POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Mañana, 15 de octubre, Santa Teresa de Jesús (Ávila 1515- Alba de Tormes 1582) tiene su fiesta. Especialmente en Piloña (Asturias) donde es especialmente venerada. Doctora de la Iglesia, escritora y poetisa mística, fundadora de conventos,… fue declarada «Patrona de España», a petición del rey Felipe II, por el Papa Urbano VIII en 1627 ; patronazgo que comparte con el Apóstol Santiago.

Y ahora pensarán ustedes que les hablaré de las típicas yemas abulenses, también llamadas de Santa Teresa.

Pues no; porque esa dulcería no fue invención de la Santa sino iniciativa de un confitero-repostero, oriundo de Tierra de Campos y afincado en Madrid, llamado don Isabelo Sánchez, que trasladó su negocio a Avila, al que llamó «La Flor de Castilla».

Hace de esto más de 170 años y fue su hijo José quien aprovechó el tirón de la Santa para dar mayor publicidad a esas yemas cuya receta, posiblemente de origen andaluz, había aprendido su padre en la capital de España.

En Madrid -este Madrid lo exporta todo- fueron famosos, y ya desde tiempos antiquísimos, los BARTOLILLOS.

Unas dulcerías de forma triangular que bien pueden definirse como «empanadillas de crema».

Bueno, pues resulta que aquí, en nuestro Principado, algún ingenioso pastelero (ignooro su casado o padre de alguna Teresa) «transformó» los bartolillos en TERESINES o TERESINAS; nombre que así les da una «libreta-recetario» de 1878, propiedad que fue de una familia (Trabanco) gijonesa.

«El Ramillete del Ama de Casa», en 1924, y escritoras de la segunda mitad del siglo XX, se inclinan por Teresitas y/ o Teresicas.

Pueden hacerlas así para celebrar a sus Teresas familiares:

Se pone un cazo, al fuego, con un vaso de vino blanco y vaso y medio de agua, una rama de canela, corteza de limón, una cucharadita de azúcar, una «sospecha» de sal y una nuez de mantequilla . Da unos hervores. Se aparta del fuego y cuando esté templada la mezcla, se retiran la canela y el limón, y se disuelve un dado de levadura de panadería. Se pone harina sobre una mesa, formando un a modo de volcán, y añadiendo el «agua» aromatizada, se va amasando hasta lograr una masa ligera y compacta que no se pegue a los dedos. Se le da forma de bola y, tapada con un paño, reposa durante 3 horas en lugar templado.

Pasado ese tiempo se estira la masa con un rodillo, se distribuyen por ella unos trozos de mantequilla, se dobla en varios dobleces y se vuelve a estirar para formar una lámina no muy gruesa (como para empanadillas).

De esta lámina se cortan cuadrados de 6 cm x 6 cm -o rectángulos de 6 cm x 8 cm- que se rellenan con crema pastelera.

Se cierran sobre sí mismos aplastando los bordes con un tenedor y fríen en abundante aceite bien caliente.

Se sacan, se disponen sobre papel absorbente y se espolvorean de azúcar.

Santa Teresa falleció un 4 de octubre. En su honor y en el de todas nuestras TERESAS, vaya esta dulcería rellena de crema y de deseos de felicidad.