RECUERDANDO A JIMÉNEZ LOZANO CINCO AÑOS DESPUÉS
POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Parece que fue ayer… como se suele decir, pero es cierto, el tiempo es implacable, lento, pero no para. Si, se van a cumplir los cinco años de la muerte de este maestro de la literatura, nuestro querido escritor de Langa que es tan de nuestra tierra. Sencillo, alejado del mundo de los focos y otras notoriedades, era, sin embargo, un grande de nuestras letras, Premio Nacional de Literatura, Premio de Castilla y León y Premio Cervantes… entre otros reconocimientos.
Se acaba de abrir la exposición «El viaje interior» una visión muy de nuestra tierra de Jiménez Lozano a través de sus textos en una selección de César Combarro, con las excelentes fotos de Eduardo Margareto, sus coordinadores. Con esta exposición, los organizadores, Agencia Ical, las Cortes de Castilla y León, y la Fundación de Castilla y León pretenden rendirle un homenaje casi cinco años después de su muerte. De ello se ha dado cumplida información en estas páginas del Diario de Ávila. Gran exposición.
Yo que solo soy un humilde aprendiz de escritor, me descubro y manifiesto mi debilidad por don José. Y todo empezó con la temprana lectura de la Guía espiritual de Castilla que me compró en Valladolid un buen amigo en arevalensismo, «Míguel–Pichi», hoy doctor en medicina. Luego gozaría mucho con aquel Mudejarillo que tanto he releído, citado y recomendado a cronistas y amigos… con el tiempo conocería más su amplia obra y mi admiración fue creciendo.
Conocí a don José por los años 90, cuando ya le había leído, en una visita que realizó a la ciudad con unos amigos. Mila y Carlos, amigos profesores que me dijeron un día: vendrán unos amigos, ¿nos puedes hacer una visita de las tuyas? Quedamos en San Miguel y cual fue mi sorpresa al advertir que uno de aquellos amigos era don José. Le manifesté mi admiración e hicimos una visita extraordinaria, fuera de lo común… entonces me dijo, cuando quieras me vas a ver a Alcazarén. Y pronto hice intención.
A la sazón, eran fiestas en Alcazarén y, me hubieran visto «arreglado» para la ocasión, pero haciendo tiempo, corriendo toros en aquel pueblo tan taurino… Lo que parecía una visita de cortesía se convirtió en toda una clase magistral de humanidades. Alguien le llamó el último humanista de nuestra cultura, no recuerdo quién, pero comparto, en todo, esa apreciación. Cómo me impresionó aquella biblioteca y esa sencilla mesa de su escritorio donde escribió una obra tan grande. Una larga conversación nos envolvió con temas diversos y yo que no me creía que aquella insigne figura me acogiera «sin prisas» de aquel día. Entre la biblioteca y la pérgola del jardín, una cervecita que nos trajo amablemente su esposa nos refrescó aquella mañana de verano. Se me brindó a presentar el libro «Arévalo y su Tierra a la luz de ahora con mirada de siglos» pero, con mi agradecimiento y sinceridad le dije que ya nos lo presentaba Gutiérrez Robledo. Todo un gesto por su parte…
Luego hemos coincidido en días místicos y penitenciales, en los Oficios de La trapa, con su familia, algún Jueves Santo.
Una pequeña muestra de mis vivencias con el Premio Cervantes, de Castilla y León de las Letras y Nacional de las Letras Españolas, entre otros, aunque de pura sencillez, no era amigo de oropeles…
Y el final, el día de su entierro, multitudinario, acompañando como amigo y fotógrafo, en aquella manifestación popular en su sepelio… fue un día de emociones y recuerdos. Inmediatamente después fuimos confinados por el covid, pero el encierro dio momentos de lectura de don José…
