
POR ANTONIO ORTEGA SERRANO, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE HORNACHUELOS (CÓRDOBA)
Los Ángeles te llamaron para llevarte a los cielos
Ondeando al viento sus vestidos celestiales…
Ante Dios tú te postraste como cristiano elevado.
Amigo de tus amigos, de los buenos y los “malos”…
Alcanzaste en tu vida las más altas dignidades.
Naciste para la ciencia con muy grandes cualidades;
Trataste a miles de niños… y muchos al fin salvaste
Orgulloso te sentías cuando tratabas sus males,
Nunca dejaste de amar la profesión que estudiaste.
Incansable, tenaz y humano sus cuidados practicaste,
Ocultando en muchos casos sus dolencias preocupantes.
Antonio, cuántos curaste de sus dolencias y males,
Robaste tiempo a tu sueño porque ellos estaban antes.
Juraste siendo muy joven el deber hipocrático
Oíste, días, meses, años… a Averroes imitandole
Nunca dejaste a un lado tu saber y caridades.
Antonio Arjona Castro, recordaré tu talante.
Y Es que el pasado domingo se nos marchó para siempre ese médico de profesión, pero con infinito afán de saberes, académico ejemplar, escritor y literato. Tenía 75 años, los llevó con verdadera caballerosidad, y gracias a la larga expectativa de vida que nos augura la ciencia que él mismo estudió, equivale a estar situado en una tranquila y longeva madurez colmada de futuro. No pudo ser en su caso, aunque para sus familiares y amigos les queda la tranquilidad de que se fue de la mejor manera posible, de repente, casi sin enterarse y sin molestar a nadie, lo que no evita que su inesperada ausencia haya dejado una especie de desgarro interior en cuantos le apreciábamos, aparte de un hueco doloroso en el terreno de la investigación y la cultura en general. La fatídica muerte le sorprendió haciendo lo que más le gustaba, escribiendo, investigando, sentado frente a su ordenador y escrutando todo lo que se nos escapaba a muchos, sobre todo, después de haber superado una enfermedad que le aquejó algún tiempo, y que prácticamente, le había obligado a cerrar su consulta privada de pediatría.
Lo que más le gustaba, aparte de conversar con ese decir tan suyo, atropellado, inteligente y contumaz -aunque de sonados despistes y divertido-, era ponerse a trabajar ante su inseparable amigo –el ordenador-, de las nuevas tecnologías, había creado hasta un blog personal, para poder desfogarse a placer tal como él era: entregado, compulsivo y ávido de transmitir al mundo sus experiencias y conocimientos. Aunque para ello tuviera que interrumpir en las sesiones públicas o privadas de la Real Academia de Córdoba, de la que era numerario desde 1981 y director de su Instituto de Estudios Califales, el discurso del más conspicuo de los colegas.
Y es que ANTONIO ARJONA llevaba en la sangre el ansia de aprender y de enseñar. Nacido en Priego, se crió en Zuheros -localidad a la que estuvo unido hasta el final de sus días y de la que fue CRONISTA OFICIAL- era hijo y hermano de maestros vocacionales. Profesionalmente, sin embargo, a él le atrajo más que educar las mentes de los niños y sanar sus cuerpos. De modo que tras estudiar Medicina en Sevilla, ejerció en sus primeros años en Las Navas de la Concepción (Sevilla). Posteriormente se especializó en Pediatría, y ya en los años ochenta, en alergología pediátrica, donde llegó a ser una figura de referencia. Pero la verdadera inquietud intelectual de Antonio iba más allá de enfundarse la bata blanca, así que se empleó a fondo en dirigir la revista del Colegio de Médicos, del que fue doce años secretario general. Allí además publicó numerosos trabajos sobre medicina medieval, y con el tiempo y la constancia en el estudio, al que vivió aferrado hasta el último momento, como arabista, se convirtió en digno heredero de D. Rafael Castejón y Martínez de Arizala, de cuya mano había ingresado en la Real de Córdoba, de la que fue uno de sus miembros más activos y constantes.
Se fue un portentoso humanista, para muchos, entre los que me encuentro, un verdadero y cabal amigo y compañero, uno de los últimos que van quedando, pero naturalmente, siempre permanecerá entre nosotros, si no físicamente, sí recordando la huella que lo guió en un amplio camino recorrido buscando la sabiduría.
¡Descanse en la Paz del Señor, nuestro ínclito amigo y compañero CRONISTA ANTONIO ARJONA CASTRO!