POR JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA Y DE CARAVACA (MURCIA)
Se marchó durante una noche con presagio de lluvia. Lo hizo con el señorío que siempre le caracterizó, en paz consigo mismo y con los demás, tras un doloroso herpes zóster en la cabeza y un edema pulmonar que le hizo visitar el hospital por última vez el día de la Purísima.
En largas conversaciones con los suyos, en la zapatería donde transcurrió la mayor parte de su vida, tuvo tiempo para comentar con ellos su deseo de morir en sábado (día dedicado a la Virgen), y no sólo se cumplió ese deseo, sino que tuvo lugar en el entorno temporal de la fiesta litúrgica de la Purísima Concepción. Y en la víspera de S. Juan de la Cruz (todo muy carmelitano, como él mismo)
Deseaba llegar a los 97 años, como Carmen, su madre, y poco le faltó. Sin embargo, disfrutó en vida del cariño tanto individual como colectivo e incluso institucional. Vio y disfruto de sus nietos, recibió la sonrisa y el saludo cordial de todos, sin excepción alguna; fue reconocido por su grupo de amigos más íntimos, por su kábila Khatar, y hasta por el Ayuntamiento (en nombre del pueblo), cuando le dedicó la calle que lleva su nombre, que comienza (o termina) donde durante tantos lustros regentó el negocio donde le salieron los dientes y heredó de su padre.
No hay fotografía de las procesiones de la Virgen del Carmen, cuando desfilaba a hombros de sus devotos el día de su santo, donde no se vea a Manolo Mané como “palomica” revoloteando en su entorno más inmediato. Bien cargando con el dulce peso de la Madre, o bien organizando los relevos en el paso. Recuerdo su voz potente, en las novenas del Carmen, cuando el recordado por muchas P. Antonio formó el coro en el que también cantaba mi hermano Carlos Enrique, y su presencia activa en la “Rondalla” que cada año (durante muchos) llenaba de música las calles en las vísperas de la canícula estival.
Ha fallecido Manolo Mané en olor de multitud y no acabamos de creerlo. Fue el último de los héroes el 59. Le precedió mi viejo profesor Ramón García Álvarez (templario cristiano de aquellos que no olvidaremos). Y tras la partida de ambos queda la Fiesta que ellos, junto a otros, sembraron en el surco abonado de la tierra donde florece el amor a la Vera Cruz y a Caravaca. Fue Mané un icono en el mundo de la Fiesta. Siempre abrazado a su bandera cabileña, esa bandera cargada de cintas que son trofeos de tantas batallas ganadas en el campo de la alegría festera y que cada año pedía a su hermana Antonia planchar, para que todo estuviese a punto al amanecer del Dos de Mayo.
Narrar las vivencias y recuerdos que Manolo Mané dejó en cada uno de nosotros, sería imposible en espacio como éste, pero sugiero al lector actualizar en la memoria las suyas propias, en un ejercicio memorístico que sin duda será reconfortante.
Sólo diré, para terminar, que se le encontró dispuesto siempre que se le buscó para el progreso de la ciudad y de la ciudadanía. Fue concejal en tiempos casi olvidados, presidente de la Sociedad “Círculo Mercantil”, presidente del “Bando Moro” festero, colaborador responsable en diversos puestos en el seno de la Cofradía de la Stma. Cruz, entusiasta colaborador en la cofradía pasional de “Los Azules” y del “Silencio” así como del “Caravaca CF” y cultivo asiduamente la amistad con todos. Por ello, y por muchas cosas más, la generación que tuvimos la suerte de conocerle y convivir con él, no lo olvidaremos mientras vivamos. Nos consolara su ausencia, la presencia entre nosotros de Isabel, su leal esposa, y de sus hijos y nietos.