POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Se llamaban Clementina y Celestina Bertrand, eran hermanas e hijas de familia acomodada, y exploban en el Oviedo de comienzos del siglo XX un negocio de modas y sombrerería para señoras.
En 1903, siguiendo el ejemplo de la condesa de Pardo Bazán, escribieron y editaron un curioso libro culinario titulado LIBRO DE COCINA DE LAS HERMANAS BERTRAND, que fue el primer libro de cocina editado en Asturias, 1990 anterior al famoso RAMILLETE DEL AMA DE CASA, de «Nieves». En 1909 hubo una 3ª edición, ampliando la 1ª, de la que afortunadamente poseo un ejemplar. Editorial Auseva reeditó en 1990 un facsimilar de este libro, comentado con un prólogo mío (perdón por la autopublicidad).
Bueno, pues en esta obra que, insisto, no es específica de cocina asturiana, se da una fórmula de NIÑOS ENVUELTOS DE JACINTO, sin detallar quién era el tal protagonista: si un cocinero profesional, si un amigo cocinillas o un malvado antropófago (opción que descartamos).
Los NIÑOS ENVUELTOS, actualmente plato típico en Gijón en los «Menús de San Miguel», tienen cuna en la cocina española de, al menos, siglo XVII; aunque a decir verdad «retornaron» a nuestro país, y más concretamente a Asturias, con la emigración hispanoamericana, muy especialmente la argentina.
El concepto de «niño envuelto» es el de un filete fino de ternera que, enrollado, lleva en su interior «un contenido».
En Gijón se acostumbra a que ese «contenido» sea una lámina de tortilla a la francesa y una loncha de jamón serrano; se enrolla, se cierra con un palillo, se fríe y se guisa al modo que cada cual guste.
Yo suelo acompañarlos con patatas fritas más bien gruesas y un poco de ensalada de lechuga.