LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS Y DE CUBA
Jun 13 2015

POR FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES)

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En 1945 la propaganda cinematográfica del régimen franquista estrenó con enorme éxito una película titulada «Los últimos de Filipinas«, largometraje que con una magnífica banda sonora, lo mejor del film, se resaltaba un episodio verídico que reflejaba el heroísmo de la guarnición costera de Baler en la isla de Luzón en el archipiélago asiático. Allí unos cincuenta soldados españoles resistieron todas las embestidas de los insurrectos independentistas durante casi un año, incluso después de la fecha en el que este territorio ya no pertenecía a España ya que se había entregado oficialmente a los Estados Unidos en 1898.

Efectivamente España obligada a firmar el Tratado de París «cedió» Puerto Rico, Guam y Filipinas a USA y concedía la independencia a Cuba después del incidente del Maine, una declaración de guerra, y de sufrir los «golpes» en Manila y Santiago de Cuba por parte de una marina americana muy avanzada y renovada tecnológicamente que convirtió en chatarra la obsoleta flota española y con ello, y mucho más grave, provocó la muerte de varios miles de compatriotas. Con esta humillante derrota se puso fin definitivamente al otrora y casi invencible Imperio Español.

A la guerra de Cuba y Filipinas, cuyo proceso independentista se había iniciado desde hacía ya algunas décadas, y antes del desastre final de 1898, estuvieron llegando miles de soldados procedentes de la península que eran reclutados por el injusto sorteo de «quintas» que estuvo en vigor hasta 1912, sistema por el que uno de cada cinco jóvenes tenía que servir en filas. El modelo llevaba implícito un aspecto perverso, y era que si el elegido tenía dinero en efectivo podía redimir la obligación de integrarse en el servicio militar. En la práctica, y como consecuencia de ello, a la guerra únicamente iban los hijos de los pobres. Como en tantos otros aspectos, el cancionero no se equivocaba, y muy conocida era aquella copla que decía «si te toca te jodes, que te tienes que ir, que tu madre no tiene ni dos mil reales para ti».

Por consiguiente, en los últimos años del siglo XIX un buen número de soldados arroyanos de reemplazo tuvieron que ir a defender una tierra en unas condiciones extremas, y donde el resultado final parecía fácilmente previsible. España a estas alturas del siglo se había convertido en una potencia de segunda o tercera fila, y se veía incapaz de retener sus últimas colonias ante el empuje independentista de los nativos y, especialmente por la ayuda prestada a esa causa por la que muy pronto se iba a convertir en primera potencia del mundo: los Estados Unidos de Norteamérica.

En esta situación los nombres que a continuación vamos a referir no dejan de ser nuestros particulares «últimos de Filipinas y de Cuba», campesinos arroyanos convertidos en soldados que marcharon a la aventura americana obligados, a la fuerza, y completamente diferente de los que años o siglos atrás acudieron por su propia voluntad en busca de gloria y dinero, y que referimos en el artículo del mes pasado. Soldados que ya nunca más volverían para ver su añorado pueblo, su familia, ni su venerada Virgen de la Luz.

Todos ellos dejaron su vida en aquella aventura. Lo más triste de esta historia es que una buena parte de los mismos no llegó ni siquiera a combatir, murieron producto de las enfermedades tropicales. Sirva este artículo como homenaje a todos ellos con la esperanza que su pueblo, ya que algunos de sus familiares de entonces no supieron de manera fehaciente lo realmente sucedido, nunca olvide estos hombres, con nombres y apellidos, la mayor parte perfectamente reconocibles, ya que llevan la «impronta» de nuestra localidad.

El soldado Mauricio Amaya Talavera perteneció al Regimiento San Marcial. Falleció en La Habana por «enfermedad común» el 23 de octubre de 1898. Distinto fue el caso del recluta Alejandro Arias Amaya que servía en el Regimiento Covadonga cuando falleció en La Habana el día 30 de septiembre de 1896 a causa del «vómito negro», plaga americana también conocida como fiebre amarilla, una enfermedad hemorrágica que aún hoy día provoca un buen número de muertos en aquellas tierras.

Juan Bermejo Martín sirvió en el Regimiento Canarias, el día 30 de enero de 1898 en la Habana y también falleció por «enfermedad común». Isidro Bermejo Molano era un guardia civil que estaba destinado en la isla cubana, se puso enfermo grave y cuando era repatriado a la península, concretamente en el «Vapor Antonio López» falleció el 26 de marzo de 1898, fue «enterrado» en el Océano Atlántico.

El soldado Eleuterio Berrocal Villalba también destinado en el Regimiento Covadonga falleció el 13 de mayo de 1895 en Sancti-Spiritus (Santa Clara), una población del centro de la isla cubana por «enfermedad común». También en Santa Clara, pero en este caso en Camarones falleció el 18 de septiembre de 1896 el soldado Manuel Delgado Ramos que pertenecía al Regimiento Cataluña. Martín Fondón Narciso era otro soldado destinado en el Regimiento Vergara que falleció el 10 de junio de 1898 en Artemisa (Pinar del Río), hacia el oeste de Cuba, también por «enfermedad común». El soldado Francisco Gaitier García que servía en un regimiento de Caballería en la isla de Cuba falleció el 31 de marzo de 1898 en Morón (Puerto Príncipe), una ciudad del centro del país y por «enfermedad común».

Por «vómito negro» también murió el soldado Félix Gibello Parrón, un recluta del Regimiento Simancas que el 24 de diciembre de 1897 falleció en Guantánamo. Distinto fue el caso del cabo Jacinto Manzano Mariscal que sirvió en el Regimiento Wad-Ras y falleció en La Habana el 26 de septiembre de 1896 después de las «heridas causadas en combate» y que había sufrido en la lucha contra los independentistas cubanos. En cambio, Pedro Molano Espadero que sirvió en el Regimiento Garellano falleció en el campamento de Guayacanes (Puerto Príncipe) el 25 de septiembre de 1897 a causa del «vómito negro» y sin participar en servicio de armas.

Otro de los soldados arroyanos que perdió la vida muy lejos de su pueblo fue Segundo Pajares Moreno del Regimiento Covadonga que el día 3 de julio de 1897 falleció en Sancti-Spíritus (Santa Clara) debido a una «enfermedad común». Por último, y quizás el ejemplo más triste de todos los referidos, el caso del recluta Fidel Tejado Solano que pertenecía al Regimiento de Cazadores y que había participado en la lucha contra los independentistas filipinos. Concluida la guerra, y cuando ya el archipiélago pasó a manos estadounidenses, fue repatriado hacia la península junto con todo el contingente colonial. Navegaba en el vapor Cachemire que tenía previsto atracar en Barcelona; no obstante, el 17 de enero de 1899 falleció en alta mar, y su cuerpo se tuvo que quedar para siempre en el Océano Índico.

Fuente: http://www.hoyarroyodelaluz.es/

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