POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Todos lloran por un niño muerto insepulto en la playa. ¿Todos, todos? Todos no. Algunos no tienen alma.
Viste de rojo y azul como el mar que se lo traga, tinto en sangre de exiliados sin pan, sin rumbo, sin casa.
Parece dormido el niño -¡oh, qué sueño el de la infancia!- pero está en la eternidad de la Europa de la infamia.
¿Y dónde, dónde andará su angelito de la guarda? Voló como vuela el viento con el horror en las alas.
Dormir, morir y soñar. Algo más que tres palabras.
¿Y os acordáis de aquel otro con un pijama de rayas? Son nuestros, tuyos y míos. Por favor, una plegaria.
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