
POR EDUARDO JUAREZ, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
Señor director:
De un tiempo esta parte, un par de semanas no más, cada vez que cubro la distancia que me separa entre mi Paraíso y la capital, justo en el momento en que alcanzo el cruce donde descansaban aquellos nidos de ametralladora destruidos por la ampliación de la carretera, he de cambiar mi punto de atención, desviándolo hacia la izquierda, que pensarán los otros conductores que me ha dado un aire en el cuello. Desgraciadamente, el problema es mucho peor cuando retorno al Paraíso. Llegado al mismo punto kilométrico, no tengo más remedio que desahogarme entre improperios y maldiciones.
Y empiezo a preocuparme. Puede que algún día caluroso lleve la ventanilla abierta y, dado que acostumbra la Guardia Civil a apostarse allí, acabe el que suscribe engrilletado en la comisaría, intentando explicar que aquellos epítetos tan bien rimados no iban dedicados a la benemérita institución sino a semejante jumento.
La verdad, no alcanzo a comprender para qué hemos luchado los últimos quince años en declarar Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y, en breve, Espacio Cultural nuestra sierra, que no madrileña, como bien recordaba mi querido amigo Marcos la semana pasada en este centenario diario. Tampoco entiendo la política urbanística del municipio de Palazuelos de Eresma, uno de los que integra el Parque Nacional del Guadarrama, que permite que se levante semejante testamento en mitad del llano, destrozando el panorama de tan increíble paraje.
Quizá se me escape algo y esa torreta de treinta metros pretenda patrocinar el Parque Nacional de mismo modo que una compañía telefónica lo hace con la estación de metro madrileña más castiza. Igual han pensado que no era suficiente con ver el horrendo cubo de hormigón plantado en mitad de la llanura que constituye ese supermercado; que necesitaban un burdo y patético obelisco para dominar toda la llanura del sotomonte.
No sé a quién corresponderá otorgar licencias y permisos, autorizaciones y beneplácitos, pero debería reflexionar sobre un particular: se lucha para conseguir los objetivos, pero también hay que perseverar en mantenerlos. Años de dedicación, de protección de un entorno natural y humanizado en simbiosis, han permitido que UNESCO otorgara una distinción única a nuestro Paraíso. Ahora no nos queda más remedio que mantener aquello por lo que hemos luchado y sufrido.
La verdad, no creo que UNESCO hubiera entregado el galardón con atentados visuales de tal calibre. Sólo espero que los que han permitido esa aberración, reculen y desmonten aquello.Si no es así, habrá que confiar en la sabia naturaleza. Empezaré a rezar para que la próxima ciclogénesis explosiva se lleve por delante ese horror y ni un solo árbol de mi Paraíso.