HUÉLAMO, UN BALCÓN HACIA LAS ESTRELLAS

POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA, VILLAR DE DOMINGO GARCÍA Y CAÑETE (CUENCA)

EL PUPITRE

Dijo el filósofo Kahlil Gibran que “cuando miras al cielo y fijas una estrella, si sientes escalofríos bajo la piel, no te abrigues, no busques calor, no es frío, es solo amor”, y tal vez, ese pensamiento es el que pude sentir este sábado pasado en la localidad de Huélamo, ese pueblo blanco –casi alpujarreño- que colgado de su propia historia, siente el paso del tiempo entre su castillo rocoso –sin apenas muralla que lo describa- y donde una bandera con la cruz de San Andrés, aireaba solera, recuerdo, nostalgia e ilusión por seguir cumpliendo un sueño hecho realidad: rememorar sus Tercios en la orla de un Julián Romero de Ibarrola sin más presión que su propio esfuerzo por hacer –todos juntos- historia, cultura, turismo, desarrollo, amistad y aprendizaje.

Por eso, la Asociación Julián Romero, un grupo de personas, de huelameros y huelameras, de amigos, compañeros o simplemente paisanos, han decidido hacer camino buscando en la cultura esos sueños de aprendizaje y amor, tal vez pasión, y de esa manera intentar lograr casi todos los objetivos marcados. Por eso, esta gente, extraordinaria en su trato personal, sencilla en su caminar y simplemente humilde, se puso en marcha –junto al Ayuntamiento, alcalde y concejales- para seguir trazando la senda de ese camino que les lleve a disfrutar ejerciendo el derecho de la ilusión basada en su historia o de la templanza del tiempo “añorado” y seguir creando en acción, actividad y ejercicio. Una apuesta interesante y ambiciosa, pero elegante y ejemplar. Buscar en esa historia ese poso necesario para poder revivir escenas del tiempo pasado, recrear tu espíritu con personajes, trajes o actitudes, para que así, el pueblo, sus gentes, visitantes y amigos, juntos en un verdadero ejemplo de generosidad, compartir sinergias y alegrías.

Y lo han conseguido. Un año más, una tercera edición de Jornadas históricas de los Tercios, fueran de Flandes o lo sean de Huélamo, pero Tercios para entender la valentía y el sinónimo de corazones grandes como bien lo tuvo su paisano Julián Romero “el de las hazañas”, nacido o no en este lugar, pero habitando sí, en cada corazón de los que aquí estamos para honrarlo.

Y no tengo más remedio que rendir pleitesía a este lugar. Mi agradecimiento para cada una de las personas de Huélamo, residentes o veraneantes, como queramos llamarles, por haber hecho realidad un especial momento para mí, en persona, creyendo más que yo, en que debo de merecer este aplauso, para mí, un siervo fiel a la cultura que no pretendo más cosa que ayudar a construir ese puzzle que nos hemos inventado para creer más en nosotros mismos como medio rural, como pueblo, como hogar de nuestros padres y abuelos, por seguir haciendo camino en las muchas dificultades que una tierra sórdida a veces, exigente en su cuidado y poco productiva en cultivos e industrias, siga viviendo, siga respirando, siga siendo ese “pueblo que todos añoramos desde el lugar que estemos”.

Y en un ambiente, en el que más de sesenta personas, vestidas a la usanza, recreando el tiempo del XVI, con banderines, caballos, picas, arcabuces, alabardas y tambores, rindieron esa pleitesía a las autoridades que allí llegaron, a los habitantes del lugar que quisieron estar como invitados de honor, a todos cuántos concurrimos en presencia, para recrear un pasaje, un episodio de su historia, en viva voz, a pie o a caballo, con elegancia, soltura y sin miedo, frases que recorrieron sus tiempos históricos con apellidos de renombre y “cuitas” de guerras. Pero un día antes, se había subido la bandera para airear su voluntad simbólica, se había corrido “la Encamisada” como prueba de fuego para el valiente, atleta o soldado, se había escuchado el ritmo, elegante y bien hecho, de sus tambores, hombres y mujeres, herederos de los “mozos de atambor” que fueron engrosando los Tercios de Sicilia, Lombardia y Nápoles primero, y luego los de Cerdeña y Galeras, sin olvidar que uno de ellos llegase a ser “Tercio Viejo de Julián Romero”, ese mismo que, ubicado en San Sebastián, nos trajo a tres soldados valientes, educados y respetuosos con el marco popular que les ha acogido.

Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí, en ese privilegiado lugar de Huélamo, y la otra cosa, la misma que dijese Kant: “… esa ley moral que tengo dentro, en mi interior y que debe de definir mi conducta”; esa, que me hace sentirme deudor en agradecimiento, respeto y admiración, a quienes han tenido la culpa de hacerme Maestre de Campo 2022, cuidando con ello, que un humilde servidor, sea recibido con honores, elegido como anfitrión y ser admirado cuando lo que quiero hacer en esta vida, no es más que cumplir mi ilusión de enseñar con mi palabra –sencilla y narrada-, mis conferencias o mis apuestas en gestión cultural, divulgación de nuestra historia, adecuación de valores educativos y ciudadanos,  para que los pueblos y sus gentes sigan viviendo, creciendo en mentalidad y demostrando que a base de respeto, ilusión, educación y esfuerzo, los pueblos tardarán en morir y seguirán dando ejemplo a las nuevas generaciones de dónde y cómo se deben ir haciendo las cosas para ser “mejores personas”.

