POR CARMEN RUIZ-TILVE, CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO
La Navidad es tiempo de buenos deseos, que buena falta nos hacen. Nos cruzamos con amigos por la calle e incluso sin detenernos, vuelan las buenas palabras. Durante mucho tiempo el correo llevaba esas buenas palabras de viaje para llegar a todos los confines. Al principio, los textos navideños se escribían en tarjetas caseras que ingenuamente se llenaban de paisajes de nieve y hojas de acebo. Hace medio siglo llegaron los crismas, y con ellos una palabra inglesa que se introdujo con naturalidad en nuestro idioma, con reproducciones de arte o dibujos de Ferrándiz y las tarjetas de Unicef, primeras de toda una serie de felicitaciones que a la vez querían ser diezmo para alguna buena causa.
Las librerías y papelerías de Oviedo se incorporaron pronto a aquella feria de papel que postulaba los buenos deseos y de entre todos los escaparates que se empapelaban de Navidad recuerdo especialmente el de la Papelería Benedet, en Milicias, donde Ángeles Benedet y su sobrino Julián llenaban toda la tienda de felicitaciones, de la misma forma que a lo largo del años estaban especializados en prensa extranjera. Se echa aquello de menos.
Fue menguando aquella fiebre de cordialidad postal, espacialmente desde que el correo electrónico se hizo el amo de usos y costumbres, capaz de hacerlo mejor, incluso con ilustraciones, luz y sonido, pero no es lo mismo, porque el papel mantiene la emoción de la mano amiga que lo escribió y lo llevó al correo.
Otra cosa son las felicitaciones oficiales, los elegantes tarjetones que nos acercan los deseos de las instituciones. Con todo, el tráfico de buenos deseos está a la baja, y tal parece que andamos retrasados y desganados. Mantengamos el ánimo que es lo que nos queda, y que nos dure.
Felices Pascuas a todos.
Fuente: http://www.lne.es/