POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Como es el Día Mundial de Prevención del Suicidio, evoco hoy a escritores que dejaron de escribir, a poetas que renunciaron a serlo, a inspirados que optaron por expirar sin que llegara la tinta al río, a escritores que se callaron bien callados, con conocimiento de causa y a los que callaron porque tenían mucho que contar. La apelación a la revuelta, es decir, a volver donde estaban, a la página en blanco, llevó a muchos al suicidio artístico; Mircea Eliade lo llama muerte iniciática. Hoy me muero de ganas de dejar de escribir, de traspasar las fronteras de la conciencia, pasarme de rosca y regresar a las tinieblas analfabetas. No digo acabar con la vida por la tremenda, en plan romántico, aunque seguro que me ayudaría a pasar más de una mala noche, tampoco hablo de parar la maniobra, o sea, no sólo quiero dejar de escribir sino quemar lo que hice. ¡Qué gran labor destructiva tengo por delante!
Fuente: http://www.lne.es/