
POR APULEYO SOTO PAJARES, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Toda la ciudad brasileña de Canela, que acabo de visitar con otros veinte periodistas españoles e iberoamericanos, exhibe en calles, plazas, paseos, jardines, restaurantes, comercios e industrias, en piedra, en arbustos y en chocolate, los tradicionales huevos de Pascua. Allí lucen y se reparten cualquier día del año; aquí en España se reservan comestibles para las jornadas especialísimas que les dan nombre por las celebraciones de la resurrección del Cristo crucificado en Jerusalén en la luna de abril.
Huevos o monas, como tortijas o yemas, arrancan de la religiosidad trastridentina, y de antes también, y se afincaron en América con una intensidad semejante sino superior a la de la madre patria, que se las trasplantó a quechuas, náhuals, guaraníes, mexicas y otras etnias tribales, cristianizadas por benedictinos, cistercienses, dominicos, franciscanos y jesuitas, expansionadores de la fe, ora et labora. Conviene saber esto y tenerlo en cuenta para opinar después con sensatez y rigor histórico.
Somos unos y los mismos después de tantos éxodos de una y otra parte. El mestizaje precisamente es el que construye al hombre total, perfecto. Al menos por ahora, que ¡quién sabe lo que la evolución y la naturaleza y la antropología aliadas nos depararán en el futuro! A esperar toca, los que vivan para entonces, que yo no sé si lo veré, ni tú tampoco, acaso, lector secuaz mío.
Mi amiga periodista chilena de origen alemán Anne Marie Balde, con la que me he encontrado en Uruguay y Brasil en el Congreso de VISIÓN-FEPET 2012, me recalco que el huevo de Pascua es signo contable y constatable de la resurrección del Dios-hombre Jesús de Nazaret, y que por eso se pintan con la alegría salvadora de muchos colorines. Con ella está y como ella piensa otro amigo reportero mundial, el velocísimo Ricardo Caletti, argentino de San Martín de los Ángeles en la Patagonia. O sea, que el huevo de Pascua es mundial, porque también lo vi en el sudeste asiático –Bali, Yakarta, Singapur-, puertos exportadores de la tradición cristiana en medio del islamismo y el budismo ambientes. Chapeau. Comercio, claro. ¿Y qué? ¿Por qué no? Peor es avergonzarse de lo que uno es y ha mamado de sus ancestros. Pero no quiero ponerme trascendente, que a lo mejor me cuesta un huevo y la yema del otro. Gozad, hermanos.
Fuente: LA GLORIOSA GACETA DEL MESTER. Época II, número 44. Mayo, 2014