
POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

Al buscar datos sobre un tema determinado es frecuente que comprobemos que la forma en que se desarrollan los actos sea distinta de unos momentos a otros, sin perderse el espíritu que los generó. Esto, que podríamos aplicarlo a muchas facetas humanas, lo encontramos de manera clara en la moda en general, y en particular en la femenina, que a veces vuelve a ser recurrente. De hecho el fondo de ella es la búsqueda de la belleza marcando una línea y un estilo, sin embargo la forma es cambiante y como un Guadiana, al cabo de los años aparece y se repite. Por el contrario, en otros aspectos se mantiene casi de manera invariable, alterándose muy de tarde en tarde, como puede ocurrir en la liturgia, que sólo se ve modificada después de muchos años.
Pero pongamos nuestros ojos en una celebración que ya rebasa los veinticinco lustros y que, según quién la conmemore, se desarrollará de una manera o de otra, aunque en el fondo se pretenda lo mismo. Me estoy refiriendo al Día 1 de Mayo que a lo largo de su historia ha sido denominado como Día Internacional de los Trabajadores, Primero de Mayo o Fiesta del Trabajo, y que para la Iglesia, que la hizo suya, pasó a ser la festividad de San José Obrero o Artesano. Considero que el fondo es el mismo, honrar a aquellos que se ganan el pan con el sudor de la frente. Sin embargo hay sectores que en justicia ven en ese día una manera de defensa y reivindicaciones sociales y laborales. Por el contrario, los obreros cristianos han visto siempre una forma de honrar a San José como modelo y patrón.
Debemos recordar que la institución de este día dentro del mundo obrero fue por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional en París, en 1889, en memoria de los «mártires de Chicago», es decir de aquellos sindicalistas anarquista de Estados Unidos que fueron ejecutados por su participación en la huelga de 1 de mayo de tres años antes en defensa de la jornada laboral de ocho horas.
Decíamos en el título que en cada época lo suyo, pudiéndolo comprobar en Orihuela en diferentes momentos. En los años veinte del pasado siglo, el Centro Obrero Patriótico invitaba a participar en la Fiesta del Trabajo, organizando para ello una manifestación y un mitin en el Teatro Circo, en el que intervinieron varios obreros. La manifestación se inició a las tres de la tarde desde la calle del Molino hasta el citado teatro y se ordenó de siguiente forma: banda de música; comisión organizadora y juntas directivas del Centro Obrero, Sindicato Obrero de Nuestro Padre Jesús y comités del Segundo Congreso Católico Obrero, que se inauguró el día 2 de mayo en el mismo teatro; gremios con sus banderas (albañiles y canteros, zapateros guarnicioneros y similares, carpinteros y ebanistas, naranjeros y naranjeras, camareros, oficiales peluqueros-barberos, aperadores, herreros y cerrajeros, oficialas modistas y sastresas, molineros y panaderos). Cerraba la manifestación la sociedad de dependientes de comercio, escribientes y similares. La celebración continuó, y después del mitin, los trabajadores marcharon a la explanada del Seminario, donde hubo baile y merienda «en buena paz y armonía, dando un alto ejemplo de la cultura y buena educación que siempre ha caracterizado a los obreros de esta hidalga tierra».
En 1930, el Sindicato de Albañiles de Nuestra Señora de Monserrate que se había constituido meses antes, separándose de la Casa del Pueblo, conmemoró el Día del Trabajo con una celebración religiosa en el Santuario de la Patrona, oficiando José María Alcaraz Alenda, obispo preconizado de Badajoz. Ocupó la sagrada cátedra Luis Almarcha Hernández, e intervino una sección del Orfeón de la Casa Social de Obreros Católicos. Desde las dos de la tarde hasta las cuatro, en los salones de la Federación de Sindicatos de Obreros Católicos se efectuó un concierto a cargo de un sexteto. A las ocho de la tarde en el mismo local hubo una velada literaria-musical, en la que intervino el presidente del citado sindicato, José Tomé Zambrana, el notario José María Quilez y Sanz y el canónigo Almarcha.
Un año después en la primera Fiesta del Trabajo de la Segunda República, en su víspera, en la Casa Socialista se desplegaron «las banderas de algunas sociedades que por su color rojo formaban un bello conjunto al unísono de la iluminación eléctrica». El día 1 de mayo a las 9 de la mañana se organizó una manifestación que encabezó la bandera tricolor, seguida por la presidencia en la que figuraba el alcalde Ricardo García López. Una hora después, se recibió en la estación de ferrocarril al recién nombrado secretario general del Ministerio de Comunicaciones, el oriolano Romualdo Rodríguez de Vera. A continuación la comitiva se dirigió a la Glorieta, en la que desde el templete de la música se efectuó un mitin, presidido por el presidente de la Casa del Pueblo, Daniel Cases, e interviniendo Antonio Cubí, Juan Bellod, Alfredo Serna, José María Sarabia y el citado Rodríguez de Vera. Después, se inauguró la biblioteca pública instalada en dicha Glorieta por iniciativa del la Sociedad de Camareros ‘El Oriol’. Tras ello, de nuevo, se organizó la manifestación, para descubrir una placa en la calle Unión Agrícola que, desde ese momento pasó a denominarse como Pablo Iglesias. Por último, la manifestación se dirigió hasta la Casa Consistorial, desde cuyo balcón principal Rodríguez de Vera saludó al pueblo oriolano en nombre del Gobierno de la República. La tarde se completó con la merienda en los alrededores del Seminario, en cuyo paraje fueron obsequiados los niños asilados de la Beneficencia. A las ocho de la tarde el secretario general fue agasajado en el Ayuntamiento con un vino de honor.
En cada época lo suyo, pero, en el fondo siempre lo mismo: el homenaje al mundo del trabajo.
Fuente: http://www.laverdad.es/