
POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA


Otros de los conflictos en la primavera de 1907 fue una huelga de cuatrocientos carreteros y barqueros que trabajaban en la descarga de sacos de guano, y que fue resuelta satisfactoriamente al acceder los consignatarios de buques al aumento de jornal que solicitaban los braceros.
El 1º de Mayo se celebró la Fiesta del Trabajo con música, manifestaciones y una merienda en el campo celebrada pos los obreros torrevejenses, pese a que no había trabajo en la bahía, ni en las salinas, y el pueblo entero pagaba las consecuencias de la crisis monetaria a la que estaba acostumbrado.
En el año 1908 no hay muchas noticias que destaca, únicamente que, en el mes de enero, numerosos obreros en manifestación se presentaron al alcalde pidiéndole que no se cerrara la fábrica de cerillas. El alcalde prometió trasladar la petición al Gobierno.
En mayo de 1910, la miseria se deja sentir de nuevo en la clase obrera torrevejense. Se paralizan los trabajos de las salinas y, no habiendo entrado un buque en la bahía, desde hacía mucho tiempo se hallaban muchas familias en la más desesperada situación.
Era de esperar que el alcalde se decidiera a emprender las obras de la carretera del cementerio. Pero no para ocupar a una docena de `paniaguados´ seguidores de su partido, como ya había sucedido en las obras de la casa consistorial y del paseo, atendiendo con esto a las indicaciones caciquístas, sino para que hallaran ocupación los verdaderos necesitados, los pobres padres de familia que padecían y sufrían.
En octubre de 1910, Torrevieja volvía a sufrir una triste situación, atravesando una crisis espantosa, sin esperanza de alivio; los obreros de todas clases estaban mucho tiempo sin ganar un jornal; la elaboración en las salinas se suspendió por las lluvias y no había medios de recompensar a que los trabajos donde miles de braceros que debían ganarse honradamente el sustento de sus familias. A la bahía no acudían buques y transcurrían semanas enteras sin exportarse un grano de sal. Se encontraban también en la miseria los jornaleros que de esta clase de trabajo se ocupaban.
En una palabra: que no habían medios de vida, que faltaba en absoluto trabajo al pueblo de Torrevieja, y con el trabajo faltaba también el pan, y por esta causa se ocasionó un conflicto grave que tuvo por única causa el hambre. Y por si esto era poco, corrían los rumores de que en cualquier día iban a cerrar las fábricas de moler sal, quedando desamparados los operarios que de ellas se ocupaban.
Era doblemente triste estos sucesos en pueblo en que habían tantos medios de vida, si se hubieran puesto en marcha- y que tenía las mejores salinas del mundo.
Las autoridades locales estaban muy preocupadas por tan seria cuestión y buscaron la solución a este arduo problema que, si no se resolvía pronto, no pudiendo el pueblo sufrir y esperar mucho tiempo, haciendo presagiar que surgiera un conflicto lamentable. Los torrevejenses no pedían socorros transitorios, sino únicamente trabajo donde ganar donde ganar el pan con honradez.
En marzo de 1911, la crisis obrera se agravó yendo en manifestación al Ayuntamiento dos mil hombres y mujeres sin trabajo, demandándolo de modo apremiante. En vista del estado de excitación de lo ánimos fue reconcentrada la guardia civil.
Al día siguiente comenzaron las obras de la carretera del cementerio, costadas por el Ayuntamiento, dando trabajo a algunos jornaleros necesitados.
El 15 de marzo, la crisis que venía atravesando el pueblo comenzó a tener el resultado que se presentía. Una importantísima manifestación recorrió las calles pidiendo de los poderes públicos urgentes remedios a la crisis obrera. Se cerraron todos los establecimientos y los comercios. Asistieron a la manifestación el pueblo en masa, incluso muchas mujeres y niños, atravesando el pueblo, recorriendo las calles pacíficamente y exigiendo la construcción del puerto. Torrevieja ofreció un aspecto verdaderamente imponente, aunque no se observó el menor desorden, disolviéndose sin el menor desorden.
