
Es posible que quienes conocieron a Conrado Blanco echen de menos algún aspecto de su biografía en esta crónica, pero el espacio manda. Sin embargo sería injusto no reconocer el entusiasmo que siempre empujó a un cronista que es además un nexo de unión con aquellos bañezanos emprendedores que dieron a la ciudad no sólo unos negocios y un nombre, sino, también, un patrimonio arquitectónico: los edificios de estilo modernista que distinguen espacios como la plaza Mayor o la calle de la Vía de la Plata, entre otros.
Aun en estos últimos años, privado de la visión, Conrado Blanco ha desplegado una fuerte actividad que se ha proyectado en la ciudad y en sus vecinos. Hasta el 2008, cuando crea su fundación, Conrado había regalado a los bañezanos alrededor de 16.500 ejemplares de sus títulos. El cronista no ponía precio a sus libros, sencillamente los regalaba en su presentación y otras ocasiones. Ya con la fundación editó otros 38.500 ejemplares que tampoco salieron a la venta. En total, 55.000 libros regalados a los que habría que sumar los del 2013. Conrado Blanco, tranquilo y amable, encontró más ventajas en compartir que en guardar y esta máxima la llevó también a su vida privada. Por eso no se entendía a Conrado sin Charo, su esposa, y tampoco al revés, aunque que él tuviera que acostumbrarse a una separación que no fue soledad, sino acicate. Por eso las ediciones y reediciones dieron tanto trabajo a la imprenta en los últimos años. Sabía que la hora llegaba y la esperaba con una sencillez evangélica, apuntaba ayer un amigo íntimo. Y pese a la cercanía de la muerte aún ponía la ilusión en nuevos proyectos.
Fuente: http://www.diariodeleon.es/ – A. Domingo