MANISEROS ILUSTRES: D. SALVADOR VILAR HERNÁNDEZ
Ago 19 2014

POR JOSÉ LUIS DE TOMÁS, CRONISTA OFICIAL DE MANISES (VALENCIA)

D. Salvador Vilar Hernández y su señora, Dª. Juana Ortiz Lozano.
D. Salvador Vilar Hernández y su señora, Dª. Juana Ortiz Lozano.
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D. José Vilar examinando el producto en el campo.

“Cuando el río suena, agua lleva”. Así dice el refranero español. Pero algunos nos quedamos con la máxima del escritor e historiador romano, de la época imperial (siglo I d. C.), Quinto Curcio Rufo: “Cuanto más profundo es un río, menos ruido hacen sus aguas.”

Estas palabras son de plena aplicación a D. Salvador Vilar Hernández, hombre emprendedor, valeroso y un luchador incansable. El río de su vida ha sido siempre de un caudal incalculable. Pero no todos conocen esta faceta de su personalidad

En octubre del pasado año, el ayuntamiento de la ciudad le concedió el título de Hijo Predilecto de Manises, “en reconocimiento a su carácter emprendedor, su colaboración en diversos actos locales, la larga trayectoria de su empresa, así como su contribución al mundo industrial de Manises.”

Este manisero ilustre nació un 22 de enero de 1942, en la casa de sus padres, en la calle Pilaret. Su madre era Dª. Concha Hernández y su padre, D. Salvador Vilar, que falleció antes de nacer él, lo que le convirtió en hijo único. Recibió una formación de nivel medio, pero el potencial de su inteligencia se puede decir que despertó pasada la adolescencia.

Como tantos adolescentes y jóvenes maniseros, trabajó en una fábrica de cerámica de nuestra ciudad. Como él mismo lo explicó, con su gracejo especial, tuvo que “ficarse a treballar, a traure moles, a coure i traure el forn, a peseta l`hora”. Tuvo varias conversaciones con los hombres que trabajaban en la misma fábrica. Y es que, cuando a él le pagaban dos pesetas a la hora, los adultos por realizar el mismo trabajo, cobraban seis pesetas. Y un día tomó la decisión de abandonar ese trabajo

-Che, Genaret, i qué vas a fer? –le preguntaron.

-Treballaré per el meu conter.

Y tras esa breve conversación, surgió la personalidad y la raza de este joven arriesgado. Renunció a la comodidad de un sueldo pequeño, aunque fijo. Y lo hizo con la entereza del que sabe que no puede quedarse arrinconado en ninguna esquina de la vida.

Con apenas 16 años, echó mano de sus pocos ahorros y con la ayuda de su madre, que siempre tuvo fe en él, se decidió a trabajar por su cuenta. Abrió una tienda de ultramarinos, que así se llamaba entonces a las tiendas de alimentación, en la calle Cueva Santa, de nuestra ciudad. Pero, con los días, la tienda se le fue quedando pequeña. Necesitaba abrir su negocio y vender fuera de la ciudad.

Llegados a este punto, surge una pregunta. ¿Cómo se le ocurrió a D. Salvador Vilar Hernández montar un negocio, diferente del mundo de la cerámica? Porque también él se inició en las fábricas con los ceramistas. Y, sin embargo, buscó un horizonte totalmente diferente, lanzándose a esa aventura de crear una gran empresa en un campo que apenas conocía. Y lo logró con creces.

Con la ayuda económica de su madre y de su tía Carmen, se compró un coche. Con él recorría los pueblos de alrededor: Ribarroja, Villamarxant, Godelleta, etc. Empezó comprando productos directamente del campo (calabazas, lechugas, uva…), acudiendo directamente a los labradores del lugar. Según sus propias palabras, les compraba “a ull o a peçes”, como ellos quisieran. Con el coche cargado, regresaba a la tienda. Ordenaba el género y le iba poniendo precio. Con el paso de los días, observó que iba doblando el capital invertido. Abastecía a todas las tiendas de Manises. Lo curioso del caso es que vendía a las tiendas a un precio inferior al que se cobraba en Abastos (la actual Mercavalencia). Y además se lo servía personalmente. Se había inventado un negocio directo, sin intermediarios.

