POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Llegan noticias muy frescas, demasiado frescas en los últimos días: una pila de agua bendita que cambia de sitio y unas puertas que se abren por las buenas, un sagrario que se evapora, amén de los destrozos ocasionados. Esto comienza a recordarme desde mi llegada a Cabañas de Sayago en septiembre de 1955 hasta los comienzos de la década de los setenta, época en la que estos fenómenos adquirieron carta de naturaleza y sus efectos se dejaron sentir lamentablemente en estas tierras nuestras, aunque nunca se haya hecho un inventario detallado de aquella limpieza. Pero hoy, cuando la soledad de tantas y tantas cosas queda por esos mundos de Dios, con la enorme cantidad de medios de control de los que se presume, me sigo preguntando cómo es posible que la situación continúe. Si hasta con un simple lápiz se pueden controlar tantas cosas.
Dos diócesis se reparten el territorio provincial y en el Museo de Astorga lucen y se pueden disfrutar obras recogidas en distintas localidades zamoranas, obras atendidas como parte de un museo. Pero son muchos los lugares, pasan del centenar, en los que, si una noche te paseas, te encontrarás si acaso con un jabalí, un lobo o un par de zorros, como ya ha ocurrido. Esta situación exige una actuación para evitar los tristes recuerdos del maltrato recibido por nuestro Patrimonio.
Capítulo aparte merecen los lobos solitarios de aparatito en ristre que andan por el campo y no dejan vía, castro o vestigio arqueológico por el que pasan más de una vez buscando sorpresas. La pregunta es muy sencilla: ¿Quién controla la venta de esos aparatitos?
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/
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