HOY SE CUMPLEN 538 AÑOS
Mar 01 2014

POR HERMINIO RAMOS PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA

Conmemoración de la Batalla de Toro en una edición anterior.
Conmemoración de la Batalla de Toro en una edición anterior.

Uno de marzo del año de Gracia de 1476. Muy de mañana el rey Alfonso V de Portugal levanta el sitio a Zamora ocupada anteriormente con Toro como ciudades clave para reivindicar para su mujer, la conocida como la Beltraneja, los derechos de la Corona de Castilla, consciente de que estas dos ciudades eran clave para la unión de ambas coronas. Pero en medio ya estaba Fernando e Isabel. El monarca de Aragón trae consigo todo lo que aquel reino ha alcanzado tras la reconquista del reino de Aragón en los finales del siglo XIII, cuando Jaime I el conquistador se lanza al mediterráneo y sus conquistas llegan a Grecia. Estamos aquí frente a un personaje que lleva más de un siglo de ventaja a estas tierras que ahora pisa y llegará a ocupar. Con un ejército reducido pero organizado bajo otros criterios se presenta ante la ciudad de Zamora ocupada por el ejercito portugués. El Duero es un foso insalvable y las torres del puente cerradas a cal y canto no permiten soñar una aventura. El alcalde de la torre, Juan de Porras, es convencido por Fernando y abre las puertas de par en par, viéndose obligada la guarnición portuguesa no se hizo esperar y desde Toro por el viejo camino de la margen izquierda se presenta para intentar recuperar uno de sus avales dinásticos a la corona de Castilla. Pero su intento es un fracaso y después de muchas dudas y vacilaciones se decide a regresar a Toro por el camino que había traído. Es ese día primero de marzo cuando Fernando, viendo la retirada, se decide a seguirlo en orden de batalla y es en las tierras lo que hoy son Peleagonzalo y Toro donde es alcanzado el ejercito portugués y se desarrolla la célebre batalla de un ejercito en desordenada retirada y otro que tácticamente ataca en orden, lo que provoca y acentúa de manera decisiva el descalabro definitivo del ejército portugués. La batalla de Toro nos ofrece una serie de claras y decisivas conclusiones: de un lado se puede considerar como la última batalla medieval por parte del ejercito portugués y la primera de la Edad Media por parte del ejército que dirige Fernando.

En segundo lugar, cierra temporalmente las posibilidades dinásticas de la unidad Ibérica, a pesar de los intentos en los siglos posteriores, ahogados casi siempre por esos oscuros contubernios como se vio en el eje histórico portugués de África y más tarde en la ruta del Atlántico. Esa ruta común que se resolverá como no podía ser menos, como buenos hermanos en el reino de doña Juana, en los últimos años del siglo en Tordesillas conocido como El Reparto del Mundo, con las Azores como hito y esas 150 millas como límite, gran motivo como tema y fecha para la gran fiesta de celebración. Primero como fiesta para Castilla y segundo como referencia clave para el futuro cuando se ve hacia donde vamos.

Bueno es recordar que la célebre batalla marcó una referencia muy clara en la cuestión pendiente de la unidad Ibérica, pero a pesar del maltrato dado a esta posibilidad, hemos de recordar a Oliveira Martins, Sinibaldo de Mas, don Juan Valera, Galdós, Unamuno, Marañón, Cuenca Toribio, por citar figuras y testimonios claros sobre esa cuestión pendiente. En esta fecha tan clara ya hace más de quinientos años se planteó al estilo de la época.

Hoy en estas tierras donde Valbusenda recuerda aquella epopeya, une al recuerdo de la efemérides el fenómeno y acontecimiento cultural que como valor universal no admite ni rayas ni fronteras. Es universal como la vida misma allí donde es posible.

Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/

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