
POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Dalí contra o frente a Picasso. O Caín y Abel trastrocándose los papeles sangrientos del teatro trágico nacional que fue la guerra civil. ¿Quién la adivinó y pintó antes o después? Y a mí y a nosotros ¿qué? La desgracia fue igual para el conjunto, imaginada o no. Porque, además de imaginada, fue terriblemente cruenta por y para ambas partes. Dejémonos de partes, caminemos hacia la totalidad.
Pero otra vez, y en estos mismos días, las dos Españas de Antonio Machado se han embestido torpemente en el país de los toros, justo en la Casa del Pueblo o Palacio del Congreso. Cuernos no faltaron, sino que sobró demagogia de uno y otro lado del arco del hemiciclo. ¿Quién ganó? ¿Y por qué hay que ganar o perder, sino congresuar y concordar?
En el montaje de la sala Matadero, que escenifica brillantemente la última tragicomedia de Fernando Arrabal, ambos artistas, Dalí y Picasso, representados por Antonio Valero y Jorge Coma, respiran y dialogan por la herida nacional. Pero es un diálogo de sordos locos, surrealistas, ensimismados en su propia obra y gloria. Un diálogo en el que no se encuentran con la paloma de la paz, que es lo único que interesaba entonces e interesa ahora.
Esta misma semana se han vuelto a mostrar en el Parlamento las espadas en alto, ya lo he dicho. Todos las hemos visto y hemos oído el ruido de sables a través de la prensa, la radio y la televisión, para pasmo de la innumerable gente deseosa de voluntad de concordia. Pues ni por esas. No ha habido consenso ni cortesía parlamentaria siquiera.
¿Hasta cuándo echándose escupitajos de culpa los unos a los otros, los rojos a los azules o del color que sean, magenta incluido? ¡Vaya hermanos! Como los de la tierra de Alvargonzález ante la Laguna Negra del paro y la decadencia que nos asola. Así no se puede seguir, menos aún cuando hay varias generaciones nuevas esperanzadas y casi todos los protagonistas del enfrentamiento mortal pasaron a mejor vida.
Si les es imposible asistir a la representación del espectáculo que dirige Juan Carlos Pérez de la Fuente en el corral de comedias que son las Salas del Canal, de Madrid, lean por favor este soberano diálogo de amigos y contrarios en Ediciones Oportet de nuestro paisano Emilio Pascual, el primero que se ha atrevido a publicarlo con un sabrosísimo prólogo de Pollux Hernúñez.
Y después, reflexionen, pero sin tirarse los trastos de matar a la cabeza como ellos en esa estampa goyesca que aún perdura sobre los páramos de España.