ENSEÑANZAS DEL ENCIERRO (XLVII)

POR JOSÉ AGÚNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES

Buscar la perfección en todo. De mi padre he hablado muchas veces durante estas largas sesiones del encierro, tal es su huella en mí. La última vez que lo hice comenté de su esmerada caligrafía. Tenía una letra clara y hermosa aprendida muy joven en los cortos años de la escuela y ejercitada mil veces al calor y la luz de la lumbre de aquellos campos.

Era tal su afán en esta destreza que no había papel, periódico, libro, sobre o superficie donde no escribiese algunas letras con su firma, la fecha, el nombre de su pueblo, un pensamiento o verso que en aquel momento cruzase su cabeza. Ejemplo de lo que digo es la vieja pizarra que se conserva en el desván de casa en la que, cuando ya la enfermedad había comenzado a hacer mella sobre sus capacidades y su pulso, quedó estampada a tiza su firma y fecha. Allí sigue la inscripción de su mano.

Y tal vez por ello nos recitaba con frecuencia el poema titulado “La mala letra” que debió aprender en sus años infantiles de algún libro de recitaciones escolares y que dice: “Ocurrió cierto día/ en una notaría/ que un hombre distinguido y de cultura/ firmó en una escritura;/ y cuenta la experiencia/ que perdieron sus hijos pingüe herencia,/ pues puso el nombre en rasgos tan extraños,/ que sabios eruditos, en cien años,/ descifrar no pudieron/ la firma que estampar allí quisieron./ Si se inventó lo escrito/ (y es un arte bendito)) para que no se borren pensamientos/ y se conserven fieles documentos/ de ciencia o de bienes de fortuna,/ ¿a qué la algarabía inoportuna?/ Escríbase con letra clara, hermosa,/ pues por más que la moda caprichosa/ opine de otro modo,/ se ha de buscar la perfección en todo./”.

Pues eso, busquen la perfección en todo.

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