El ALBOROQUE

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

saludo-manos

La palabra alboroque, procede del árabe hispánico alborok y, este, del árabe clásico arbum; teniendo como primera acepción, según el Diccionario de la Real Academia Española, agasajo que hacen el comprador y vendedor, a todas las personas que intervienen en un trato.

Como segunda acepción: regalo o convite que se hace, para recompensar un servicio, o por cualquier motivo de alegría. Significa celebrar una efeméride gozosa, tras dejar zanjado un trato, sin más aval que un apretón de manos.

El término alboroque, utilizado en la región de Murcia; sobre todo en la huerta y en los pueblos pequeños, desde tiempo inmemorial, está cayendo en desuso y tiene como sinónimos las palabras: botijuela, rabra, corrobra, hoque y rabla.

En Murcia, se usa la palabra alboroque mayormente en los pueblos y, concretamente en Ulea para celebrar el tránsito al ‘Más Allá’, tras el fallecimiento de un vecino generalmente niño o anciano que, tras muchos sufrimientos, había pasado a mejor vida. Esta invitación al alboroque también llamado pésame se efectuaba en las escalinatas antiguas de la iglesia parroquial de San Bartolomé.

Siempre se efectuaba entre hombres, ya que las mujeres y los niños no asistían a los sepelios, ni estaban autorizadas para efectuar tratos y, si lo hacían, los escribanos lo reflejaban en sus escritos, por orden del Corregidor, siendo anulada, jurídicamente, dicha transacción. Desde el año 1507 en nuestro pueblo; tengo constancia, de que se celebraba y se sigue celebrando en las tabernas y en los colmados.

En el siglo XIX, cuando una pareja de enamorados se daban el sí para pasar por la vicaría, lo celebraban con los amigos y familiares porque la tradición decía que traía suerte.

Aquí, a mediados del siglo XIX, en la posada y sastrería del tío Blas. Se efectuaban los tratos de las amas de cría que daban el pecho a los hijos de madres que no tenían leche para amamantar a sus hijos. Para quienes efectuaban el trato, generalmente el matrimonio que solicitaba la lactancia y la mujer que la ofrecía, ya qué, la mayoría, eran viudas o madres solteras, el tío Blas les agasajaba con un trago de anís y unas pastas.

En el primer tercio del siglo XX, en Murcia, aparecieron unos versos de Miguel Hernández, rememorando el alboroque de los difuntos a todas las personas que se acercaban a dar el pésame a los familiares de la persona fallecida, recibiendo una tarjeta; en la que estaba escrito: tras el sepelio echaremos el alboroque en el Rincón de Pepe.

Las razones no dejan de ser poderosas ya que las costumbres suelen hacer leyes.

Los tratos mercantiles, se efectuaban en ‘Las cuatro esquinas’ y el ‘alboroque’, tras el obligado apretón de manos, tenía lugar en las tabernas de los aledaños.

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