POR ÁNGEL DEL RÍO, CRONISTA OFICIAL DE MADRID Y GETAFE
Una de las imágenes navideñas de estos días en todas las cadenas de televisión, ha sido la de los comedores sociales, benéficos, de caridad, de ayuda, o como quiera llamárseles. Algunos son permanentes, es decir, que están abiertos durante todo el año; otros lo hacen en circunstancias especiales, como son las Navidades y la necesidad de atender el estómago y la soledad de los que se encuentran solos en lo físico, en el alma y en la penuria.
Los indigentes de hoy, quizá no lo fueron ayer; quizá las Navidades anteriores eran ciudadanos que vivían instalados en la normalidad de un hogar sin apreturas, de un trabajo que parecía estable, y un año después, las circunstancias les han condenado a la indigencia y a compartir las Navidades con otros personas en difíciles circunstancias, en comedores sociales. Afortunadamente, la solidaridad se hace más perceptible en estas fechas, y siempre hay algo de comida que ofrecer al que la necesita y no tiene recursos, ahí están los comedores o las comidas solidarias, llevadas por personas dispuestas a dar parte de su tiempo y de sus recursos para que otros no sientan en Navidad la soledad del estómago y del espíritu. Son centros de reparto o distribución de alimentos gestionados por Cáritas, ONG, colectivos sociales, grupos de voluntarios, solidarios de excepción, pero me resulta extraño que estos comedores sociales, estas iniciativas de socorrer al necesitado, no sean puestas en marcha por agentes sociales que reciben dinero del erario público, como son los sindicatos o los partidos políticos. Todavía no he visto un comedor benéfico de un sindicato o de un partido. Quizá piensan que la caridad la deben ejercer otros, y que ellos están por encima de esas cuestiones tan mundanas como dar de comer al hambriento, salvo que en vez de hambriento sea un sibarita con carné que le guste atiborrarse de langostinos y otros manjares en los cenáculos de postín y a cargo de prestaciones sociales.
Fuente: http://www.madridiario.es/