POR ÁNGEL RÍOS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA).
No sería extraño. Las fuentes medievales mencionan alfaquíes errantes, ascetas que buscaban la soledad en los montes y pequeños núcleos de retiro vinculados a ribāṭs o a graneros fortificados. Incluso en territorios periféricos, como el valle de Ricote, estos modelos de vida espiritual encontraron un terreno fértil, protegido por la orografía y alimentado por antiguas tradiciones de piedad rural.
Estos artículos no pretenden ofrecer certezas absolutas —la escasez de fuentes directas lo haría presuntuoso—, sino proponer una hipótesis razonada, construida con los fragmentos disponibles y con la experiencia acumulada en décadas de investigación en ámbitos aparentemente dispares: la historia de los juegos, la cultura andalusí, la filología y la organización del territorio rural. He aprendido que, en ocasiones, las intuiciones surgidas en un campo pueden iluminar otro, y que más de una vez mis hipótesis formuladas desde la periferia han sido confirmadas por documentos años después.
En estas páginas el lector encontrará el estudio detenido de estos paisajes, sus estructuras, sus textos y sus silencios. Pero también está invitado a algo más: a observar el valle no sólo como un territorio histórico, sino como una tradición espiritual, un lugar donde la vida cotidiana y la búsqueda metafísica caminaron —y quizá aún caminan— de la mano.
Reconozco, sin embargo, que este tipo de reconstrucciones se mueve siempre en el territorio incierto de la conjetura. El investigador que se acerca a paisajes donde las fuentes son escasas —y donde los silencios pesan tanto como los textos— debe aceptar un margen amplio de riesgo intelectual. Aun así, he tenido la fortuna, en más de una ocasión, de poder confiar en una intuición que me ha acompañado durante toda mi vida académica. Esa intuición, formada por décadas de observación paciente, por la lectura de tradiciones diversas y por la experiencia de haber trabajado en campos muy distintos entre sí, ha funcionado a menudo como un instrumento silencioso, capaz de señalar relaciones ocultas allí donde la documentación parecía negarlas.
En varias ocasiones, hipótesis que en su momento parecieron atrevidas —casi disparatadas— terminaron siendo confirmadas por manuscritos redescubiertos, por estudios arqueológicos o por análisis posteriores que no podía prever. No es una garantía de infalibilidad, ni mucho menos, pero sí una advertencia de que el pensamiento histórico, cuando se ejercita desde la interdisciplinariedad y la sensibilidad hacia los indicios menores, puede abrir caminos inesperados. Por ello, asumo plenamente el riesgo de proponer interpretaciones que quizá mañana serán matizadas o corregidas, pero que hoy considero plausibles gracias a la coherencia interna del paisaje, a las lógicas territoriales de la época y a esa intuición —mi compañera fiel— que tantas veces me ha permitido ver más allá de los límites estrictos de la fuente escrita.