¿EL GRIAL ESTÁ EN LEÓN?
Jun 01 2014

LA CRONISTA OFICIAL DE LEÓN, MARGARITA TORRES-SEVILLA, Y JOSÉ MIGUEL ORTEGA DEFIENDEN QUE LA RELIQUIA DE LA ÚLTIMA CENA ES UNA PIEZA DEL CÁLIZ DE DOÑA URRACA QUE SE CONSERVA EN LA BASÍLICA DE SAN ISIDORO

EL CALIZ DE DOÑA URRACA, CONSIDERADO AHORA EL SANTO GRIAL, EXPUESTO EN LA VITRINA BLINDADA
El cáliz de Doña Urraca se conserva en la basílica de San Isidoro.

El Santo Grial, fuente de inagotables leyendas artúricas, está en León. No lo asegura una teoría estrafalaria, sino un ameno ensayo, tan sorprendente como razonado, que presentaron hace unos meses dos concienzudos investigadores: Margarita Torres-Sevilla, cronista oficial de León y doctora en Historia Medieval, y José Miguel Ortega, doctor en Historia del Arte. El libro se titula ‘Los reyes del Grial’ (Ed. Reino de Cordelia) y cuenta el fascinante viaje a mediados del siglo XI de una copa que partió de Oriente Próximo a la Península Ibérica; un objeto de la época romana que los cristianos de Jerusalén veneraban como el Cáliz de la Última Cena (lo que no significa que lo fuese).

Los autores del libro sostienen que esa copa sagrada, a la que se atribuían poderes medicinales, fue regalada por el califa fatimí de Egipto Al Muntasir (1029-1094) a la taifa de Denia (en Alicante). El sultán de este territorio, Ali Iqbal al-Dawla, la envió al rey de León Fernando I para ganarse su apoyo, y el presente se convirtió en una de las piezas del Cáliz de Doña Urraca, que se conserva en el panteón real de la Basílica de San Isidoro de la capital leonesa (sería, concretamente, la pieza superior). En resumen, el Grial ha permanecido olvidado mil años sin que nadie se diera cuenta de su origen.

La teoría se apoya en «extraordinario texto anónimo» descubierto en la Biblioteca de Al Azhar, en El Cairo. El documento menciona a Abu-l-Hasan Ali ibn Yusuf ibn Al Quifti (1172-1248 d. C.), un escritor que relata cómo el sultán de Denia envió víveres a Egipto cuando ese territorio sufrió una hambruna terrible en 1054. En agradecimiento, el califa Al-Mutansir donó a Denia la preciada reliquia cristiana, que cruzó el Mediterráneo en manos de un obispo franco acompañado por una expedición. Así se explicaría que cuando los cruzados llegaron a Jerusalén en 1099 echaran en falta la reliquia y dieran rienda suelta a las leyendas del Grial que luego se propagaron por Europa.

La fuente musulmana cuenta: «Y como ya había recibido algunas informaciones sobre el poder de la Copa, se la pidió al imam excelso Al-Mutansir, a cambio de cuanto fuera menester darle por su entrega (mancha), pues su intención era enviarla al rey de León, Ferdinand al Kabir (mancha), rey de ese país, en el año 429, para fortalecer su amistad con él. Este rey estaba afectado por la fuerte enfermedad de la piedra, la cual le hizo perecer penosamente».

Margarita Torres-Sevilla y José Miguel Ortega citan otro documento en el que el sultán de Denia da las gracias al califa de Egipto: «Y entre todos los valiosímos presentes enviados, prueba de tu generosidad, sobresale por sus merecimientos el Destino de los Destinos, la Copa colmada de misterio».

«A través de los textos -explican los historiadores- sabemos que el sultán disfrutó de la presencia de esta sagrada reliquia durante un tiempo, hasta que, presionado, decidió entregarla a aquel para quien fue destinada: Fernando I, de quien nos informan que estaba construyendo por entonces un magnífico ‘estuche’ de piedra para albergarlo. Y es por las mismas fechas cuando se documenta la construcción de San Isidoro de León, donde acabaría finalmente el Cáliz».

Otro escrito, «también inédito hasta el presente», según Torres-Sevilla y Ortega, reforzaría la tesis de que el auténtico Grial es el de León. Cuenta que el jefe de la expedición que llevo la Copa Sagrada a Denia le quitó una esquirla. Un siglo más tarde, el muftí de Jerusalén ordenó que ese fragmento fuese entregado a Saladino para que curara con él a su hija, aquejada de la enfermedad del flujo de la sangre. Efectivamente, la pieza de León, datada en la época romana, tiene una muesca que coincide con esa historia.

El libro de Torres-Sevilla y Ortega aporta mucha más información y se lee con agrado y cierto asombro. Sea cierto o no lo que sostiene, se trata de una seria y provechosa investigación histórica sobre el Grial.

Fuente: http://www.elcorreo.com/ – Javier Muñoz

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