POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
El mismo día de la inauguración de la exposición “Credo”, cuando se estaban realizando los últimos retoques y adecentamiento en el itinerario de las tres sedes de la exposición de Las Edades del Hombre en Arévalo, se picaron algunas fachadas desconchadas de casas deshabitadas, por el peligro de desprendimiento de los revocos que se habían ido añadiendo a estos edificios antiguos. Se trata de las casas nº 10 y 12 de la Calle de San Ignacio de Loyola. Casas muy antiguas y reformadas en repetidas ocasiones a través del tiempo. Una reforma se podría datar en el s. XVI por el balcón que rompe una parte del gran arco rebajado. Posteriormente, se remodela el interior, que quizás ya no fuera el original, se abren nuevos huecos que no se corresponden con los originales. La última remodelación se realizó por los años 60 del s. XX, pero para entonces, de aquella antigua casa medieval, solo quedaba la fachada.
Hay que decir que esta práctica se ha repetido en numerosas ocasiones, casas antiguas que por abandono o hundimiento, se remodela, casi siempre de forma más pobre y decadente, pero se conserva la fachada antigua y se abren nuevos huecos a distintos niveles que, según las nuevas necesidades y a veces, rompe los huecos anteriores, que generalmente eran menos.
De estas dos casas contiguas, la nº 12 es la conocida como la “Casa de Íscar” que fue morada de un antiguo Arcipreste y está citada en algunos documentos. Cabría investigar más bajo los revocos, promete una buena portada, que es lo único que queda del antiguo edificio.
La que nos ocupa hoy especialmente es la casa nº 10 que, en ese proceso de desbroce de enfoscados, ha deparado una importante sorpresa al descubrir lo que los revocos ocultaban. Se puede considerar el hallazgo de primera importancia para la arquitectura arevalense porque contiene dos arcos de herradura, los primeros que conocemos de la arquitectura civil de Arévalo, y los restos de una ventana ajimezada, aunque está bastante deteriorada.
Fruto de las reformas que han dejado huellas, tenemos diversos huecos de puertas y ventanas descontextualizados de la primitiva casa y un balcón de forja que puede ser del s. XVI que ya rompió parte del arco de su puerta principal, por lo que parece que su origen es anterior, una casa medieval.
Se ha escrito y hablado insistentemente en las manifestaciones mudéjares en nuestra arquitectura, principalmente sobre el mudéjar de edificios religiosos y también militares. De la ausencia de arcos de herradura en nuestro mudéjar. De si los arcos del campanario de la iglesia de Santa María, aunque estén “rozados”, aún aparentan una ligera forma de herradura. Recordemos los raros y característicos enterramientos de la cabecera de la iglesia de San Miguel, con arcos conopiales y en herradura, aunque todos menos uno fueron mutilados sin duda para ocultar su acentuado islamismo.
Son incógnitas que en la mayoría de ocasiones quedarán siendo una hipótesis difícil de demostrar si algún hallazgo, como este, no aporta nuevos testimonios arquitectónicos que muestren nuevos datos.
Por todo ello, este descubrimiento es de mucho interés, porque nos muestra una arquitectura que conjuga sin remilgos los arcos rebajados, lobulados y de herradura, y nos demuestra la necesidad tantas veces apuntada de picar y descubrir de enfoscados las viejas construcciones y estudiar nuestra arquitectura popular o tradicional, que como muestra este hallazgo, aún nos depara sorpresas importantes que contribuyan a estudiar mejor nuestra arquitectura, de ladrillo… ¡Naturalmente!