JOSÉ DÍAZ DE LA PLAZA, AMIGO Y CONTERTULIO. IN MEMORIAM
Jun 26 2014

POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)

Con mi amigo y contertulio José Díaz de la Plaza, junto al monolito de Pablo de Olavide en Guarromán, en 1995.
Con mi amigo y contertulio José Díaz de la Plaza, junto al monolito de Pablo de Olavide en Guarromán, en 1995.

Se van a cumplir dos años desde que mi amigo Pepe Luchana, José Díaz de la Plaza en los papeles oficiales, nos dejó en los calores del verano. Con él compartí durante muchos años, y algún que otro día, la “hora de la deshora”, que no es otra que ese momento mágico en el que dos copas de vino, con tertulia de por medio, marcan el impreciso límite donde es demasiado pronto para llegar tarde, y demasiado tarde para llegar pronto a comer. Es ese soplo sublime cuando el día pone la proa hacia la tarde y se va borrando la estela de todo lo que el día ha dado de sí en la mañana.

A Pepe Luchana, siendo un chiquillo, le pusieron un cajón vacío de botellines de cerveza para que alcanzara al fregadero y pudiera lavar los vasos en una taberna como aprendiz de tabernero. Era su primer trabajo en unos tiempos en los que lo único que se despachaba gratis era la esperanza en “algo mejor”. Esperanza surgida en los comienzos de los años cincuenta de la desesperanza con la que vivieron las gentes de los años de la dura década anterior.

Mi amigo y contertulio Pepe Luchana, a quienes los buenos camareros de hoy en Guarromán, como el inefable Parrita, le seguían llamando familiarmente “Tito Pepe”, se metió en política mucho antes de que el ínclito, y ya extinto, Pio Cabanillas, diera una magistral clase de ciencia política ante el incierto recuento de las urnas: “¿Quiénes hemos ganao?”. Y como era de esperar, Pepe Luchana, siempre fue de los que perdieron. Después de veintidós años de concejal salió de la política harto de “cornás”; unas de los tirios, las otras de los troyanos, pero ni los galgos ni los podencos le quitaron la querencia de seguir colaborando con su pueblo. Y fue un buen presidente de la Unión Deportiva Guarromán (el estadio municipal lleva hoy su nombre); fue un excelente presidente –posiblemente el mejor– de la Peña Flamenca Fuentecilla, un buen corresponsal deportivo de Diario JAEN durante mucho tiempo, y un buen guarromanense en todo aquello en lo que estuviera su pueblo y sus vecinos de por medio.

Pepe Luchana, en los años sesenta de siglo pasado, cuando todo el mundo tuvo que emigrar a las grandes ciudades, fue uno de los que se quedó en su pueblo con la incierta encomienda de mantener el fuego encendido y la casa limpia para recibir cada verano con una sonrisa, y como el mejor anfitrión, a los que retornaban cada año. Mantuvo y sacó adelante una familia de siete hijos, una empresa local de distribución de bebidas, y una empresa textil en la que sobrevivieron treinta puestos de trabajo hasta que la dura competitividad de los países orientales emergentes la devoraron.

Recuerdo haberle oído decir en una de sus muchas tertulias: “A correr, el galgo le gana al mastín, pero si el camino es largo, el mastín le gana al galgo”. Y percibo ahora desde el recuerdo que el corredor de fondo que José Díaz de la Plaza, el guarromanense de bien Pepe Luchana, llevó siempre dentro sigue corriendo sin haberse dado por vencido. Irse ligero de equipaje siempre ha sido el gran triunfo de los perdedores honrados.

Fuente: http://josemariasuarezgallego.com/

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