POR MIGUEL GALLEGO ZAPATA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE SAN JAVIER (MURCIA)
A finales del siglo XIX Don José María Barnuevo encargó al aperador de San Javier Don Manuel Martínez Juan, por cierto, bisabuelo de Don Francisco García Martínez, nuestro amigo y Presidente de AIDEMAR, la construcción de diez aceñas para su finca Torre Mínguez de Santiago de La Ribera, por el precio de treinta mil pesetas.
No sabría concretar la fecha exacta de aquel contrato, pero los obreros que trabajaron en su instalación en diferentes puntos de la extensa finca comentaban que, como aún no se había construido la carretera de San Javier a Santiago de La Ribera (1901). cuando regresaban de su trabajo, ya anochecido, se orientaban por la Torre de la Iglesia de San Javier.
Aquellas aceñas cumplieron un fin importante en los sistemas de riego de aquel tiempo, más tarde llegaron los pozos artesianos, de los que aún quedan algunos en explotación, y finalmente con el Trasvase Tajo Segura nos llegó el agua deseada durante siglos.
Nos recuerda nuestro viejo amigo el ingeniero Don Diego Sánchez Carrasco, muchas de aquellas aceñas, la mayoría de ellas desaparecidas, pero que permanecen en nuestro viejo y entrañable recuerdo, me cita la aceña del Tío Isidoro, Sandoval, Zoilo, Papablanda, Ciudad del Aire, Los Pozuelos, San Blas, etc., yo le añado, a bote pronto, las de Manoalta, Tio Juan Sáez.
La aceña de la Torre Minguez, constituye hoy una excelente muestra etnológica de la extraordinaria tecnología popular y se encuentra intacta pues fue restaurada, hace unos años por Don Antonio Barnuevo, que le dedicó mucho de su tiempo y fuertes sumas, por ejemplo, los arcaduces cerámicos se hubieron de diseñar y construir expresamente.
Cuando observamos que en todas partes no solo conservan , es que miman las cosas de sus antepasados, nosotros estamos obligados, no solo a conservar nuestras aceñas, sino a exhibirlas como reliquias turísticas.
Hace poco leíamos la feliz iniciativa respecto a la Encañizada de El Ventorrillo, pues eso…