POR ANTONIO HERRARA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA.
He terminado de leer “Cuando Dios gobierna de lejos” que aparece (es de AACHE, de la Colección “Pluma Maestra”) como novela pero que además es un estudio novelado de una cultura que desparece, la de los pueblos negros en su vertiente de trashumancia, añadiendo análisis de otros temas hondos y reales, aunque la mayoría superados. Es un “libro testigo” de alto impacto, porque el autor es un hombre de mil recursos literarios: Rufino Sanz Peinado, de Robleluengo, con una memoria portentosa y una clarividencia inaudita.
Cuando uno termina un libro, se queda con una información adquirida (si el libro es informativo) o con una sensación anímica (si es un relato o novela) tras el impacto que el tema y sus protagonistas le hayan causado. En el caso de este libro que nos acaba de mostrar Rufino Sanz Peinado nos asaltan los dos agentes de influencia externa que aporta un libro. Por un lado la belleza de una narración llena de humanidad en que se hacen vivos personajes, familias, acontecimientos y calamidades. Muchos de ellos están inspirados en personas reales, familiares del autor, incluso. Y sus vivencias quedan reflejadas en el relato.
Por otro lado, y en el contexto del relato, aparecen informaciones de aspectos de la vida y la sociedad española de hace un siglo, o más. Si la narración es, como son las buenas narraciones, entretenida y animada, el lector recorre con placer y tranquilidad por sus páginas. Pero si los hechos que cuenta vienen producidos, o son causa, de secuencias históricas y sociales generales, el libro se transforma en un aparato informativo, y lo que en él se lee queda aprendido, de propiedad del lector y de su bagaje cultural. Aunque luego lo olvide.
A la obra de Rufino Sanz Peinado se le puede adscribir un mucho de ambas ofertas. El relato entra en la consideración de una serie de temas que son valientemente planteados. Por ejemplo, la trashumancia vivida, que en este libro nos aparece, protagonizada por la saga de los Robledo y sus familiares y vecinos de Robleluengo, en la Sierra Norte, como una descripción novelada de lo que las gentes serranas hacían cada años, de octubre a mayo, llevando sus ganados, discurriendo por caminos establecidos, desde Guadalajara a Extremadura, para que allí sus ovejas aprovecharan los pastos de invierno, que en la zona serrana desaparecían.
Lo hacían a través de la Cañada Real Galiana, que todavía hoy está clasificada de “vía pecuaria de gran recorrido”. Estas Cañadas Reales fueron establecidas por un edicto del rey Alfonso X el Sabio en 1273, cuando creó El Concejo de la Mesta, y trazó los recorridos de las Cañadas Reales. Ese edicto, que firmó el rey en su breve estancia en Gualda en mayo de aquel año, sigue vivo en lo que respecta a los pasos de ganado y su característica de “Bien de Dominio Público”. Totalmente establecidas por decretos oficiales, en Guadalajara existen hoy 201 cañadas, 163 cordeles, 160 veredas, 297 coladas, 68 abrevaderos y 179 descansaderos en los que pueden pasar y estar los ganados en sus desplazamientos, con un total de 2.835 kms. de recorrido y 11.359 hectáreas de superficie. La Cañada Real, el camino más ancho de todos, debe tener 90 varas castellanas, equivalente a unos 75 metros. Y por ellos es por donde en este libro de Sanz Peinado discurren muchas aventuras y relatos que confieren a la memoria de la Trashumancia un sentido humano por el que debiera pervivir.
Un tema que aparece muy bien relatado y ambientado en este libro es el de los niños pequeños prohijados que formaban una masa importante de la población infantil. Abandonados por sus madres (solteras) o padres (pobres) eran llevados a Inclusas en las que la tasa de mortandad era del 50% aproximadamente. En el siglo XIX se trató en profundidad del tema, y la Ley General de Beneficencia de 1849 regulada por su Reglamento de 1852 trató de organizar lo más adecuadamente el problema. Una salida a estos niños era el prohijamiento por familias durante los 8-10 primeros años de vida, los más peligrosos para su salud. En los pueblos de la Sierra Negra, había niños de este tipo en las casas de los más pobres, porque el Estado daba una subvención a quienes los prohijaran: los relatos de Sanz Peinado son muy emotivos, muy bien anclados en la realidad de lo que aquel fenómeno supuso.
