ESFOYACES, CASTAÑES Y CALABACES

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Esta noche, intentando combatir el insomnio, me entretuve un poco leyendo colaboraciones en Fabebook y veo una del amigo ADOLFO IGLESIAS BADA en la que, a cuenta de una foto de pequeñas calabazas, surgió entre sus lectores una pregunta ¿por qué se emplea la frase «dar calabazas» a la negativa que una moza daba a un mozo si la solicitaba ser su pareja de baile?

Bueno, pues para entenderlo vamos a recordar LES ESFOYACES o ESFOYONES, tan tradicionales en la cultura del maíz. Y de paso, aprender un poco de latín.

La palabra ESFOYAZA procede del verbo latino «exfoliare» con significado de «deshojar» , «eliminar hojas».- Aplicado al caso del maíz, la ESFOYAZA es -mejor, era- el trabajo vecinal («hoy por ti, mañana por mi») que se hacía para deshojar las hojas de las mazorcas («panoyes») del maíz, dejando solamente dos o tres, para, así, proceder al enristrado («enriestrar») de las mismas. Esta labor comunal solía realizarse al atardecer, ya casi a la anochecida, para terminarla ya bien entrada la noche. El «esfoyado» era trabajo de mujeres, mozas y menos mozas, y jovencitos/as; mientras que el enristrado estaba a cargo de varones expertos y de manos fuertes capaces de entrelazar ristras («riestres») apretadas y resistentes.

Durante este trabajo, «inocente» y monótono, se gastaban bromas entre los asistentes, se contaban chistes «picarones», los niños jugaban a «la alpargata escondida entre la hojarasca» y los menos niños la «buscaban entre la falda de las menos niñas».

Ya me entienden.

De,vez en cuando alguna moza galana lanzaba «al despiste» una panoya a algún mozo enristrador por el aquel de «picarle » un poco en su interés. Este solía responder con este cantar:

«Al comienzu la esfoyaza
non me tires panoyaes,
que estoy faciendo les riestres,
tengo les manes ataes.»

En otros momentos era el mozo quien lanzaba el proyectil a la moza de sus preferencias, cosa que a veces no gustaba a la receptora de la insinuación:

«La panoya que m´unviasti
non la quiero recibir;
porque mio madre non quiere
que cortexe a un mozu ruin»

Al terminar de esfoyar y de enriestrar, venía la obligada GARULLA; invitación que hacía el dueño de la casa a todos los que colaboraron en el trabajo. Consistía en un reparto de nueces, avellanas, castañas, alguna dulcería, vino, sidra…

Antón de Marirregera, aquel cura candasín del siglo XVII-XVIII, lo contaba así:

«La postrer nuiche ya d´ochobre yera
y acabose tempranu la esfoyaza,
la xente veladora y placentera
de COMER LA GARULLA daba traza;
había de figos una goxa entera,
panes de lfornu , gaxos de fogaza,
y tizabenel fuegu con tarucos,
fartos de rebrincar, los rapazucos.»

En el reparto de viandas durante la garulla nunca faltaban LAS CASTAÑAS ASADAS EN EL HORNO o sobre la chapa de la cocina.

De esto se encargaban las mozas llevando las castañas calientes metidas en una faltriquera colgada de la cintura y debajo del delantal.

Y, claro, siempre había algún rapaz «lanzado» que quería «tomar las castañas personalmente» hurgando en la faltriquera de la moza:

«¡Déxame METER LA MANO,
querida, en tu faltriquera.!
¡Eso non, galán del alma!
¿Qué trexisti de la siega?

Esta pregunta de la rapaza tenía relación con los «PERDONES» que, en el retorno a Asturias, traían los mozos a las mozas durante sus trabajos de siega en tierras leonesas y castellanas: También lo decía la copla:

«Fuisti a la siega y viniste,
non me traxisti perdones;
en viniendo les castañes,
ya verás les que me comes.»

Al lado de la faltriquera de «les castañes asaes» las mozas llevan otra con PEQUEÑAS CALABAZAS, o trozos pequeños de CALABAZA, que ofrecían «descaradamente» a los galanes que no eran de su agrado y con los que no deseaban «compartir intimidades».

«DAR CALABAZAS» era, sencillamente, mandar a paseo (por ser bien hablado) al mozo «no apetecible ni apetecido».

Y como «final último», las madres, siempre vigilantes de la conducta de sus hijas , solían aconsejarlas que

«dexaren noramala los trebeyos,
que suelen traer tras si mil enguedeyos».

También lo decía el cantar aplicable no solo a esfoyaces sino también a los amagüestos:

«¡Madre mía, toy encinta!
¡Fiya mía, corazón!
Les castañes que comisti
¿de qué castañeru son?»

Acabo. Espero que ya habrán entendido el porqué de METER MANO y lo de DAR CALABAZAS». Lo cuento todo con mucho más detalle en mi obra «EL GRAN LIBRO DE LA COCINA ASTURIANA», editado por Ed. Gran Enciclopedia Asturiana. Silverio Cañada. Gijón l996.

Remato con chiste «moderno»: Un diálogo entre chico y chica:

.- ¡Nena!, ¿bailas?

.-¡No!

.- ¿Y eso?

.- Eso…¡tampoco!

No es invención mía, que conste. Lo contó un alcalde de una gran ciudad asturiana que, además de muy eficiente, era (es) muy alegre.

Otra forma más de «DAR CALABAZAS».

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