
POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
A mediados del siglo XIX los pobres de España eras muy pobres. Tan pobres eran que nos les importaba jugarse la vida por plantar cara al liberalismo duro que imperaba. Por aquella época nació en Ferrol un niño llamado Pablo Iglesias. Sus padres eran pobres. Para colmo el progenitor se murió pronto. Para sobrevivir la familia llego a Madrid, a la desesperada. Una mísera buhardilla de la calle La Morería les sacó de la calle, pero no del hambre y la tisis, que mató al hermano menor. A Pablo lo llevaron al hospicio, cuando los hospicios eran como los de Dikens. La criatura aguantó aquella mala vida como pudo. Allí los niños trabajaban de sol a sol por casi nada, porque funcionaba lo de que quien no trabaje que no coma. El crío echaba tanto de menos a su madre que una navidad se escapó para verla. Le castigaron de tal modo por eso que no lo volvió a intentar. Se dedicó a pensar y soñar mientras se hacia tipógrafo. Con diez años ya demostraba habilidad para el oficio, y notables cualidades humanas. Tantas que un periodista famoso quiso adoptarlo. Pero Pablo y su madre no se vendían por un plato de lentejas. Al fin pudieron reunirse en la buhardilla, cuando el niño-obrero tenía 13 años. Con su trabajo mantenía la casa. En sus ratos libre estudiaba por su cuenta, y asistía a actos culturales gratuitos. No pisó la universidad, pero era una esponja para aprender. Así conoció a Giner de los Ríos y a otros personajes del momento. Todos se dieron cuenta de que aquel muchacho destacaría. Acertaron: presidio la Asociación de Impresores y representó a los obreros en la Primera AIT, aunque aquello le costara perder el empleo. En 1879 fundó el PSOE y su sindicato, la UGT. Aquello pasó en la Taberna Labra, junto a Preciados, donde hoy ponen unas tapas riquísimas de bacalao.
Pablo Iglesia I nunca se casó, pero vivió en armonía con su compañera sentimental, y con el hijo de ella. Esta pareja practicaba lo que predicaba, la austeridad, la honradez. Y defendía la dignidad de los obreros. Pero entonces pedir eso era como pedir la luna. Y asistir a las primeras manifestaciones obreras de 1 de mayo era casi jugarse la vida. Pese a todo Pablo Iglesias I vivió para contarlo. Su coherencia vital y la fidelidad a los ideales en lo que creía le llevaron a la cárcel. Pero también al parlamento, como primer diputado del PSOE en 1910. Allí comprendió que la política es el arte de lo posible. Y que entonces era mejor ser socialista que comunista para conquistar desde un escaño lo que raramente conseguiría con la violencia. Por eso no siguió el camino de la III Internacional Comunista, la de Lenin. Por eso los suyos, y los otros, le respetaban, porque cuando Pablo Iglesias I decía “podemos” era porque podía de verdad. Su trayectoria humana y política nunca se empaño con la sombra de la corrupción. Aunque cometió errores políticos, sobre todo cuando permitió que Primo de Rivera suprimiera la constitución, a cambio de que el PSOE permaneciera dentro del sistema. Pablo Iglesias I se murió en el año 1925, sin ver la caída de esta dictadura ni la llegada de la II republica. Y sin que un hijo propio que llevara su nombre, un Pablo Iglesias II. Todavía no ha nacido quien lo merezca.
Un escultor de Sepúlveda, Emiliano Barral, sacó mascarilla a su rostro muerto para hacer un busto en piedra. Lo que se hace bien hecho es duradero. Lo he comprobado hace poco en el taller–museo de otro genial cantero sepulvedano, Juan Emilio Cristóbal. Si van a Sepúlveda no se lo pierdan. También Barral hizo un busto a Machado, en piedra rosada sepulvedana. Yo creo que el discurso de Pablo Iglesias I lo entendían bien el escultor y el poeta, quien escribió: “De lo que llaman los hombres \ virtud, justicia y bondad,\ una mitad es envidia, \y la otra no es caridad”. Mi papelera dice que Pablo Iglesias I, como Antonio Machado, sabía que no se deben llamar caminos a los surcos del azar. Que lo imposible no es posible. Y que lo posible se basa en la constancia y la honradez, que no es igual que afán de poder. Y que hoy hasta los pobres pueden ser universitarios si se esfuerzan y valen. Nada que ver con ayer, digan lo que diga…