POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

En la católica España de los años 50 del siglo pasado, el turismo de playa en las ciudades costeras se vio sorprendido por la presencia de bañistas escandinavas en las costas mediterráneas -concretamente en Benidorm-.

Para sorpresa de los turistas nacionales, dicha moda se fue incrementando y, las jóvenes españolas se unieron a las escandinavas (extranjeras) que usaban el bañador de dos piezas y lucían sus jóvenes y esculturales cuerpos.

Ante tal ‘desmadre’, en el año 1952 se le llegó a imponer una fuerte sanción económica a una bañista sueca. Las anécdotas y escándalos dieron la vuelta al mundo en los periódicos. Entonces surgió la conocida figura del alcalde de Benidorm Pedro Zaragoza, autorizando el uso del bikini en las playas de su municipio en el verano de ese año 1952.

Con posterioridad siguieron sus pasos ciudades con playa como Marbella, Santander, San Sebastián, Torremolinos y…, poco a poco, todas las ciudades costeras se fueron sumando a “la movida”.

Ante la denuncia de infinidad de ciudadanos por el delito de “corrupción de costumbres”, el entonces obispo de la región valenciana monseñor Marcelino Olaechea, inició ni más ni menos que un proceso de excomunión al citado alcalde de Benidorm, Pedro Zaragoza.

Poco a poco, las jóvenes españolas se fueron “soltando el pelo” y se incorporaron a la moda del bañador de dos piezas.

Por entonces eran pocas las familias uleanas que se podían permitir el lujo de acudir a las playas costeras a pasar sus vacaciones. Unas pocas, excepcionales, salían en sus carruajes a las casas de campo en donde descansaban, tomaban el sol y se bañaban en una balsa de agua.

Sin embargo, una familia educada bajo la égida de la religión católica con seis hijos, tres varones y tres señoritas, acompañadas de dos señoras de servicio y compañía, veranearon en las playas de Benidorm y sus aledaños y, al regreso, lucían su tez bronceada por el sol de las playas mediterráneas, presumiendo ante las jóvenes del pueblo, de haber lucido su palmito con su bañador de dos piezas, por las playas del levante español.

Estas señoritas de Ulea, acomodadas, esbeltas y con cuerpos agraciados, que respondían a los nombres de Lola, Asunción y Mari Cruz Cascales Valiente, eran sencillas pero, dada su juventud, presumían describiendo sus avatares veraniegos a sus íntimas amigas. La menor y más agraciada, Mari Cruz, participó en Benidorm en un concurso de belleza en bikini, llegando a ser finalista y quedando, finalmente, como dama de honor de una bella nórdica.

Recuerdo cuando siendo muy joven y participando en el equipo de fútbol de Ulea, que dirigía su hermano Antonio, nos enseñó un carrete de fotos en las que se contemplaba a la escultural Mari Cruz con su banda de dama de honor de dicho certamen, luciendo su palmito con su bañador de dos piezas. Como era inteligente y conocedora de las habladurías de las gentes de Ulea, nos recomendó- a su Antonio y a mí- que no enseñáramos las fotos, aunque era sabedora de que las había publicado la prensa levantina.

Mari Cruz se echó un novio extremeño, se casó y se fue a vivir a tierras pacenses. En una de mis visitas a Ulea, coincidí con el matrimonio y comentamos tan bonita efeméride, recordándome que aún sentía pudor cuando las recordaba. Su marido sonreía, porque era alegre y vitalista, no pudiendo remediar el seguir siendo discreta y un poco tímida. Por tal motivo, aunque ya ha fallecido, respeto su petición de que no se publicaran dichas fotografías que, en la actualidad serían intranscendentes.