Entre los muchos telegramas que se pusieron dando cuenta de del suceso figuraban los del alcalde al gobernador de la provincia, al presidente del Consejo de Ministros, al representante de en Cortes de este distrito, Trinitario Ruiz Valarino; y al ministro de Fomento, Rafael Gasset Chinchilla. También se pusieron otros, entre ellos al Ayudante de Marina; y a Diego Arias de Miranda, ministro de Marina. También se pusieron telegramas a la prensa madrileña.
Las autoridades, por esta vez tomaron parte activa, marchando a Madrid, el 17 de marzo, una comisión compuesta por las personalidades más importantes de la localidad, dispuesta a manifestar a los poderes públicos la imperiosa necesidad y deseos del pueblo, y solicitar un crédito para obras públicas, a fin de remediar la situación de miseria que atravesaba la villa. La expedición estaba formada por el gobernador civil de la provincia, Rufino Beltrán; Julio Casciaro; el alcalde Pedro Ballester Carcaño; Rafael Sala, Manuel Bonmatí, Vicente Castell, Vicente Chapaprieta, Manuel Ballester, Francisco Maura y Antonio Torregrosa.
La grave crisis de 1913
Muchos sufridos torrevejense se veían obligados a emigrar, sucumbiendo a la miseria de la falta de trabajo, pese a que las salinas brindaban riqueza sobrada para que no sólo un pueblo, sino una gran ciudad, viviera en una espléndida abundancia. Faltaba únicamente que las salinas se explotaran bien y que se construyera y dispusiera de un indispensable puerto, necesario también para toda la comarca. El puerto de Torrevieja estaba declarado oficialmente, paradójicamente y sin haber sido construido, de `Interés General´.
En 1913, la población contaba con dos mil trescientos electores y cerca de diez mil habitantes. Todo su desarrollo desde su fundación se había debido exclusivamente a las salinas, puesto que no contaba con otro medio de vida más que la elaboración y exportación de sus sales, reconocidas como las mejores del mundo. Mas como las salinas no se explotaban más que de una pequeña parte, y el pueblo había crecido rápidamente esperanzado en que, conforme fueran creciendo sus necesidades, iría en aumento el desarrollo de la industria salinera, cosa que no ocurrió así, llegando a sufrir el conflicto de las necesidades que eran mucho mayores que el producto del trabajo.
había pues, que dar un impulso a la industria de la sal, más actividad al comercio. Y, puesto que las salinas eran y son inagotables en su producción, y la situación topográfica de Torrevieja inmejorable para la construcción de un puerto, y así lo exigían las necesidades vitales del pueblo de toda su comarca, en el puerto se fundó todo su porvenir, solicitándose a los poderes públicos incesantemente.
Torrevieja continuaba viviendo en la más angustiosa escasez, y no quedaban otros caminos que emigrar o sucumbir. La vida se iba haciendo insoportable para todas las clases, especialmente para la obrera. El único remedio a tan grave situación era la construcción de un puerto, para fomentar la exportación de sales y abrir las puertas del comercio y la industria.
El puerto, que debía de ser la redención del pueblo y la prosperidad de la comarca, se había solicitado bajo todas las formas sin que se el Gobierno se hiciera eco de sus reclamaciones.
En el mes de febrero, con motivo de la escasez de trabajo que existía en la localidad, el conflicto obrero se agravó. La compañía arrendataria de las salinas aumentó en dos pesetas el precio de la sal. Como los buques se iban a buscarla a otros sitios, la población se amotinó por carencia de trabajo. La situación de la clase trabajadora se hizo cada día más angustiosa, llegando por esta causa al motín y la violencia. Los obreros amotinados incendiaron y destruyeron las casetas de los consumos, obligando a suspender todos los trabajos, incluso la fabricación de luz y pan. Algunas familias abandonaron la población temiendo la reproducción de los sucesos. Ante el temor de que pudiera ocurrir alguna alteración de orden público se reconcentraron las fuerzas de la guardia civil.
Desde el 10 de marzo en que partió de Torrevieja para Murcia, el político Luis Díez Guirao de Revenga, que había estado haciendo campaña en la localidad recomendó a los obreros cordura y calma, reinando la tranquilidad absoluta en el pueblo. Todos los obreros acudieron al trabajo demostrándole su adhesión y profundo respeto, permitiendo terminar satisfactoriamente el cargamento de muchos vapores que había en la rada.
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 23 de noviembre de 2013