POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)

No sé lo que ha ocurrido desde el 31 de diciembre de 2020 ya que las horas, los días y los meses corren que vuelan. Tal vez, el parón que hemos seguido soportando debido a la pandemia haya puesto su punto de mira, sobre todo, en celebraciones que superaban o era más que imposible mantener el aforo y, por supuesto salvaguardar las distancias de seguridad incluso portando para ello una cinta métrica.

Así, la Cabalgata de Reyes, las Fiestas de San Antón y San Sebastián, el Medio Año Festero de los Moros y Cristianos, el Mercado Medieval y las procesiones de Semana Santa; que, probablemente eran los hitos que distanciaban los días del calendario, afectaron a la economía de aquellos que esperaban esas fechas para ir recuperando la normalidad de sus negocios o trabajo. Han pasado rápido para algunos, pero para otros, aunque haya sido así, les ha creado la perspectiva de que cuanto antes se llegue a dicha normalidad más pronto se solucionarán sus problemas.

Tengo la seguridad que ese vuelo rápido que estamos viviendo, no tuvo la misma velocidad hace setenta y cinco años para los oriolanos, los cuales veían como lentamente pasaban las fechas para lograr una estabilidad en la huerta, el comercio, la industria, e incluso en la vida cotidiana, desde aquella inundación que sufrieron en el mes de abril de 1946.

En alguna ocasión me he referido a los numerosos negocios y profesionales que existían en nuestra ciudad en ese año. Sin embargo, apenas presté atención de cómo ideaban el reclamo para sus potenciales clientes mediante los anuncios que se insertaban en los programas de fiestas o en revistas.

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