Construyó una vivienda en la parte superior de la tienda. Y un buen día, se acercó a las fiestas del Cristo de Paterna. Observó a una bella muchacha, de la que se quedó prendado. Y, sin más, la invitó a bailar. Andando el tiempo, esa joven, Dª. Juana Ortiz Lozano, que vivía en Paterna en casa de una tía, se convertiría en su mujer. Contrajeron matrimonio en Villamalea (Albacete).

Según afirma su mujer, D. Salvador Vilar jamás se arredraba ante los obstáculos. Para todo encontraba solución. Siempre aportaba ideas nuevas y jamás se le escapaba ningún detalle.

En sus inicios, tuvo noticia de que unos amigos suyos estaban importando cacao. Y les compró un saco, sin dar razón de para qué lo quería. Con la ayuda de su mujer, empezaron a llevar el cacao al horno, para que “el torraren en llandes.” Una vez salido del horno, lo envasaban de forma manual. Empezó a vender el cacao en la tienda propia y a recorrer otras tiendas de la comarca, ofreciendo el cacao en venta. Si no querían el cacao, entonces les dejaba un pequeño pedido de diez paquetes y le decía al dueño: “La semana que viene, pasaré; si no lo has vendido, te lo regalo”. Y empezó a sumar muchos clientes.

Luego llegaron los frutos secos y las pipas. Su secreto siempre era el mismo. Acudía directamente a los labradores y buscaba la calidad.

Los primeros productos envasados salieron con el nombre de “Salvador Vilar”. Pero fueron los clientes los que, con el paso del tiempo, empujaron a nuestro empresario a cambiarle el nombre. Primero fue un cliente que acudió a una tienda y pidió cacao del manisero. En otro lugar, supo que pedían pipas del manisero. El mercado empezó a solicitar los productos de ese señor manisero. Y cambió el nombre del producto por el de “El Manisero”. Manises es conocida, desde entonces, en casi toda España y en diversos países.

El relevo generacional de la empresa se produjo a partir del año 1992. Sus tres hijas, Rosa, Ana y Juani, se pusieron a la cabeza del negocio, continuando la línea ascendente que había impulsado su padre. La empresa pasó a constituirse en S.L. Según manifiestan sus hijas, lo más complicado fue acertar con la materia prima que se adquiría. Y decidieron abrir caminos en países extranjeros a fin de mejorar la calidad de los productos.

Nuestro manisero ilustre, en opinión de quienes mejor le conocen, sus hijas, siempre tuvo un carácter fuerte, pero es un cielo. Sabía reconocer sus pequeños excesos verbales y regresaba rápidamente a buscar la disculpa. Ya lo dijo el poeta García Lorca, en un poema: “¡Qué duro con las espuelas, qué blando con las espigas!”. Siempre fue un hombre exigente, pero estaba lleno de intuición para el negocio. De hecho, sabía adelantarse a todas las tormentas.

En la actualidad, la empresa tiene relaciones comerciales con diversos países, entre ellos, Israel y Estados Unidos. Sus productos se venden en casi todas las ciudades de España.

El negocio que echó a andar en una tienda de ultramarinos de la calle Cueva Santa de Manises, hoy es una inmensa fábrica que cuenta con todos los adelantos de la técnica. El hombre que creó la empresa y que comenzó repartiendo con su bicicleta los pedidos por las tiendas de alrededor, hoy ve con mirada más serena el crecimiento de toda su obra.

D. Salvador Vilar siempre ha sabido poner en práctica el pensamiento del filósofo griego Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.): “Piensa como piensan los sabios, pero habla como habla la gente sencilla.”

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