Huélamo revivió su tiempo pasado en esta semana de atrás. Lo hizo con la elegancia de quienes siendo humildes demuestran entereza, y creen que, a base de huir de la hipocresía o de las habladurías, potencian todavía más su trabajo con ese mismo objetivo: primero, creer en ellos como personas y luego, creer en la sociedad en la que viven como hábitat para seguir haciendo camino, herederos afortunados de esos padres y abuelos, y si se puede, ser ejemplos para los hijos que llegan.

Gracias a todo el pueblo, desde el alcalde Leopoldo Martínez, hasta esos concejales y algunos, como grandes  maestros artesanos, tal es el caso de Antonio y Juanan, o los a buenos diseñadores gráficos en diseño, fotografía y trajes; a las mentes creativas de imágenes en redes sociales y páginas virtuales, a los fabricantes de tambores, a las mujeres –claves en el acontecer diario en la ejecución de toda, pero toda actividad, que se ejecute porque sin ellas, jamás saldría nada adelante-, a la Asociación de mujeres, a la gran Asociación Cultural en pleno, a su presidente Alberto, a sus constantes seguidores, uno a uno, a los gastrónomos, Antonio al frente y esa Asociación del Giraldo, y sus ayudantes, a los actores y figurantes con sus directores de escena, José Vicente y Segura, a los piqueros, alabarderos, arcabuceros, a los jinetes dando ese toque de distinción con sus caballos en ristre, a los oradores en cada acto, a los militares por estar, a las autoridades por querer arropar, a los conferenciantes, de aquí y de allá, a los recreadores como Julián Romero y su sargento mayor, a los que han sastreado y cortado banderas, trajes, adornos, flecos y guirnaldas, a los del sonido, musical y megafónico, al cura párroco por permitir hacer en la iglesia actos culturales, a los miembros santiaguistas dirigidos por su abanderado, al obispo de Segorbe, Albarracín o Huélamo –como bien se quiera- y su especial séquito, a todos sin excepción, taberneros, ayudantes, encargados de protocolo, Angelines o Jarque, y como no, a Julián Romero de Ibarrola (personalizado en ese Vieco solemne), porque ese personaje de la historia (que de mozo llegase a Maestre de Campo general) ha sido el culpable de que yo esté en Huélamo, de que yo me sienta huelamero y de que me hayáis hecho ese maravilloso homenaje que quedará inscrito en mi corazón para toda la vida.

Y tal cual dijera en mi alocución de agradecimiento ese mismo sábado, quisiera acabar esta crónica: Dicen los sabios que “la gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes, porque cierto es que los agradecimientos más sinceros nacen de la misma humildad”, y eso es lo que yo quisiera expresar para todos vosotros.

Llevo muchos años intentando ayudar a los pueblos que tienen deseo de ilusionar con nuevos proyectos, históricos o culturales, pero ideados con la intención de provocar la supervivencia rural y de sentirse mejor por hallar parte de su identidad. Y sin duda, este proyecto y vosotros, las gentes que lo hacéis posible, sois el ejemplo más acertado.

Ser Maestre de Campo de honor no deja de ser un orgullo, por agradecimiento de ese título honorífico que te engrandece y que llevaré con orgullo, entendiendo que antes de mí, gentes de alto rango estuvieron como César Muro Benayas, el Regimiento del Tercio Viejo de Sicilia o los pregoneros como Javier Semprún, Antonio Pérez Henares o Fernando Martínez Laínez, verdaderos merecedores de ello, pero aún así, mi corazón estará eternamente agradecido, uno a uno a los culpables de tal decisión y uno a uno, a todos los que hoy estáis aquí porque asistiendo estáis demostrando vuestro particular agradecimiento. Gracias de corazón, amigos y amigas, de Huélamo.

No sé si acabar así o simplemente deciros lo que escuché a mi admirado Paulo Coelho, “mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente de un agradecido”, y ese es mi caso.

El río Júcar a vuestros pies, los montes de Huélamo inmensos y únicos y las estrellas brillantes y bien lo demuestra ese proyecto ambicioso, por eso, esa frase es la más adecuada.

Y qué menos, acabar con poesía cuando la palabra sabe traducir el tiempo; vayan pues, estos humildes versos de agradecido peón:

Huélamo, ¿cuál es tu raza?

Paraíso de ríos, manantiales y caminos

donde anida el águila que real fuese en tiempo de victoria;

¿Cuál es tu disfraz, Huélamo del alma?

Si a tiempo llegas en ladera blanca y cruzas Júcar,

como corzo que salta en la Serrezuela y haces del valle

camino angosto de la Serna a Flandes.

Aquí te disfrazas, en tierra de atropellos otoñales,

esperando la nieve que querrá dormir para hacer más blanco

tu caserío solemne de rejas inmortales;

y buscarás al caballero, de capa y muerte,

cuando las luces estén todas apagadas

mientras tu historia reaparecerá en la soledad de un sueño…

ese mismo sueño, que el Maestre cumple en su gran Alma.

Hay tierras que huelen a incienso, y esta es una;

Hay piedras que escriben la historia, y aquí hay muchas;

Hay hombres que imprimen carácter, y aquí viven;

Y habrá mujeres que en alma viva, recrearán su llanto,

reavivarán belleza y sentirán el hecho de volar al tiempo

y despertarán diciendo: ¡Huélamo¡ ¿Porqué te quiero?

Miguel Romero Saiz

FUENTE: https://eldiadigital.es/art/405082/huelamo-un-balcon-hacia-las-estrellas-por-miguel-romero-saizhttps://eldiadigital.es/art/405082/huelamo-un-balcon-hacia-las-estrellas-por-miguel-romero-saiz

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