POR MANUEL GARCIA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
La Revista La Voz de San Antonio, fundada en 1895 por la Provincia Bética Franciscana, publica un artículo que he escrito en el número 1.910 (noviembre-diciembre). Con éste son treinta y uno los artículos publicados. Comparto una parte del texto de este último: “la capilla de San José es Monumento Nacional, regentada por los Capuchinos, rama o porción de la Orden de Hermanos Menores fundada por san Francisco de Asís, que, en el siglo XVI, buscando una vivencia más estricta y fiel de la Regla y forma de vida original, se separó de la Observancia.
El retablo mayor ha sido atribuido a Cayetano de Acosta, aunque dicen los Padres Capuchinos, que hay un estudio que lo acercaría a la obra de Julián Jiménez, entre los años 1762-1766. Tan admirada obra no hace la menor concesión al vacío. La imagen titular que ocupa el retablo fue tallada por Agustín de Perea en 1694. Otros retablos e imágenes están atribuidas a Pedro Duque Cornejo, nieto de Pedro Roldán y sobrino de la Roldana, Benito Hita del Castillo, Cristóbal Ramos, Francisco de Morales, José Rodríguez, Vicente de Alanís y Jesús Curquejo Murillo.
De singular importancia son las pinturas murales que decoran la bóveda de arcos fajones y lunetos que cubre la nave, atribuidas al círculo de Domingo Martínez y Juan de Espinal.
La capilla fue incendiada el 12 de mayo de 1931, durante los disturbios anticlericales que marcaron los inicios de la II República, que causó graves quemaduras en las valiosas pinturas murales, retablos y revestimientos decorativos. Daños que fueron posterior y recientemente restaurados, que han sacado a la luz escenas de la Sagrada Familia y del oficio de San José.
En el lateral del Evangelio está la imagen barroca de San Antonio de Padua, que porta en su brazo izquierdo al Niño Jesús, expresando su apego a la humanidad de Cristo y su intimidad con Dios. Su mano derecha lleva el ramo de azucenas, representando su pureza y su lucha por el mal.
CONVENTO DEL SANTO ÁNGEL
La calle Rioja, conecta desde Sierpes con Tetuán prolongándose hasta la plaza de la Magdalena, rotulada con ese nombre en 1845, en memoria del clérigo, humanista y poeta Francisco de Rioja (Sevilla, 1583-Madrid, 1659), uno de los más importantes líricos sevillanos del Siglo de Oro. En este territorio, San Juan de la Cruz, en 1587, fundó el convento del Santo Ángel. El templo se edificó a principios del siglo XVII, entre los años 1603 y 1608, bajo los planos del genial arquitecto Alonso de Vandelvira, interviniendo en la construcción el maestro de obras Juan de Segarra y el arquitecto Pedro Sánchez Falconete. Fue bendecido en 1608 por el Cardenal de Sevilla don Fernando Niño de Guevara, perteneciendo siempre a los religiosos de la Orden Carmelita (O.C.D.).
Recorro pausadamente las capillas que hay en las naves del Santo Ángel. Busco la capilla de San Antonio de Padua, la encuentro en la nave de la Epístola. Una cartela informa: Retablo: Es uno de los más bellos del templo, se atribuye al hijo del reconocido Cayetano de Acosta, Francisco de Acosta “el Mayor”, de estilo rococó y que presentan notables similitudes con los que talló para la Capilla del Palacio Arzobispal en 1781. Se trata de un retablo con hornacina central para cobijar la imagen titular. Se remata con una pequeña hornacina que alberga la talla de San Blas, obispo de Sebaste (Armenia), protector contra las enfermedades de garganta.
En los laterales de la hornacina central está a la derecha de ésta San Ángelo de Sicilia, obra del afamado Francisco Antonio Ruíz Gijón (1653-1720), a quien se atribuye con fundamento. Representa al mártir carmelita del siglo XIII que sufrió el martirio al ser atravesado por las flechas y por una cimitarra en la cabeza. Presenta la talla un magnífico tratamiento del rostro y una acertada labor de estofados. En el lado izquierdo del santo paduano está la imagen de San Bruno, fundador de los cartujos (O. Cart.), vestido con su blanco hábito. Talla del siglo XVII y pudo pertenecer a la capilla que los cartujos tenían en su templo. Fue restaurada por Juan Abascal. La hornacina inferior está presidida por una imagen de terracota del Niño Jesús, sentado, del siglo XVIII. Le acompañan los Santos del Carmelo, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, obras en terracota para vestir debidas a José Manuel Bonilla.
La imagen de San Antonio de Padua es obra que puede relacionarse con la producción del escultor hispalense Benito Hita del Castillo (1714-1784), como puede observarse en el rostro del santo portugués. Lleva en su mano izquierda un libro sobre el que aparece el Niño de Jesús, imagen adscrita al círculo de Martínez Montañés, mediados del siglo XVII. Junto al retablo, en el zócalo de azulejos, un recipiente de madera con una cartela indica “Pan de los pobres”, que sintetiza la dedicación que San Antonio tuvo por los más necesitados.
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