POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
No se asusten, pues a pesar de que existen estos seres con apariencia anti diluviana, en principio no parece que sean peligrosos como ocurre con esos otros reptiles emidosaurios a los que en los tebeos y películas, cuando abrían sus bocas se les ponía un palo grueso para evitar que de un bocado devoraran a la pobre Jane, la rubia novia de Tarzán el de los monos. Nuestro reptil, más en el orden de los saurios, es un bicho para mí relativamente simpático por el movimiento independiente de sus ojos, por el desarrollo de su lengua con la que atrapa los insectos para alimentarse, y, sobre todo, por la capacidad que tiene de cambiar su cuerpo de color según el ambiente en el que se encuentra.
Hasta aquí vale con los reptiles, ya sean saurios o emidosaurios, pues el problema que el vocablo camaleón presenta una vertiente humana cuando lo aplicamos a aquellos que tienen, como dice el diccionario, la habilidad, o mejor la desvergüenza, de cambiar de posición, adoptándola en cada momento según su beneficio. A quién nos referimos: sencillamente a algunos políticos, pues los hay también otros que permanecen inalterables durante toda su vida pública, sin cambiar de color o de chaqueta, dicho en un lenguaje más cotidiano. Pero no solo se reduce a ese cambio cromático, sino a las sucesivas alteraciones de su discurso, anunciando antes una cosa y al poco tiempo, según su conveniencia hacen otra, alargando su lengua pegajosa para capturar a los ingenuos ciudadanos como si fuéramos el sabroso alimento insectívoro con el que se nutre el ya citado camaleón.
Nos dijeron: no bajarán las pensiones, y mira por donde lo que ocurre en que no suben. Nos dicen que en un plazo más o menos corto bajarán los impuestos. Y, yo por la experiencia vivida a través de los gestos de estos camaleones, no me lo creo, y que nos pille confesados. Pero, a veces, el ser humano, necesita liberarse y cambiar el color de su cuerpo, para así desinhibirse o simplemente distraerse y disfrutar, olvidando las penurias que lo asolan y los cambios bruscos del contenido de las prédicas de aquellos otros que alteran el mensaje según su interés.
Y nada mejor, para ello que el Carnaval; la máscara, la careta o el disfraz, más o menos irrespetuoso o travestido según las frustraciones de cada uno. Así, el hombre o mujer que siempre ha deseado ser del otro sexo, se trocará con aditamentos del contrario. El que se ve sometido a un complejo de inferioridad se disfrazará de héroe legendario. El que se ha sentido oprimido por alguna creencia adoptará vestimentas eclesiásticas. Pero en la Orihuela de 1914 el tema de los disfraces no fue muy ingenioso, y según decía el Órgano del Partido Conservador ‘El Eco de Orihuela’, fueron «pocos y burdos», siendo el acompañamiento musical de los días de Carnaval «al compás de los disfraces», incluso, se hacía referencia a «cuatro moharrachos astrosos, cubiertas las caras con antifaces de confección casera» que se divirtieron dando saltos por la Avenida de Ruiz Valarino (hoy Avenida de Teodomiro).
Hace cien años, las carnestolendas ocuparon los días 22, 23 y 24 de febrero y estuvieron acompañadas por unas condiciones meteorológicas desagradables, hasta el punto que el martes de Carnaval hubo que suspenderse la velada musical que se debía haber celebrado en la puerta del Casino y en la calle Alfonso XIII, en las que se llevaba a cabo la tradicional batalla de serpentinas y confetis. La falta de lucimiento se vivió también el domingo de Carnaval por culpa del viento huracanado y el frío, dando lugar a que las máscaras fueran remisas a acudir a la Glorieta y a los Andenes de la Estación. Sin embargo, el lunes, al producirse cierta mejoría se propició que las calles de la vuelta a los puentes estuvieran muy concurridas de oriolanos que deseaban no ser conocidos tras la máscara o el disfraz. A todo ello, acompañó la presencia de la estudiantina que estuvo postulando a beneficio de la sala de operaciones del Hospital Municipal.
El Carnaval de hace cien años se vivió con bailes en el Teatro Circo y en el Casino Orcelitano, en el cual se refugió «la juventud dorada de Orihuela». En el primero de ellos, con precios de una peseta la entrada de caballero con el derecho a ir acompañado, se celebró baile los tres días, sirviéndose un bufé con «platos propios de Carnaval» a cargo de Andrés Legal. Durante el baile del martes, hizo acto de presencia en el Teatro Circo, el diputado a Cortes Manuel Ruiz Valarino escoltado por muchos correligionarios, siendo acogido con vítores y grandes aplausos. Sin embargo esta algarabía y esta forma de diversión con los bailes de Carnaval se intentaba que fueran contrarrestados por los sectores más religiosos de la ciudad, y paralelamente se organizaron actos en desagravio «a S.D.M. de los excesos pecaminosos y las irreverencias de estos días». Así, el domingo en el salón de conferencias de la Caja de Ahorros de Monserrate se celebró un catecismo dedicado al obispo Ramón Plaza y Blanco a cargo del Patronato de la Joven Cristiana dirigido por las Hijas de María, en el que se visionaron proyecciones fotoeléctricas. En el Seminario, y en los colegios de San José, Jesús María y Santo Domingo hubo funciones religiosas y teatrales, realizándose en este último una velada histórica con una proyección sobre Juana de Arco.
Así, vivían nuestros antepasados el Carnaval de 1914, procurando de la mejor forma posible, o bien mantenerse sin cambiar el color o alterándolo en diversión. Puesto que, para los otros camaleones de hoy, el cambio continuo de indumentaria y de discurso es algo a lo que por desgracia nos tienen mal acostumbrados.
Fuente: http://www.laverdad.es/