paredes profesaba a esta advocación mariana, así como la veneración que le profesaban los oriolanos, motivó que al año siguiente del hallazgo de la imagen, le concediera cuarenta días de indulgencia a todo aquel que de rodillas rezase un Padre Nuestro, y un Ave María, tal como quedó autentificado en el mes de febrero de 1635, por Francisco Borgoñó, secretario del prelado.

Son once los milagros que se relatan de los muchos atribuidos a la Virgen de la Fe, de los que en varios, los niños son protagonistas. En otros, fueron beneficiarios adultos, y en algún caso tuvieron como protagonistas a religiosos capuchinos. Incluso, en uno de los milagros se relata la curación de un equino. Este último sucedió en 1685, cuando un limosnero del convento, al llegar a la puerta de la casa, donde habitaban las hermanas Juana e Isabel Jiménez, escuchó lamentos en el interior. Al preguntar a las doncellas la causa de sus lloros, éstas le refirieron que el caballo que su hermano tenía para auxiliarse en su trabajo estaba gravemente enfermo y que era preciso llevarlo al muladar, pero que de hacerlo no disponía de caudales para comprar otro, con lo cual el sustento de su familia se vería afectado. El limosnero incitó a las hermanas a que suplicaran a la Virgen de la Fe, mandando éstas que se dijera una misa para que intercediera en la curación del caballo. Tras encargarla al limosnero, el animal se incorporó quedando sano.

La curación de enfermedades por intercesión de la Virgen de la Fe se dio en varios casos, apareciendo algunos de tercianas o calenturas que se repiten cada tres días, tal como le pasó al trabajador Ginés Durán, a Jacinta la mujer de Pedro Rocafull, y a Tomás García, alférez de Orihuela. También se producen curaciones de calenturas por insolación, como le ocurrió a Rosa Miguel, madre del cura Ferrer de la Catedral. Los dolores también están presentes, como acaeció al cirujano Gaspar Eunedo, que tras encomendarse a la Virgen, en menos de una hora dejó de sufrirlos, o el niño de seis años Antonio Blach, que en 1683, sufría tal ardor de estómago que le impedía comer desde hacía tres meses. Ante ello, su abuela, Teresa Campos, lo llevó hasta la capilla donde se veneraba la imagen y rogó que se le sanara y que los religiosos entonasen los ‘Gozos’ dedicados a la misma, prometiendo una «presentada de plata». Tras ello, al llegar a su casa, el niño comenzó a comer. Otro de los milagros tuvo por protagonista a un corista del convento, el cual había quedado baldado de un brazo, con lo cual no podría acceder al sacerdocio. El religioso acudió a la Virgen y el brazo comenzó a tener movilidad, y como agradecimiento la primera misa la celebró en el altar dedicado a Nuestra Señora de la Fe. Existe otro milagro del que fue testigo el historiador Francisco Martínez Paterna, el cual lo relató en un sermón que predicó con motivo de una fiesta dedicada a la misma. El beneficiario fue el capuchino fray Francisco de Jérica, el cual tenía una lupia o tumor en el brazo derecho, y que al encomendarse a la Virgen le desapareció.

Los dos hechos más impresionantes tuvieron como protagonistas a un niño y una niña. El primero, 1679, un hijo de Vicente Bernisola y María Martínez, vecinos del convento, el cual cayó a un pozo y al ser rescatado lo encontraron muerto. Fue llevado a la iglesia y lo depositaron sobre el altar de la Virgen y estando pidiendo por su alma, resucitó. El segundo, sucedió en 1689, a la hija de Juan Albalat, mayordomo del obispo Sánchez de Castellar, que estaba jugando en la calle de la Feria, y cuando pasaba una galera cayó entre las ruedas, pasándole por encima de su cuerpo. Su madre al verlo pidió a la Virgen que no sufriera daño, y al rescatarla, «para evidencia del milagro, quedaron en él las señales de las ruedas de color cárdeno y sin herida ni llaga alguna».

No es de extrañar que, ante todos estos prodigios ocurridos desde el hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de la Fe, en Orihuela se le haya tenido gran devoción, hasta que fue trasladada a otro lugar fuera de nuestras fronteras.

Fuente: http://www.laverdad.es/

Sin Comentarios.

Responder

Mensaje