
POR ANTONIO BRAVO NIETO, CRONITA OFICIAL DE MELILLA
Ayer domingo conocimos la triste y devastadora noticia del fallecimiento de Gustavo Cabanillas Gutiérrez. Siempre es difícil aquilatar las palabras cuando alguien se marcha, sobre todo por el profundo respeto que merece el dolor de su familia.
Sin duda Gustavo fue una persona que no pasaba desapercibida y no dejaba a nadie indiferente; hombre volcado en su trabajo y empresa, de fuertes convicciones y profundamente apasionado con aquellas aficiones (o pasiones) que le daban sentido a su vida.
Podría hablar de todo ello, pero sin duda la faceta que quiero destacar es la del mecenas, la persona que creó una fundación cultural con el fin de potenciar un sinnúmero de actividades que supo unir con su pasión por el mundo egipcio. Ya en eso desarrolló una actividad completamente original en una ciudad, Melilla, donde los mecenas, al margen de las instituciones públicas, no es que sean pocos, es que no existen.
Sería interminable enumerar todas sus realizaciones, que son muchas, pero quiero quedarme con aquellas que pudimos compartir, momentos intensos donde trabajamos en muchos proyectos en los que primaba el compañerismo, buscábamos la máxima calidad y encontrábamos la satisfacción en la obra bien acabada.
Nunca olvidaré cuando iniciamos la primera colaboración, a finales del año 2002, cuando se organizó la que ha sido, desde mi humilde punto de vista, la mejor y más completa exposición de arte e historia llevada a cabo en Melilla, “El Gran Capitán y la España de los Reyes Católicos”, potenciada por la Comandancia General de Melilla, pero con el concurso imprescindible de la entonces naciente Fundación GASELEC. Esta exposición nos permitió iniciar un intenso periodo de colaboración que duró varios años y donde trabajamos en otras exposiciones (El Peñón de Vélez de la Gomera, Chafarinas, Piratas, Dinosaurios) y en la edición de varios libros (Melilla Barroca, Peñón de Vélez), y fueron momentos llenos de intensidad, de creatividad, de buen humor y de buena armonía, y donde muchos amigos, entre los que no quiero olvidar a Juan Antonio, a Rafa, a Sebas, éramos capaces de entregarnos en el trabajo sin horario y, sobre todo, divirtiéndonos en la tarea, en la que no quiero olvidar su paciencia, buen humor, su ironía y sus bromas. Recuerdo un ambiente de trabajo insuperable, y me quedo con ese grato recuerdo, de un Gustavo volcado en colaborar para que la cultura de esta ciudad fuera algo mejor, no como crítica, sino aportando, sumando.
No quiero enumerar otros muchos aspectos de sus aportaciones en el campo de la cultura, que han sido muchos (no olvidemos la egiptología), pero creo que es de justicia que ahora, desde un punto de vista personal, recupere hoy algunos buenos recuerdos, fragmentados, de esos tiempos, es lo justo y creo que es mi obligación. Melilla ha perdido sin duda a un hombre singular, y no quiero dejar pasar la oportunidad de recordar su nombre y su obra. Mis sinceras condolencias a su familia y a sus más íntimos allegados.