Otro tema que aparece a lo largo del libro es la Guerra de Cuba, las guerras coloniales. En un país de 20 millones de habitantes, murieron en las guerras coloniales unos 300.000 jóvenes. De ellos, el 10% en el conflicto militar, y el 90% sucumbían por enfermedades, especialmente tropicales. Las guerras de África, de Cuba, de Filipinas y de Guam supusieron una sangría a la España decimonónica que la sumió todavía más en el subdesarrollo. Era aquella época en la que los que tenían dinero, se libraban de ir a la Guerra, y los pobres tenían que apencar con la honrosa tarea de defender a la Patria. En la novela de Sanz aparecen algunos casos, todos ellos tratados con la hondura que el asunto requiere.
¿Más temas? La distribución de las casas, que hoy nos parece tan “típica”, suponía entonces un complicado equilibrio, pues en el lar vivían humanos y animales, solo había una habitación, con la chimenea, y como mucho un cuarto. Si llovía, todo se mojaba. Si nevaba, duraba semanas la humedad, alterándose todo: enseres, ropas, comidas…
Otros problemas humanos que Sanz Peinado refiere en el contexto de su narración son las alteraciones psicológicas, muy frecuentes: viudos y viudas frecuentes; depresiones, alcoholismo, suicidios, ausencia de noticias, un aislamiento total… La fiesta como excepción, en la que unos días llega un cura, se hace una misa, una procesión, se monta un baile en la plaza…. Más los juegos, los bolos, las cartas… Y aparecen también las amenazas que a las gentes de la Sierra les llegaban seguras: el clima era uno de ellos, las necesidades médicas, educativas, administrativas… nada había en derredor, era cuestión de supervivencia llevada al extremo. Para los animales, también estaba el riesgo de los ataques de lobos, de las enfermedades imposibles de controlar, de la necesidad de reponer mulas, borricos, tan caros siempre, y con la posibilidad de engaños.
Estas 250 páginas de “Cuando Dios gobierna de lejos” me han dejado maravillado, preocupado, y encantado, por haber descubierto tres cosas; la belleza de una narración que tiene a nuestra Sierra Norte de protagonista, las desgracias e incertidumbres que vivieron nuestros antepasados en esa comarca, que entonces era aún más amplia, y en fin el descubrimiento de un escritor con garra, con saberes, con simpatía y locuacidad, con mucho futuro…
El autor, Rufino Sanz Peinado
Es natural de Robleluengo, el lugar de la Sierra que protagoniza la novela, en la que aparece con el alias de Aldeanegra. Él dice que es un lugar de naturaleza dura y hostil cuando los lugareños habían de trabajarla, pero que se convertía en bálsamo para sus ojos cuando se podían parar a contemplarla. En esa tierra, a la que vuelve siempre que puede, aprendió a percibir el olor de las mil flores y plantas del valle, a conocer el significado del cambio de colores en la montaña, a escuchar a los viejos que sabían qué nubes portaban beneficiosa agua y cuáles venían preñadas de meteoros dañinos, y a distinguir el enigmático lenguaje de los búhos, cucos, arrendajos, zorros y otros muchos animales salvajes o amaestrados. También, a hora temprana, los oficios de pastor, segador, trillador y otros de naturaleza menestral.
Rufino Sanz Peinado, que es muy conocido en Guadalajara, se inició como abogado y enseguida ganó oposiciones, entró a trabajar en la Diputación Provincial, llegó a ocupar el puesto de Director de Personal y de Servicios Jurídicos, e incluso tuvo algunos puestos políticos como diputado provincial y delegado del gobierno de la Junta de Comunidades. Ahora ejerce la abogacía particularmente y tiene una intensa vida profesional, que no le aparta, mentalmente, ni un minuto de su tierra, de sus ancestros y de los problemas que todavía les caben afrontar.